Todos en el instituto recibimos la
clase de educación sexual. Gracias a Freud, el sexo empezó a
tratarse desde la perspectiva científica racional, y entonces se
pudo introducir en el aula para que los adolescentes se hiciesen una
idea acerca de su mecanismo...
Presentación
Este blog está realizado con el objetivo de divulgar conocimientos sobre filosofía, ciencia, sociedad, política y espiritualidad en un intento de unir estas disciplinas que en la actualidad se estudian por separado. Continuar leyendo la presentación
domingo, 28 de diciembre de 2014
jueves, 11 de diciembre de 2014
El multiverso
No son nuevas las teorías que postulan
la existencia de distintos planos de realidad, de universos
paralelos, o de múltiples dimensiones. Como ya apunté en el
anterior post, la “realidad” del día a día puede separarse,
para que nos entendamos, entre el plano físico, y el
plano mental-espiritual. La
teoría Jungiana de los arquetipos y el inconsciente colectivo se
situaría en el el plano mental-espiritual, y podríamos dejar el
resto para la ciencia que nos enseñan en la universidad. Para
familiarizarnos con el concepto del multiverso, qué mejor que unas
historias fantásticas de un anime japonés llamado Urotsukidoji.
Como veremos en la presentación, según la película existen tres
mundos, el de los hombre-bestia o superhombres, el de los humanos que
todos conocemos, y luego está el de los demonios.
Las historias o
fábulas de elfos, vampiros... están muy extendidas en el folklore
universal, pero esta saga de anime es especial porque recoge
elementos filosóficos muy profundos de distintas culturas. Se
podría decir que Japón a lo largo de los siglos ha sido una esponja
absorbiendo e interpretando a su manera todas las corrientes de
pensamiento que llegaban a sus costas. Hinduísmo, budísmo, taoísmo,
y recientemente cristianismo, han nutrido las islas del sol naciente,
y podemos apreciarlo en el arte que exportan con el formato de
dibujos animados para adultos. La palabra manga
es asociada habitualmente al friquismo puro y duro en nuestras
tierras, provocando la consternación a aquellos espectadores
ocasionales que por error topan con alguno de estos films. Y es que
desde nuestra cultura occidental bienpensante, simplemente, no se
entiende. No es mi tarea en este post explicar el manga para
neófitos, pero sí que voy a usar la saga Urotsukidoji para explicar
los siguientes elementos filosóficos:
a)
De la misma manera que en el budismo y el hinduísmo, según la
leyenda de la película, la historia es cíclica. En contreto, cada
tres mil años aparece el Chojin,
una criatura misteriosa que tiene la curiosa tarea de destrozar
los tres mundos o universos paralelos para crear otros de nuevos.
Encontramos el paralelismo con la danza de Shiva del hinduísmo, y
los ciclos creación-destrucción que simboliza. La destrucción
de hecho no es el concepto que tenemos en occidente para esta
palabra, sinó que significa también regeneración.
En la película hay constantes referencias a este ciclo vital
desarrollo-muerte-resurrección.
b)
Se podrían interpretar los mundos paralelos como
Cielo,
el de los superhumanos, y como Infierno
el de los demonios, para buscar la analogía cristiana, pero nos
damos cuenta que esta asociación no termina de encajar. ¿Por qué?
Porque la película juega en todo momento con la arbitrariedad sobre
el bien
y el mal.
En el cristianismo ya sabemos que en el infierno están los malos y
en el cielo están los buenos, pero en Urotsukidoji no se sabe muy
bien quién es quíen. Eso sí, los demonios son un poco más tontos
y feos... y también están siempre follando... aunque los del
cielo... no os creáis... también se lo pasan de maravilla...
Cualquiera en la película arrima la ceboyeta a la primera ocasión...
porque... ¿qué significa el sexo sinó la unión de los opuestos?
Los tres mundos están unidos por la energía sexual; el prana,
kundalini, ki... la fuente de la vida y de la generación.
c)
Quien gobierna el Cielo es un anciano, y quien gobierna el Infierno
es una mujer. Los dos mundos se unen en contra del Chojin
en un intento desesperado de mantener las cosas tal y como estaban.
Evidentemente, fracasan. Las cosas no duran para siempre. Ni los
imperios, ni las naciones, ni las ideologías, ni la religiones...
todo está en un perpetuo cambio o evolución, como explicaba la
visión taoísta, una idea también de Heráclito, que se había
olvidado en occidente hasta la teoría
de la evolución de las especies...
jueves, 9 de octubre de 2014
Entre el Cielo y la Tierra
En este post introduje el concepto del
velo de Maya que separa el mundo visible del oculto: La
Matrix, como se le ha denominado
en las novelas y películas de ciencia ficción a esta red invisible
que une a los seres humanos. En posts anteriores hice referencia al estado
actual de la ciencia, que se encuentra en estos momentos rasgando con
incontestables preguntas precisamente este
velo que delimita el espacio-tiempo de las dimensiones superiores.
Evidentemente la ciencia es neófita en estas dimensiones porque
precisamente su razón de ser y los principios que la fundamentan
residen en las cuatro dimensiones espacio-temporales. ¿Sin aceptar
la posibilidad de la exploración submarina, podrás algún día
conocer los fondos marinos que permanecen ocultos bajo el mar?
Evidentemente que no. O se reformulan los principios que sostienen la
ciencia hoy en día, o ésta quedará como una de las múltiples
religiones del pasado de la humanidad que no supieron adaptarse a los
cambios sociales o de pensamiento, restringiéndose su aplicación a
un simple dogma con zonas “oscuras” prohibidas como era el arbol
del conocimiento de Adán y Eva.
Como
apunté en este post, las dimensiones superiores tienen que ver con
la información, con la mente.
Necesitamos ahora rescatar algunas de las ideas de la cultura de la
humanidad que han mantenido muchas filosofías antiguas. Usando la
terminología arcaica, los dos mundos que estamos considerando no son
otros que El Cielo(dimensiones superiores)
y La Tierra(espacio-tiempo).
Todas las culturas del pasado de la humanidad han diferenciado estos
dos mundos para interpretar el conjunto de la realidad que
experimentaban. En el Cielo
nos encontramos dioses, espíritus, ángeles, elfos, gnomos,
demonios, dragones, o extraterrestres, según la cultura que
estudiemos; y en la Tierra
nos encontramos los cinco elementos, plantas, animales, seres
humanos, planetas, estrellas, átomos, radiaciones electromagnéticas,
moléculas, protones, electrones, plasma...
Como
ya hemos visto en algún que otro post, la lógica racional
sirve únicamente para tratar asuntos de la Tierra(espacio-tiempo),
y desde que el hombre es hombre, se ha usado el arte
y la poesía para
tratar los asuntos del Cielo.
Todas las mitologías nacen de alegorías o expresiones artísticas,
que más tarde con el uso, puede que se queden como dogmas
religiosos. Pero ha quedado constancia en la Historia, que las
religiones paganas como la de la antigüedad clásica greco-romana y
egipcia, se reservaban la comprensión completa de la cosmología que
representaban para las iniciaciones místicas, separando el culto en
dos fases:
a) Las
historias aptas para niños y para el público en general.
b)
Comprensión a un nivel más profundo de la realidad mediante un
proceso guiado de “revelación”.
Evidentemente
la mitología que ha llegado hasta nuestro tiempo en la cultura
occidental son las historias para los niños, pues las religiones
monoteístas que se impusieron al principio de nuestra era ejercieron
una represión brutal contra de las iniciaciones místicas paganas,
la clave para comprender las expresiones artísticas que subyacen en
el mito, llevando de esta manera el pensamiento de occidente hacia la
fe ciega en la palabra
de Dios, a la interpretación literal
y no artística del
mito, que como hemos visto con anterioridad, resta comprensión al
Cielo, pues las
palabras literales son precisamente lógica racional
que únicamente sirve para comprender la Tierra en
sus relaciones causa-efecto.
De
esta manera descubrimos que el monoteísmo se basa precisamente en la
total ignorancia del ser humano respecto a las dimensiones superiores
o la mente, en la
prohibición, por medio al castigo después de la muerte, de obtener
el fruto del árbol del conocimiento; se exige del adepto obediencia
sin discusión a la
autoridad religiosa.
Y
normalmente esta autoridad religiosa exige al ser humano una vida
alejada de los placeres terrenales y que se consuele con la vida
después de la muerte. Hay muchos debates sobre la posibilidad de la
vida del más allá, sobre el concepto de la reencarnación, pero
ahora me desviaría del punto al que quiero llegar(si sabéis leer
entre líneas ya sabréis mi opinión al respecto). Muchas religiones
en la actualidad, incluído el hinduísmo y ciertos tipos de budismo,
predican el ascetismo: la renuncia a los asuntos terrenales, a la
Tierra, en beneficio
de lo que ellos consideran como Cielo
o realidad dimensional superior. En el enjambre cultural de la
actualidad, con la mezcla de cultos de todo tipo que la nueva
religión new age
adopta engullendo sin compasión ni comprensión, el ascetismo sigue
como norma en lo que
se considera la conducta “espiritual correcta”. Según la
religión hindú, la realidad terrenal no es más que una apariencia,
es decir, que es falsa, no existe, y lo único verdadero es el Cielo
o la realidad dimensional superior. Por eso se conoce Maya como el
velo de las apariencias, de la
misma manera que el platonismo consideró el mundo de las
ideas(realidad dimensional superior) como lo auténtico y verdadero,
y lo que nos muestran los sentidos son burdas copias de aquellas;
ascetismo. Más ascetismo, incluyendo una norma moral que premiaba a
las almas virtuosas(ascéticas), con una mejor reencarnación en la
proxima vida del alma... Ascetismo, más ascetismo.
Por
contra el taoísmo, que contiene una directa transmisión de los
conocimientos místicos siempre lo ha tenido muy claro; lo que
conlleva la comprensión
es la unión entre el Cielo y la Tierra en una fuerte comunión, en
donde puedes comprender el funcionamiento de la mente
al mismo tiempo que eres activo
en la Tierra en el
período de tiempo que dura tu vida, usando los conocimientos que te
brinda El Cielo para
mejorar tu satisfacción terrenal,
de la misma manera que el juego
diario de la vida(poniendo
de tu parte) puede hacerte comprender mejor El Cielo,
porque NO SON MUNDOS SEPARADOS, sino que se necesitan mútuamente, y
la comunicación entre ellos da FUERZA al ser humano que aprende a
funcionar en los dos
mundos, y el mundo de las ideas NO ES UN MUNDO ESTÁTICO, como
defendía Platón, sino que ES DINÁMICO,
y de la misma manera que los asuntos terrenales y las especies
EVOLUCIONAN, también
lo hacen los MUNDOS MENTALES,
influenciados por las decisiones LIBRES
DE LOS INDIVIDUOS QUE HAN APRENDIDO A CONTROLAR
SU MENTE SIN ESTAR INFLUENCIADOS POR LO QUE SE CONOCE COMO
KARMA(conducta
grupal, arquetipos de comportamento que influencian al individuo
desde el exterior).
Ala,
ahí queda eso...
Para
que nos quede claro: ni el materialismo(positivismo científico,
marxismo...) ni las religiones ascéticas(cristianismo, judaísmo,
rastafarismo, islam, budismo tibetano...) pueden dar respuesta a los
problemas que enfrenta actualmente la humanidad, que no tiene más
remedio que empezar a comprender que el problema está en la
separación tajante de los opuestos. En este post he usado
Cielo-Tierra, Materialismo-Espiritualismo, pero... a buen entendedor
pocas palabras bastan...
domingo, 14 de septiembre de 2014
Arte Vs. Ciencia: round 2
En
el post Arte vs Ciencia Round 1, expuse cómo Freud creó un
método para acercar los misterios del inconsciente al positivismo
científico que ha resultado en dogma, el sustituto perfecto a
la pérdida de fe en la religión tradicional.
Para
entender las ideas y los personajes hay que entender la época en
dónde vivieron. Finales del s.XIX y principios del s.XX es una época
marcada por el resurgimiento de las fuerzas de la naturaleza,
instintos, y pasiones que marcaron el romanticismo, el
auge de la ciencia materialista, darwinismo, receso de la influencia
de los dogmas judeocristianos en cuanto a las cuestiones humanas, y
sustitución de éstos por los recientes éxitos de la ciencia
racionalista y materialista. Paralelamente al racionalismo
científico, surge una revitalización del esoterismo, ocultismo,
espiritismo y paganismo, que se encontraba en estado latente en
Alemania. Primera Guerra Mundial, Revolución Comunista en Rusia,
pobreza en Europa, y Nacionalsocialismo como la respuesta Alemana al
problema humano. ¿Por qué Alemania empieza la caza de los judíos?
No es ningún secreto el hecho de que la doctrina filosófica Nazi
recibe influencias del paganismo y del hinduísmo. La esvástica como
bandera es el elemento indiscutible que demuestra la afición alemana
de la época por la filosofía hinduísta o budista.
El
Dios todopoderoso judeocristiano recibe estocadas tanto por parte del
paganismo-hinduísmo como por parte del racionalismo científico.
Europa del Este y Central ruge ante los cambios de mentalidad humana,
y un racionalismo planificador basado en el materialismo(comunismo)
compite con una mezcla de orgullo racial nórdico y
neopaganismo(nazismo).
El
nazismo perdió la guerra, y entonces quedaron enfrentados el
comunismo ateo con la reválida del pobre “Dios
Todopoderoso” judeocristiano, que resurge de sus cenizas ahora
refugiado en los Estados Unidos de América.
Entender
el concepto de los arquetipos mentales es crucial para no
perderse en la complejidad de la lucha en el mundo de las ideas y las
ideologías. No es nada nuevo decir que el comunista
simplemente cambia una creencia por otra, manteniendo el mismo
tipo de estructura mental que funcionaba bajo el cristianismo. Esta
afirmación la comparte Jung, un servidor, y numerosos escritores y
pensadores que vivieron en primera persona los intentos
revolucionarios en España como Hemingway o Orwell.
Dios
es bueno y cuida de nosotros.
se
cambia a:
El
Estado es bueno y cuidará de nosotros.
De
la misma manera, la creencia ciega en la verdad de las
escrituras religiosas se transforma en la creencia ciega en el
materialismo científico, negando firmemente cualquier posibilidad de
acción a “fuerzas ocultas” o místicas. Cambia la forma, la
expresión verbal, pero no los procedimientos mentales ni la manera
de creer y no querer escuchar alternativas. Tanto el
monoteísmo dogmático como el racionalismo científico mantienen en
común el uso exclusivo de la parte racional del cerebro, negando la
validez de la parte emocional, subjetiva, del terreno del arte y los
sentimientos. Nos encontramos de forma clara y evidente con el mismo
arquetipo mental, que simplemente cambia, muda de piel
manteniendo los rasgos más característicos que lo diferencian de
otros. El camuflaje de este arquetipo escurridizo fue
desubierto por Nietzsche, que lo bautizó como el Ideal
Ascético, pues simplemente se basa en el intento del dominio
racional de la mente sobre la parte irracional o emocional.
En otros términos, el sometimiento del inconsciente por parte de
la mente consciente.
Y
enmedio del caos de los incios del s.XX surge de entre la bruma un
médico con raíces judías que promulga un nuevo método de control
del inconsciente: Sigmund Freud. Su teoría de que todos los
problemas en la psique humana son causados por la represión del
instinto libidinoso causa uno de los múltiples revueltos de aquella
época. El instinto primordial, la madre del cordero de la
conducta humana pasa de aquella fuerza priomrdial y espontánea
que era la Voluntad de Schopenhauer, por la Voluntad de
Poder de Nietzsche, y se detiene en la Voluntad de Follar
de Freud.
No
hay nada de malo en usar una palabra u otra para designar aquello que
todos sabemos que juega un rol importante en nuestras vidas: el
instinto. El problema de Freud reside en la solución que plantea él
ante el problema de la violencia y el instinto humano. Freud cree que
la vida civilizada es una mascarada, una imposición, una prisión al
instinto animal más básico, que según él, siguiendo con el
materialismo darwinista de la época, és lo único auténtico en el
hombre. Y entiende que sin las normas de conducta de la vida en
sociedad, esto sería una guerra de todos contra todos
que terminaría con la destrucción de la cultura. Entonces es cuando
realiza una perífrasis, y paradójicamente pasa a justificar la
represión sobre los instintos al mismo tiempo que reconoce que son
la esencia humana.
La
solución racista-neopagana pierde la Segunda Guerra Mundial, y se
abre el camino al desarrollo del materialismo como doctrina
filosófica. Y entonces Freud juega un rol importante en el
asentamiento de la moral judeocristiana en la segunda
mitad del s.XX. Proporciona la solución al problema de los instintos
humanos con la vieja fórmula juedeocristiana(que él llamaría
superego), justificada de esta forma la moral judía
sobre las bases del materialismo científico, sustituyendo la Iglesia
de los domingos por las charlas con el psicoanalista.
¿Dónde
queda entonces la promesa del superhombre de Nietzsche?
¿Qué sucede con la esperada resurrección del espíritu
artístico de la antigua Grecia? ¿Dónde están los nuevos
valores que necesita el hombre para ser feliz? ¿Cómo integramos
armoniosamente nuestros instintos y nuestro interior en la sociedad?
¿Cómo expresamos nuestras emociones?
De
momento dejaremos hablar a una persona que conoció muy de cerca a
Sigmund Freud:
Jung:
Recuerdos, Sueños, Pensamientos (1961), capítulo
V: Sigmund Freud
“Ya
en 1900 leí la obra de Freud Interpretación de los
sueños. Dejé el libro a un lado porque no lo comprendía aún.
A los veinticinco años carecía de experiencia para poder comprobar
las teorías de Freud. Sólo fue más tarde cuando pude hacerlo. En
1903 volví a leerlo y descubrí la relación con mis propias ideas.
Lo que me interesó principalmente en esta obra fue la aplicación al
campo del sueño del concepto «mecanismo de represión», procedente
de la psicología de la neurosis. Esto era importante para mí,
porque en mis experimentos de asociación de palabras con frecuencia
surgían represiones: a ciertas palabras sugerentes, los pacientes no
sabían dar una respuesta asociativa, o se tomaban un tiempo
considerablemente largo para reaccionar. Como se comprobó
posteriormente, se presentaba este trastorno cada vez que la palabra
sugerente afectaba a un dolor o conflicto anímico. Pero ello era en
la mayoría de los casos desconocido por el paciente, y a mi pregunta
acerca de la causa del trastorno respondían de modo extraño y
rebuscado. La lectura de la Interpretación de los sueños de
Freud me mostró que aquí actuaba el mecanismo de la represión y
que los hechos observados por mí coincidían con su teoría. No
podía más que constatar sus conclusiones. Algo distinto sucedió en
relación con el tema de la represión. En este aspecto no podía dar
la razón a Freud. Él veía como causa de la represión el trauma
sexual y ello no me bastaba. En mi consulta conocí numerosos casos
de neurosis en los cuales la sexualidad desempeñaba un papel
meramente secundario, mientras que había otros factores en primer
plano, por ejemplo, el problema de la adaptación social, de la
opresión por circunstancias de la vida, las pretensiones de
prestigio, etc. Posteriormente le presenté a Freud tales casos, pero
él no admitía otros factores que no fueran la sexualidad. Esto me
pareció muy poco satisfactorio. “
“Nos
encontramos a la una del mediodía y hablamos durante trece
horas ininterrumpidamente, por así decirlo. Freud era el primer
hombre realmente importante que yo conocía. Ningún otro hombre de
los que entonces conocía podía equiparársele. En su actitud no
había nada de trivial. Le encontré extraordinariamente inteligente,
penetrante e interesante en todos los aspectos. Y pese a ello mis
primeras impresiones sobre él fueron poco claras y en parte
incomprendidas. Lo que me decía acerca de su teoría sexual me
impresionó. Sin embargo sus palabras no lograron disipar mis dudas y
reflexiones. Se las planteé más de una vez, pero siempre me
objetaba mi falta de experiencia. Freud llevaba razón: entonces no
poseía yo la experiencia suficiente para fundamentar mis argumentos.
Vi que su teoría sexual era extraordinariamente importante para él,
tanto en el sentido personal como filosófico. Ello me impresionó,
pero no podía explicarme exactamente hasta qué punto esta
valoración positiva dependía en él de premisas subjetivas y hasta
qué punto de experiencias concluyentes. En
especial, la posición de Freud respecto al espíritu me pareció muy
cuestionable. Siempre que en un hombre o en una obra de arte se
manifestaba el lenguaje de la espiritualidad, le parecía sospechoso
y dejaba entrever una «sexualidad reprimida». Lo que no podía
explicarse directamente como sexualidad, lo caracterizaba como
«psicosexualidad». Yo objetaba que su hipótesis, llevada a sus
lógicas conclusiones,
conducía a un juicio demoledor sobre la cultura. La cultura aparecía
como una mera farsa, como fruto morboso de la sexualidad reprimida.
«Ciertamente —concedía él—, así es. Ello es una maldición
del destino contra la cual nada podemos.» Yo no estaba dispuesto en
absoluto a darle la razón. Sin embargo, no me sentía maduro todavía
para entablar una polémica. Hay todavía algo en este primer
encuentro que me resultó significativo. Concierne a cosas que, sin
embargo, sólo logré comprender y meditar después del fin de
nuestra amistad. Era evidente que la teoría sexual de Freud
resultaba singularmente sugestiva. Cuando Freud hablaba de ello, su
voz se hacía imperiosa, angustiosa casi, y ya no se notaba nada de
su actitud crítica y escéptica. Una expresión extrañamente
agitada, una causa que no lograba yo aclarar, animaba su rostro. Me
impresionó profundamente que la sexualidad significara para él un
numinosum. Mi impresión quedó confirmada por una conversación que
tuvo lugar unos tres años después (1910), nuevamente en Viena.
Recuerdo todavía muy vivamente cómo me dijo Freud: «Mi querido
Jung, prométame que nunca desechará la teoría sexual. Es lo más
importante de todo. Vea usted, debemos hacer de ello un dogma, un
bastión inexpugnable.» Me dijo esto apasionadamente y en un tono
como si un padre dijera: «Y prométeme, mi querido hijo, ¡que todos
los domingos irás a misa!» Algo extrañado le pregunté: «Un
bastión ¿contra qué?» A lo que respondió: «Contra la negra
avalancha», aquí vaciló un instante y añadió: «del ocultismo».
En primer lugar fueron el «dogma» y el «bastión» lo que me
asustó; pues un dogma, es decir, un credo indiscutible, se postula
sólo allí donde se quiere reprimir una duda de una vez para
siempre. Pero esto ya no tiene nada que ver
con una opinión científica, sino sólo con un afán de poder
personal. Esto constituyó un rudo golpe para nuestra amistad. Yo
sabía que nunca podría aceptar esto. Lo que Freud parecía entender
por «ocultismo» era, más o menos, todo lo que la filosofía y la
religión, incluyendo la parapsicología, que por entonces estaba de
moda, tenían que decir sobre el alma. Para mí la teoría sexual era
igualmente «oculta», es decir, indemostrable, pura hipótesis
posible, como muchas otras concepciones especulativas. Una verdad
científica era para mí una hipótesis satisfactoria por el momento,
pero no un artículo
de fe para todos los tiempos. Sin poder entonces comprender esto
correctamente, había observado en Freud una secuela de factores
religiosos inconscientes. Manifiestamente quería alistarme para una
defensa común contra amenazadores signos inconscientes. La huella
que me dejó esta conversación contribuyó a mi confusión; pues
hasta entonces no había atribuido a la sexualidad el alcance de una
cuestión indecisa a la que se debe prestar fidelidad porque pudiera
perderse. Para Freud la sexualidad significaba, por lo visto, más
que para los demás. Era para él una res religiose observanda.
Bajo la influencia de tales ideas y cuestiones se incurre, por regla
general, en la desconfianza
y la reserva. Así, nuestras conversaciones terminaron pronto, tras
algunos balbucientes intentos por mi parte. Yo estaba profundamente
impresionado, confuso y desconcertado. Tenía la sensación de haber
lanzado una ojeada a un país nuevo y desconocido, de donde me
llegaban volando
bandadas de nuevas ideas. Una cosa estaba clara para mí: Freud, que
siempre hacía hincapié en su irreligiosidad, se había construido
un dogma, mejor dicho, en lugar del Dios celoso que había perdido,
había puesto una imagen forzosa, concretamente a la sexualidad; una
imagen que no era menos apremiante, exigente, despótica, amenazadora
y ambivalente moralmente. Del mismo modo
que
al más fuerte psíquicamente y por lo tanto, terrible, corresponden
los atributos de «divino» o «diabólico», la «libido sexual»
había adoptado en él el papel de un deus absconditus, de un
Dios oculto. La ventaja de esta mutación consistía para Freud en
que el nuevo principio numinoso le
parecía
irreprochable científicamente y libre de todo lastre religioso. Pero
en el fondo subsiste la numi-nosidad como propiedad psicológica de
los principios antagónicos inconmensurables racionalmente: Jehová y
sexualidad. Sólo había variado la denominación y con ello
ciertamente también el punto de vista: no era en lo alto donde había
que buscar lo perdido, sino abajo. Pero ¿qué le importa, al fin y al
cabo, al más fuerte, si se le define de éste o de otro modo? Si no
existiera psicología alguna sino sólo objetos concretos, se habría
en efecto destruido a uno, para colocar a otro en su lugar. En la
realidad, es decir, en el campo de la experiencia psicológica, no ha
desaparecido empero nada en absoluto de la
urgencia, angustia, coacción, etc. Como antes, se plantea la
cuestión de cómo aparece o desaparece el miedo, el remordimiento,
la culpa, la coacción, la inconsistencia y la impulsividad. Si no
proviene del lado diáfano, idealista, entonces quizá lo haga del
oscuro, del biológico. Como llamas momentáneamente oscilantes
pasaron por mi cabeza estos pensamientos. Mucho más tarde, cuando
medité sobre el carácter de Freud, se me hicieron importantes y
revelaron su significado. Un rasgo de su carácter me preocupaba en
especial: la amargura de Freud. Ya me llamó la atención en nuestro
primer encuentro. Durante mucho tiempo no logré comprenderlo hasta
que pude relacionarlo con su actitud respecto a la sexualidad. Para
Freud la sexualidad significaba ciertamente un numinoso, pero
en su teoría se expresa exclusivamente como función biológica.
Sólo la inquietud con que hablaba de ello permitía deducir que en
él resonaba más profundamente. En última instancia quería enseñar
—así por lo menos me lo pareció a mí— que, vista desde dentro,
la sexualidad implicaba también espiritualidad o tenía sentido. Su
terminología concreta era, sin embargo, demasiado limitada para
poder expresar esta idea. Así pues, me daba la impresión de que
trabajaba contra su propio objetivo y contra sí mismo; y no existe
amargura peor que la de un hombre convertido en el más encarnizado
enemigo de sí mismo. Según su propia expresión, se sentía
amenazado por la «negra avalancha», él, que
había propuesto principalmente vaciar las oscuras profundidades.
Freud no se preguntó nunca por qué debía hablar constantemente
sobre el sexo, por qué este pensamiento le poseía. Nunca tendría
consciencia de que en la «monotonía del significado» se expresaba
la huida de sí mismo, o de aquella
otra parte suya que quizás pudiera definirse como «mística». Sin
reconocer esta parte no podía sentirse acorde consigo mismo. Era
ciego frente a la paradoja y la ambigüedad de los significados del
inconsciente, y no sabía que todo cuanto emerge del inconsciente
posee algo superior e
inferior, algo interno y externo. Cuando se habla de lo externo —y
esto hizo Freud— se considera sólo la mitad de ello y,
consiguientemente, surge en el inconsciente una fuerza antagónica. Contra
esta parcialidad de Freud no había nada que hacer. Quizás una
íntima experiencia personal le hubiera podido abrir los ojos; pero a
lo mejor su mente lo hubiera reducido también a «mera sexualidad»
o «psicosexualidad». Fue prisionero de un punto de vista y
justamente por ello veo en él una figura trágica, pues era un gran
hombre.”
“Nietzsche,
entregado y supeditado a su destino, tuvo que crearse un
«superhombre». Freud, así concluí yo, quedó tan impresionado por
el poder del eros que quiso elevarlo a un numen religioso,
incluso a dogma —aere perennius. No es ningún secreto que
Zaratustra es el heraldo de un evangelio, y Freud compite incluso con
la Iglesia en su intención de canonizar los principios. No hizo esto
de un modo demasiado ostensible, pero sí, sin embargo, con la
intención, sospechosa para mí, de querer pasar por profeta. Levanta
la trágica reivindicación y la destruye a la vez. Así sucede casi
siempre con las numinosidades, y esto es lógico, pues en cierto
aspecto son verdaderas y en otro, inciertas. La vivencia luminosa se
eleva y se hunde a la vez. Si Freud hubiera observado mejor la verdad
psicológica de que la sexualidad es numinosa —es un Dios y un
Diablo— no se hubiera quedado atascado en la estrechez de un
concepto biológico. Y Nietzsche, con su entusiasmo, no se hubiera
situado al margen del mundo, si hubiera dado más importancia a los
fundamentos de la existencia humana.”
“La
conversación con Freud me mostró que él temía que la luz numinosa
de su teoría sexual pudiera extinguirse por la «negra avalancha».
De ello surgió una situación mitológica: la lucha entre luz y
tinieblas. Esto explica la numinosidad de esta cuestión y el
recurrir inmediatamente a un refugio religioso, a un dogma. En mi
próximo libro, que se ocupa de la psicología de la lucha heroica,
describo el trasfondo mítico de la extraña actitud de Freud. La
interpretación sexual por una parte y las ansias de poder del
«dogma» por otra me condujeron, en el transcurso de los años, al
problema tipológico, así como a la polaridad y energética del
alma. A ello siguió la investigación, durante varios decenios, de
la «negra avalancha del ocultismo»; intenté comprender las
premisas históricas conscientes e inconscientes de nuestra
psicología actual. Me interesaba oír las opiniones de Freud sobre
la precognición y sobre parapsicología en general. Cuando le visité
en 1909 en Viena le pregunté qué pensaba acerca de ello. De acuerdo
con su prejuicio materialista, rechazó radicalmente la cuestión
como algo absurdo, basándose en un positivismo tan superficial, que
me fue difícil no responderle con acritud. Transcurrieron todavía
algunos años hasta que Freud reconoció la importancia de la
parapsicología y la autenticidad de los fenómenos «ocultos».
Mientras Freud exponía sus argumentos, yo sentí una extraordinaria
sensación. Me pareció como si mi diafragma fuera de hierro y se
pusiera incandescente —una cavidad diafragmática incandescente. Y
en este instante sonó un crujido tal en la biblioteca, que se
hallaba inmediatamente junto a nosotros, que los dos nos asustamos.
Creímos que el armario caía sobre nosotros. Tan fuerte fue el
crujido. Le dije a Freud: «Esto ha sido un fenómeno de
exteriorización de los denominados catalíticos.» «¡Bah —dijo
él—, esto sí que es un absurdo!» «Pues no», le respondí, «se
equivoca usted, señor profesor. Y para probar que llevo razón le
predigo ahora que volverá inmediatamente a oírse otro crujido». Y,
efectivamente: ¡apenas había pronunciado estas palabras se oyó el
mismo crujido en la biblioteca! No sé aún hoy por qué tenía tal
certeza. Pero sabía con
toda exactitud que el crujido iba a repetirse. Freud me miró
horrorizado. No sé qué pensaba o qué miraba. En todo caso, este
hecho despertó su desconfianza hacia mí y yo tuve la sensación de
haberle hecho algo. Nunca más volví a hablarle de esto.”
“Mi
interés irritó a Freud. «Pues ¿qué le pasa a usted con estos
cadáveres?», me preguntó varias veces. Se disgustó mucho y
durante una conversación sobre ello en la mesa sufrió un mareo.
Después me dijo que estaba convencido de que esta charla sobre
cadáveres significaba que yo le deseaba la muerte. Quedé más
asombrado por esta opinión suya. Quedé asustado y ciertamente por
el poder de sus fantasías que podían llegar a ocasionarle un
desmayo.”
“Con
anterioridad, Freud había formulado ante mí repetidas alusiones a
que me consideraba su sucesor. Estas predicciones me resultaban
penosas, pues yo sabía que no sería capaz de patrocinar
correctamente sus opiniones, es decir, con el significado que él les
daba. Además, tampoco había logrado exponer mis objeciones de tal
modo que él pudiera aceptarlas, y sentía demasiado respeto por él
para poder exigir una explicación definitiva. La idea de que debía
encargarme de la dirección de un grupo me resultaba desagradable por
muchos motivos. No me interesaba una cosa así. No podía sacrificar
mi independencia espiritual y este aumento de prestigio me resultaba
incómodo porque no
significaba
otra cosa que un abandono de mis verdaderos fines. Para mí se
trataba de la investigación de la verdad y no de una cuestión de
prestigio personal.”
“Nuestro
viaje a los Estados Unidos, que emprendimos en 1909 en Bremen, duró
siete semanas. Estuvimos juntos todos los días y analizábamos
nuestros sueños. Tuve entonces sueños importantes, con los que
Freud no supo qué hacer. No le hice por ello censura alguna, pues al
mejor analista le puede suceder que no pueda descifrar el acertijo de
un sueño. Era un fallo humano y nunca me hubiera inclinado a
interrumpir nuestros análisis y nuestra relación me resultaba
sobremanera valiosa. Consideraba a Freud una personalidad de más
edad, más madura y de mayor experiencia, y a mí como a un hijo. Sin
embargo, sucedió algo que supuso un duro golpe a nuestras
relaciones. Freud tuvo un sueño cuyo contenido no estoy autorizado a
exponer. Lo interpreté lo mejor que supe, pero añadí que se podían
deducir muchas más cosas si quería comunicarme algunos detalles de
su vida privada. A estas palabras, Freud me miró extrañado —su
mirada estaba llena de desconfianza— y dijo: «El caso es que no
puedo arriesgar mi autoridad.» En este instante la perdió. Esta
frase se me grabó en la memoria. En ella estaba escrito el final de
nuestra relación. Freud colocaba la autoridad personal por encima de
la verdad.”
“Bajo
la influencia de la personalidad de Freud me había privado en lo
posible de mi propio juicio y reprimido mi sentido crítico. Esto
constituía la condición previa bajo la que podía colaborar. Me
decía a mí mismo: «Freud es mucho más experimentado y más hábil
que tú. Ahora escucha simplemente lo que él dice y aprende de él.»
Y entonces, para mi asombro, soñé que él era un funcionario
amargado de la monarquía austríaca, le soñé muerto, pero como
inspector de aduanas aún «en activo». ¿Significaba esto el deseo
de muerte que Freud mencionaba?”
“Naturalmente,
los hombres que nada saben de la naturaleza son neuróticos, pues no
se adaptan a la realidad. Son demasiado ingenuos, como niños, y se
les debe explicar, por así decirlo, que son hombres corno los demás.
Es verdad que con ello los neuróticos no están todavía curados y
sólo pueden conseguir recuperar la salud si se desprenden del cieno
de cada día. Pero sólo se encuentran a gusto en su situación de
represión, y ¿cómo podrían librarse de ella, si el psicoanálisis
no les revela algo mejor y distinto, si incluso la teoría los
aprisiona y sólo les deja como posibilidad de solución la decisión
«razonable» o «racional» de renunciar definitivamente a sus
chiquilladas? Pero esto es precisamente lo
que, por lo visto, no pueden hacer. ¿Y cómo podrían hacerlo si no
se les descubre algo en que poder apoyarse? No se puede rechazar
ninguna forma de vida sin sustituirla por otra. Un modo de vivir
totalmente razonable es en la práctica generalmente imposible,
máxime cuando, en principio, se es un neurótico. Ahora comprendía
por qué me resultaba del mayor interés la psicología personal de
Freud. Debía saber a toda costa cómo surgió su «solución
razonable». Ello era para mí una cuestión vital por cuya respuesta
estaba yo dispuesto a sacrificar mucho. Ahora lo veía claro. Él
mismo tenía una neurosis
y concretamente fácil de diagnosticar por sus síntomas bastante
desagradables, como descubrí en nuestro viaje a América. Me
descubrió entonces que todo el mundo es algo neurótico y que, por
lo tanto, hay que ser tolerante. Pero no me sentía dispuesto a
quedar satisfecho con esto, sino que quería saber mucho más, es
decir, cómo se puede evitar una neurosis. Había visto que ni Freud
ni sus discípulos podían comprender qué significaba el
psicoanálisis en la teoría y en la práctica, puesto que ni
siquiera el maestro había logrado resolver su propia neurosis.
Cuando anunció su intención de identificar y dogmatizar la teoría
y el método, ya no pude cooperar más con él, y no me quedó más
opción que retrotraerme a mí.”
Ahora
vamos a leer la opinión de Salvador Dalí sobre el creador del
psicoanálisis.
Salvador
Dalí, Diario de un genio, 11
de Mayo de 1957
“Ésta
es, en una única imagen visual, la prueba que aporto a mi tesis,
todavía no sostenida, según la cual Freud no sería otra cosa que
un «gran místico al revés». Ya que si su cerebro, pesado y
condimentado con todas las viscosidades del materialismo, en lugar de
colgar depresivamente, estirado por la fuerza de la gravedad de las
cloacas más subterráneas de las profundidades de la tierra, se
hubiera estirado, por el contrario, hacia el otro vértice, el de los
abismos celestiales, su propio cerebro, repito, en vez de parecerse
al caracol casi amoniacal de la muerte, se habría asemejado a la
gloriosa Asunción pintada por el Greco, de la que he hablado unas
líneas más arriba.
El
cerebro de Freud, uno de los más saborosos e importantes de nuestra
época, es, por excelencia, el caracol de la muerte terrestre. En
eso, por otra parte, reside la esencia de la constante tragedia del
pueblo judío, siempre privado de ese elemento primordial: la
Belleza, condición necesaria para alcanzar el pleno
conocimiento de Dios, que ha de ser de una belleza suprema.
Al
parecer, sin darme cuenta, dibujé la muerte terrestre de Freud en el
retrato al carbón que hice de él un año antes de su muerte.
Pretendía, especialmente, realizar un dibujo puramente morfológico
del genio del psicoanálisis, en lugar de intentar hacer de una forma
evidente, el retrato de un psicólogo.”
“Encasillo
a Freud sin la mayor vacilación en la categoría de los héroes. Ha
desplazado, en el aprecio del pueblo judío, al más grande de sus
héroes, el que hasta ahora gozaba de mayor prestigio: Moisés. Freud
ha demostrado que Moisés era egipcio y, en el prólogo de su libro
sobre Moisés —el mejor y el más trágico de todos sus libros—,
advertía a sus lectores que esta demostración había sido su tarea
más ambiciosa y más ardua, ¡pero también la más corrosivamente
amarga!”
Que le pregunten a una ninfómana o a un adicto al sexo, si la represión sexual es el único origen de todos sus problemas...
Que le pregunten a una ninfómana o a un adicto al sexo, si la represión sexual es el único origen de todos sus problemas...
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jueves, 11 de septiembre de 2014
¿Quién era Carl Jung?
Carl G. Jung, médico y psicólogo,
formó parte del círculo de Sigmund Freud que crearía el método
del psicoanálisis, pero llega un punto en que se distancia de las
teorías freudianas. Freud defendía que todos los porblemas de
personalidad en los adultos eran fruto de traumas de infancia no
resueltos que se quedaban latentes en el inconsciente. Por su parte
Jung pensaba que el comportamiento humano era demasiado complejo como
para recluirlo y atribuirlo en exclusividad a la “memoria de la
infancia”, y entonces crea su teoría del inconsciente
colectivo; una parte de la mente humana inconsciente que nos
conecta de alguna manera con los demás individuos, en donde residen
unos patrones de comportamiento universales llamados arquetipos.
Los arquetipos pueden mostrarse en forma de símbolos en los sueños,
son la fuente de la imaginación colectiva que creó la mitología en
épocas pasadas. Dioses, espíritus, demonios, ángeles,
extraterrestres... son la parte reconocible en nuestro pensamiento
racional, de “cosas” que superan la comprensión lógica de la
mente humana, que residen en lo incognoscible. No voy a posicionarme
en si estas “cosas” son realidad o fruto de la imaginación
humana, pues este es un debate filosófico fútil para el tema que
nos ocupa. Son realidad en la mente humana, pues son
pensamientos, y con esta apreciación nos bastará por el
momento.
Según Jung, el arquetipo tiene una
esencia y una apariencia, siguiendo con la filosofía Kantiana del
noumen y el fenoumen. Según la cultura o la educación(parte
racional y visible de la mente humana) que hayamos recibido, un mismo
arquetipo o principio de comportamiento puede manifestarse de una
forma u otra. Por ejemplo, si somos cristianos podemos soñar con
ángeles y demonios, y quizás aquel sueño tenga el mismo
significado profundo que el de un ateo que sueñe con distintas
figuras extraterrestres. Un arquetipo X puede tomar una forma u otra
en nuestra mente simbólica de los sueños o del lenguaje según la
cultura en donde se encuentre la persona.
Pero las teorías de Carl Jung han sido
ampliamente abandonadas tanto por la ciencia, como por la medicina y
los estudios reglados de psicología. ¿Por qué? Enlazo ahora con la
creencia oficial de lo que es “real”. Defender que las imágenes
de un sueño son algo así como “reales” supone a día de hoy
tener en contra a toda la estructura de los estudios universitarios,
con sus becarios, profesores interinos, profesores titulares,
catedráticos, y rectores que conforman este sistema de transmisión
de “conocimiento” con raíces en el sistema feudal, que en la
época de Internet y de las nuevas tecnologías todavía no ha
encontrado la oportunidad de modernizarse. Estamos hablando de un
sistema de “conocimiento” en donde para conseguir una plaza hay
que rendir pleitesía a tu superior, y hay que enseñar a los jóvenes
alumnos lo que diga el catedrático del departamento que lleva
viviendo como un rey desde hace cuarenta años y que desde que
consiguió la plaza no ha abierto ni una revista científica ni un
libro para informarse de las nuevas tendencias socioculturales. Pero
trabajan la mitad que un trabajador normal, y cobran cuatro veces
más.
Después de quedarme a gusto criticando
el sistema feudal-universitario, volvamos al estudio de la psicología
humana. Jung es defenestrado del sistema. Es un “hereje” porque no
comparte la visión materialista de la “ciencia”. Y digo la
palabra “hereje” porque Jung realiza una investigación
exhaustiva precisamente de los gnósticos, los acusados de herejía
durante la edad media, declarándose él mismo algo muy próximo a
“gnóstico”. La persona “gnósitca” es aquella que “conoce”.
El gnosticismo es un sistema de pensamiento enfocado a la realización
personal, a obtener el equilibrio entre las distintas facetas que
componen la vida humana, libre de obediencias externas como podrían
ser la de un estado opresor o la de una religión como la del
vaticano. El gnóstico ve por él mismo, y elige su propio camino.
Jung llegó a sus conclusiones después
de una vida dedicada el estudio de la mente humana, tanto mirando
hacia su interior, como analizando a sus pacientes. En la carrera de
psicología actual se enseñan, por contra, las teorías de Lacan,
una persona que realizó sus estudios con perros. Sí, con perros.
Esto no es ninguna metáfora despreciativa hacia ningún colectivo
humano. La psicología “humana” que se enseña en la universidad
está basada en la psicología del perro. Entonces me pregunto yo,
porque tengo una mente inquieta y a menudo me hago preguntas
subversivas: ¿no será que hay alguien en cierta posición de poder
a quien le interesa que el ser humano sea visto como un perro? ¿No
será que interesa que el ser humano funcione con estímulos
premio-castigo, y acate obedientemente las normas de su amo? ¿En
dónde quedan entonces los coneptos de conciencia, libertad,
responsabilidad, libre albedrío, si la psicología universitaria es
la del perro? Y si obedeciendo a tu amo llega un punto en que
encuentras que falta algo en tu vida, estás cansado de la monotonía,
sueñas cosas fantásticas que no tienen nada que ver con tu realidad
diaria, y te deprimes, entonces para eso están las compañías
farmacéuticas, que nos suministrarán inmediatamente antidepresivos
para que dejemos de hacernos estas preguntas “raras”.
Carl Jung: Recuerdos, sueños y pensamientos(1961). Extracto del capítulo 12: Últimos Pensamientos.
A
la luz siguen las tinieblas, la otra cara del Creador. Este
desarrollo alcanza su punto culminante en el siglo XX. Ahora el mundo
cristiano se enfrenta realmente con el principio del mal,
concretamente con la franca injusticia, tiranía, mentira, esclavitud
y coacción de conciencia. Esta manifestación del mal sin disimulo
ha adoptado en el pueblo ruso figura permanente al parecer, aunque el
primer brote de incendio
se produjo en los alemanes. De este modo se ha evidenciado hasta qué
grado está socavado el cristianismo del siglo XX. Frente a esto el
mal ya no se deja equiparar con el eufemismo de la inofensiva
privatio boni. El mal se ha convertido en realidad
determinante. Ya no se puede eliminar del mundo una perífrasis.
Debemos aprender a contar con él, pues quiere vivir con nosotros.
Cómo sería ello
posible: sin grandes desgracias no es de momento concebible. En todo
caso, necesitamos una reorientación, es decir una metanoia. Si se
habla del mal existe el peligro de caer en él. Y ya no está
permitido «caer», ni siquiera en el bien. Un supuesto bien en el
que se cae pierde su carácter moral. No se
trata de que se convirtiera en mal, pero desencadenaría malas
consecuencias por haber caído en él. Toda adicción es mala,
independientemente de si el narcótico es el alcohol, morfina o
idealismo. Tenemos que estar prevenidos de pensar sobre el bien y el
mal como opuestos absolutos. El criterio sobre la acción ética ya
no puede consistir en la simple visión que el bien tiene la fuerza
de un imperativo categórico, mientras que el llamado mal puede
resolutivamente ser evitado. El reconocimiento de la realidad del mal
necesariamente relativiza tanto al bien como al mal, convirtiendo a
las dos mitades en un todo paradójico. En la práctica esto
significa que el bien y el mal pierden su carácter absoluto y
nosotros nos vemos forzados a reflexionar que representan juicios. La
imperfección de todo juicio humano nos sugiere siempre la duda de si
nuestra opinión es siempre acertada.
También
podemos encontrarnos sometidos a un juicio falso. Por ello el
problema ético se capta solamente cuando nos sentimos inseguros
respecto a nuestra calificación moral. Con todo, debemos decidirnos
éticamente. La relatividad de lo «bueno» y lo «malo» no
significa en absoluto que estas categorías queden invalidadas o no
existan. El juicio moral se encuentra presente siempre y en todas
partes con sus consecuencias psicológicas características. Tal como
he subrayado en otro lugar, el error cometido, planeado y pensado se
vengará en nuestras aulas en el futuro igual que ha hecho hasta el
presente, independientemente de que el mundo haya cambiado o no para
nosotros. Son solamente los contenidos
del juicio los que sucumben a las condiciones de lugar y tiempo, y
varían paralelamente. La valoración moral se fundamenta siempre en
nuestro código de costumbres, que nos parece seguro, que pretende
saber lo que es bueno y malo. Pero ahora que sabemos lo inseguro que
es el fundamento, la decisión ética se convierte en una acto
creador subjetivo que sólo podemos asegurarnos concedente Deo,
es decir, necesitamos un impulso espontáneo y decisivo por parte del
inconsciente. La ética, es decir, la decisión entre Bien y Mal, no
es afectada por esto, sólo se dificulta. Nada puede ahorrarnos la
tortura de la decisión ética. Por esta razón, por duro que pueda
sonar, debemos de tener la libertad en algunas circunstancias de
evitar el conocido bien moral y realizar lo que es considerado como
malo, si nuestra decisión ética lo requiere. En otras palabras: no
hay que caer en los extremos. Frente a una parcialidad de ese tipo
disponemos del modelo del netineti de la filosofía India. En
ella el código de la moral, si el caso lo exige, se suprime sin
falta y se deja a la decisión ética del individuo. Esto no es en sí
nada nuevo, sino que se ha conocido ya desde la época prepsicológica
como «colisión de deberes».
El
individuo, sin embargo, es generalmente tan ignorante que desconoce
en absoluto sus propias posibilidades de elección y por esta razón
busca siempre angustiadamente las reglas y leyes externas en que
poder confiar en su desorientación. Visto desde la insuficiencia
humana general, una gran parte de culpa reside en la educación, que
promulga las antiguas generalizaciones y no dice nada sobre los
secretos de la experiencia personal. Además, todos los esfuerzos se
realizan en enseñar creencias idealizadas o conductas que la gente
sabe en sus corazones que nunca las podrán poner en práctica y
estos ideales son predicados por docentes que saben perfectamente
que nunca han vivido en estos altos estándares y nunca lo harán.
Esta manera de enseñar es aceptada sin reparos.
Así
pues, quien desee obtener una respuesta al actualmente planteado
problema del mal necesita en primera instancia un autoconocimiento
básico, es decir, el mejor conocimiento posible de su totalidad.
Debe saber sin paliativos hasta qué punto es capaz de hacer el bien
y qué crímenes puede cometer, y debe cuidarse de considerar a uno
como real y al otro como ilusorio. Ambas cosas son ciertas como posibilidad
y ni una cosa ni la otra se eludirán completamente, si quiere —como
debe— vivir sin autoengaño ni autodecepción. Sin embargo, en
general, se está desesperantemente lejos de un tal grado de
conocimiento, pese a que en muchos hombres de hoy sería
perfectamente posible un autoconocimiento más profundo. Tales
autoconocimientos son necesarios porque sólo en virtud de ellos
resulta posible aproximarse al aspecto básico o al núcleo de la
esencia humana, donde choca con los instintos. Los instintos son, a
priori, factores dinámicos de los que dependen en última instancia las
decisiones éticas de nuestra consciencia. Se trata del inconsciente
y sus contenidos, acerca de lo cual no existe ningún juicio
definitivo. Sólo se pueden tener prejuicios, pues no resulta posible
captar su esencia y fijarle límites racionales. Sólo se alcanza
conocimiento de la naturaleza mediante la
ciencia que amplía el campo de la consciencia, y por ello también
la ciencia necesita autoconocimiento profundo, es decir, necesita de
la psicología. Nadie construye un telescopio o microscopio, por así
decirlo, a pulso y con buena voluntad, sin conocimientos de óptica.
Hoy
necesitamos la psicología por razones vitales. Nos encontramos
perplejos, confusos y desorientados frente al fenómeno del
nazismo y del bolchevismo, porque no se sabe nada de los
hombres o sólo se tiene de ellos una imagen parcial y desfigurada.
Si tuviéramos autoconocimiento no sucedería esto. Ante nosotros se
alza la terrible cuestión del mal y no se sabe siquiera dar una
respuesta. Y si se supiera darla no se podría concebir «cómo pudo
suceder todo esto». Con genial ingenuidad
un estadista explica que no tiene «imaginación para el mal».
Completamente correcto: no se tiene imaginación para el mal, pero él
nos tiene a nosotros. Unos no quieren saber esto, otros se sienten
identificados con el mal. Tal es la actual situación psicológica
del mundo: unos se imaginan aún cristianos y creen que pueden
aplastar el llamado mal bajo sus pies; otros han caído en él y
ya no ven el bien. El mal se ha convertido actualmente en un Gran
Poder: una mitad de la humanidad se apoya en una doctrina fabricada
por la racionalización humana; la otra mitad enferma por falta de un
mito apropiado a la situación. En lo que respecta al pueblo
cristiano, su cristianismo está dormido y ha olvidado en el
transcurso de los siglos construir nuevamente su mito. No se ha
prestado atención a aquellos que expresaron los oscuros movimientos
de crecimiento en las concepciones míticas.
Un
Gioacchino da Fiore, un Maestro Eckhart, un Jakob Boehme y tantos
otros siguen siendo para las masas hombres oscuros. Un único rayo de
luz es Pío XII y su dogma. Pero ni siquiera se sabe de qué hablo
cuando digo esto. No se comprende que haya muerto un mito, si ya no
vive ni se desarrolla.
Nota:
sube el volumen y los graves de tu reproductor ;)
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Educación,
Libre Albedrío,
Psicología
miércoles, 20 de agosto de 2014
El Libermaxismo, la nueva ideología política
Bueno, me he cansado de estar en la
ambigüedad entre el liberalismo y el comunismo. En nuestra sociedad
la gente necesita de etiquetas, adoptar ideologías prefabricadas por
gente hace muchos años, y declararse de izquierdas, de derechas,
liberal, o socialista. En este post voy a unir de una vez por
todas el liberalismo puro con la lucha de clases marxista,
porque aunque nadie sea capaz de pensar más allá de los simples
clichés y etiquetas, las dos ideologías políticas tienen cosas en
común, y las dos están en contra del sistema corrupto actual. La
unión hace la fuerza, y no se va a poder cambiar el sistema hasta
que estas dos corrientes encuentren la manera de juntar esfuerzos
para derrocar al sistema bancario-estatal-corporativo que nos
gobierna, nos roba, y nos priva de libertad.
Lo primero que hay que hacer es definir
los términos, porque a menudo los malentedidos radican en el
lenguaje. Primero voy a definir los conceptos que se usan en el mundo
de la política:
Neoliberalismo: Política
reaccionaria iniciada en los años ochenta por Ronald Reagan y
Margaret Thatcher. Se basa en la defensa del libre mercado pero con
un fuerte gasto militar y el privilegio de la banca en la creación
del dinero, que se encuentra más allá del libre mercado, incluso
del estado. Acostumbran a defender la moral cristiana.
Socialdemocracia: Defensa tanto
del libre mercado como del privilegio de la banca, pero defienden que
el estado tiene que proveer de manera gratuita ciertos servicios como
son la educación, la sanidad, transporte... los recursos para el
gasto público necesario en teoría se obtendrían con el aumento de
impuestos a la clase rica, pero en la práctica se obtienen con
créditos a la banca con interés. En teoría defienden la laicidad
del estado, aunque en la práctica esto se convierte en un tipo de
creencia materialista, quizás heredada del materialismo dialéctico
de Marx. Al ser la educación controlada por el poder del estado, no
se enseña a respetar ni la libertad ni el libre albedrío, y no hay
alternativa posible.
Capitalismo: Alternancia entre
Neoliberalismo y Socialdemocracia, cada cuatro u ocho
años en un teatro mediático del nivel intelectual de un niño de
siete llamado Democracia. La banca controla tanto a los medios de
comunicación como a los partidos Neoliberales y Socialdemócratas,
así que no llega al votante la información sobre otras alternativas
reales al sistema.
Las alternativas reales que suponen un
cambio son precisamente el comunismo y el liberalismo extremo.
Comunismo: tiene el
inconveniente que el estado pasa a controlarlo todo. En teoría las
necesidades básicas de la población se pueden cubrir, pero se
suprime la libertad como pequeño hándicap sin importancia, y
siguiendo con la dialéctica marxista, surge una nueva clase
parasitaria del poder que se llama Partido Comunista. Nunca se
ha podido llegar al fin de las clases sociales o de la historia, como
había pronosticado erróneamente Marx...
Libertarianismo: sólo con
presencia en los países con fuerte tradición liberal(Inglaterra y
Estados Unidos), defienden una casi anarquía con un estado en
mínimas funciones(minarquía). La educación y la sanidad la pagan
los individuos, los impuestos son mínimos, nula burocracia, y
defensa a ultranza de la libertad individual. Defienden el libre
mercado incluso en la creación del dinero, lo que inhabilitaría el
monopolio bancario actual junto con sus privilegios. Para que nos
entendamos, esto significa que tú como ciudadano podrías pagar con
yenes aquí en España, con rublos, garbanzos,
participaciones en empresas, fichas de dominó... Eliminar el
Banco Central obligaría a los bancos a jugar con las reglas del
libre mercado en vez de funcionar como parásitos que cobran del
contribuyente. El pequeño inconveniente de la política libertariana
tal y como está planteada hoy en día, es que si llegan al poder,
dejarían de una tacada a más de la mitad de la población sin los
servicios básicos que les permite la subsistencia, lo que no solo no
va a suceder porque las clases bajas no son tan imbéciles como para
votarlos, sino que si por aquella casualidad de la vida llegasen al
poder, inmediatamente se originaría una revuelta social. Defienden
la libertad también en el consumo de drogas, abogando por la
legalización del comercio con cualquier sustancia: cocaína,
heroína, crack, DMT, LSD...
Ahora vamos a realizar una pirueta
intelectual y vamos a unir Comunismo con Libertariansimo.
Lo voy a llamar libermaxismo.
Libermaxismo: La finalidad del
libermaxismo es llegar al fin de la lucha de clases con un programa
diseñado para conseguir al cabo de pocos años la minarquía
que defienden los libertarios, pero con un poco de suavidad y
una reestructuración previa de la riqueza(ojo, no confundir con
capital, ya he comentado que ya no hay exclusividad en la
concepción del medio de intercambio o dinero). Para el libermaxismo,
la primera medida a tomar al llegar al poder sería el cierre de los
Bancos Centrales.
Esto provocaría la quiebra masiva de
bancos, corralitos como el de Argentina de hace unos años, así que
la población tendría que prepararse para funcionar con intercambio
de bienes o servicios hasta que las aguas de los bancos se calmasen
un poco y pudiesen hacer frente a la nueva manera de funcionar más
justa y digna para el ciudadano.
Liberalización de todos los
servicios públicos, pero con una diferencia respecto las
liberalizaciones que acostumbran a realizar los neoliberales. En vez
de dar la empresa pública al compañero de pupitre del presidente,
se daría a los trabajadores mediante participaciones en ella
según el cargo que ocupen, responsabilidad, o antigüedad. La
tierra es de quien la trabaja, como defendían los comunistas
hace siglos. Una parte de los hospitales y las escuelas que en la
actualidad son de propiedad pública se entregaría en forma de
participaciones a los ciudadanos empadronados según proximidad o
área de influencia. Los servicios básicos como la educación o la
sanidad tendrían de esta manera que competir para vender sus
servicios en el libre mercado. Terminaríamos así de una tacada con
la doctrinalización en la enseñanza y con los beneficios de la
industria farmacéutica, pues dejarían de estar pagados a fondo
perdido por el sistema público corrupto actual, y tendrían que
competir con la visión alternativa tanto de la educación como de la
salud humana, que en la actualidad quedan fuera del sistema. La
elección de un método u otro radicaría en el consumidor y en la
conciencia o creencia de cada uno.
Evidentemente que se defiende la
propiedad privada. La negación del concepto de propiedad es una
utopía que ha llevado las bonitas teorías marxistas hasta el
autoritarismo stalinista sin ningún respeto por la diferencia ni el
individuo. La propiedad otorga responsabilidad, algo
que evidentemente se pierde cuando manejas el llamado “dinero
público”, que se ha demostrado que siempre termina en los
bolsillos de los “amiguetes del gobierno de turno”. Las
cooperativas evidentemente que pueden existir en este sistema, cada
una según los estatutos que decidan sus miembros en su ejercicio de
la libertad y la propiedad.
La finalidad del gobierno, una vez
realizada la transición, será velar contra los monopolios y
mantener unas leyes simples y entenedoras en defensa de la
integridad física, la libertad, la libre asociación, y la propiedad
de los ciudadanos.
Se eliminarían los impuestos IVA e
IRPF. El estado reducido en funciones se mantendría con las
herencias(impuesto de sucesiones). Habrá que ganar dinero para
vivir, no para morir...
Cierre del espacio radioeléctrico. A
parte del peligro para la salud que supone la saturación de ondas
electromagnéticas actual, éstas se han usado en el siglo XX para
monopolizar, orientar, y/o guiar la opinión publica a través de la
radio y la televisión con técnicas goebbelianas(nazis). Con la
tecnología informática y la fibra óptica se evitan las radiaciones
electromagnéticas, y permiten la bidireccionalidad de la
información, un hecho que per se democratiza, descentraliza
la cultura favoreciendo el diálogo y la interacción entre los
ciudadanos.
Evidentemente que la ideología
política del libermaxismo es internacionalista y no racista.
Los estados libermaxistas pomoverán la libertad y el respeto hacia
los demás estados aunque todavía sean capitalistas.
En el siguiente vídeo vemos al libertario americano Ron Paul argumentando y exigiendo en el congreso el fin del Banco Central Americano(Reserva Federal).
Y aquí Natalie Cardone nos recuerda una de las víctimas del colonialismo Neoliberal americano.
El libermaxismo es la síntesis hegeliana que necesita la actualidad.
lunes, 18 de agosto de 2014
El malentendido en la "ciencia"
La gente acostumbra a separar la ciencia de la religión, a enfrentar lo que se puede probar empíricamente a la creencia ciega o fe. Esto es así porque en los albores de la ciencia, en el s.XVII, los primeros científicos como Copérnico o Galilei tuvieron que afrontar una dura resistencia del poder eclesiástico. Aquella confrontación llevó a una especie de pacto en donde los científicos pasarían a estudiar exclusivamente aquello observable y medible, y la fe religiosa seguiría con exclusividad en materias como la moral, el alma, la vida después de la muerte, es decir; los puntos claves de cualquier religión.
No hay que decir que los primeros filósofos griegos trataban indistintamente de cuestiones metafísicas como de físicas. Es después de la edad media en donde se separa la ciencia observable y medible de la metafísica. Y he aquí donde radica el malentendido que arrastramos hasta la actualidad. Para poder sobrevivir y crecer al margen del poder del Vaticano, la ciencia adoptó un principio filosófico que no se ha vuelto a replantear nunca jamás; sólo existe lo que puede observar y medir el ojo humano.
Pero no se engañen ustedes. La frase anterior no tiene nada de científica, pues no se puede ni demostrar ni rebatir. Y a lo largo de los siglos ha pasado de ser un acuerdo tácito en el método científico, a una verdad indiscutible, a ser una creencia. Y éste es el problema de la ciencia de hoy en día. Hemos comprendido muchas cosas del funcionamiento del cuerpo humano, podemos fabricar cohetes, aviones, ordenadores, pero estamos viviendo alrededor de una ciencia totalmente vacía de cualquier moral o principio ético, y por omisión, acaba triunfando la moral del máximo rendimiento econòmico por encima de otros valores como el libre albedrío y la libertad de culto sobre las cuestiones metafísicas. Hoy en día defender que el ser humano tiene algo como alma supone el ostracismo en los círculos académicos.
El funcionamiento de la mente es el tema más peliagudo del dogma materialista, pues los científicos a día de hoy no han podido esclarecer dónde se encuentra la mente. Evidentemente que no es un microchip que almacena unos y ceros como los ordenadores. Experimentos con ratas han dado la conclusión de que la memoria no se puede localizar en ningún lugar determinado del cerebro. Por otro lado, los sorprendentes experimentos en física cuántica revelan una misteriosa conexión entre la conciencia de los observadores y la manifestación visible de la materia, y se ha demostrado al mismo tiempo que la información(mente) viaja más allá del espacio-tiempo.
Ver post sobre física cuántica
Pero en el dogma universitario actual, no existe absolutamente nada más allá del mundo físico. La doctrina científica niega la metafísica, y la iglesia cristiana impide todavía realizar nuevas teorías al respecto, aferrándose a su ingente poder. Si le añadimos al desaguisado el interés mercantil de la industria farmacéutica para que toda la población del mundo consuma sus productos químicos “milagrosos” aprovechando la filosofía materialista en la que se basa la ciencia, entonces la humanidad se convierte en una masa de borregos que intenta sin éxito obtener satisfacción consumiendo bienes materiales, y drogas cuando seguimos sin encontrar nuestra felicidad.
Aldous Huxley y Orwell no pudieron visionar mejor la época en la que nos encontramos...
No hay que decir que los primeros filósofos griegos trataban indistintamente de cuestiones metafísicas como de físicas. Es después de la edad media en donde se separa la ciencia observable y medible de la metafísica. Y he aquí donde radica el malentendido que arrastramos hasta la actualidad. Para poder sobrevivir y crecer al margen del poder del Vaticano, la ciencia adoptó un principio filosófico que no se ha vuelto a replantear nunca jamás; sólo existe lo que puede observar y medir el ojo humano.
Pero no se engañen ustedes. La frase anterior no tiene nada de científica, pues no se puede ni demostrar ni rebatir. Y a lo largo de los siglos ha pasado de ser un acuerdo tácito en el método científico, a una verdad indiscutible, a ser una creencia. Y éste es el problema de la ciencia de hoy en día. Hemos comprendido muchas cosas del funcionamiento del cuerpo humano, podemos fabricar cohetes, aviones, ordenadores, pero estamos viviendo alrededor de una ciencia totalmente vacía de cualquier moral o principio ético, y por omisión, acaba triunfando la moral del máximo rendimiento econòmico por encima de otros valores como el libre albedrío y la libertad de culto sobre las cuestiones metafísicas. Hoy en día defender que el ser humano tiene algo como alma supone el ostracismo en los círculos académicos.
El funcionamiento de la mente es el tema más peliagudo del dogma materialista, pues los científicos a día de hoy no han podido esclarecer dónde se encuentra la mente. Evidentemente que no es un microchip que almacena unos y ceros como los ordenadores. Experimentos con ratas han dado la conclusión de que la memoria no se puede localizar en ningún lugar determinado del cerebro. Por otro lado, los sorprendentes experimentos en física cuántica revelan una misteriosa conexión entre la conciencia de los observadores y la manifestación visible de la materia, y se ha demostrado al mismo tiempo que la información(mente) viaja más allá del espacio-tiempo.
Ver post sobre física cuántica
Pero en el dogma universitario actual, no existe absolutamente nada más allá del mundo físico. La doctrina científica niega la metafísica, y la iglesia cristiana impide todavía realizar nuevas teorías al respecto, aferrándose a su ingente poder. Si le añadimos al desaguisado el interés mercantil de la industria farmacéutica para que toda la población del mundo consuma sus productos químicos “milagrosos” aprovechando la filosofía materialista en la que se basa la ciencia, entonces la humanidad se convierte en una masa de borregos que intenta sin éxito obtener satisfacción consumiendo bienes materiales, y drogas cuando seguimos sin encontrar nuestra felicidad.
Aldous Huxley y Orwell no pudieron visionar mejor la época en la que nos encontramos...
jueves, 31 de julio de 2014
¡Novela al canto! (2)
Extracto
de la segunda parte de la autobiografía de Salvador Dalí:
Diario de un genio.
Septiembre
de 1958:
Al día siguiente, mientras en la
cubierta del United States comienzo mi viaje de vuelta a
Europa, me digo: «Me
gustaría saber quién, en la actualidad, es capaz de, en un solo día
(día contenido ya en el espacio de tiempo del huevo excremencial de
mi sueño matutino), conseguir transmutar en creación preciosa todo
el tiempo sin forma y en bruto de mi material delirante. ¿Quién,
con el estallido de un huevo único, hubiera podido pegar en su
bigote toda la historia del pasado y el futuro del marxismo? ¿Quién
hubiera podido encontrar el número 77.758.469.312, la cifra mágica
capaz de extraviar en su posible camino toda la pintura abstracta y
el arte moderno en general? ¿Quién hubiera podido conseguir
introducir mi cuadro El
sueño cósmico de Cristóbal Colón
en el interior de un museo de mármol, tres años antes de que se
construyera el museo? ¿Quién, repito, en un solo día hubiera
podido cosechar, con los jazmines eróticos de Gala, tanta perfecta
pureza de huevos blanquísimos, que superan todo lo visto y lo que
queda por ver, y mezclarlos con las ideas más impecables de Dalí?
¿Quién, en efecto, sería capaz de vivir tanto y de agonizar tanto,
de abstenerse tanto de comer y de vomitar tanto, y de transmutar
tanto casi nada? ¡Quién sea capaz de hacerlo, que me arroje la
primera piedra! ¡Dalí está ya de rodillas para recibirla en pleno
pecho, pues esta piedra no puede ser otra que la piedra filosofal!»
¡Ya
está a la venta!
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