La gente acostumbra a separar la ciencia de la religión, a enfrentar lo que se puede probar empíricamente a la creencia ciega o fe. Esto es así porque en los albores de la ciencia, en el s.XVII, los primeros científicos como Copérnico o Galilei tuvieron que afrontar una dura resistencia del poder eclesiástico. Aquella confrontación llevó a una especie de pacto en donde los científicos pasarían a estudiar exclusivamente aquello observable y medible, y la fe religiosa seguiría con exclusividad en materias como la moral, el alma, la vida después de la muerte, es decir; los puntos claves de cualquier religión.
No hay que decir que los primeros filósofos griegos trataban indistintamente de cuestiones metafísicas como de físicas. Es después de la edad media en donde se separa la ciencia observable y medible de la metafísica. Y he aquí donde radica el malentendido que arrastramos hasta la actualidad. Para poder sobrevivir y crecer al margen del poder del Vaticano, la ciencia adoptó un principio filosófico que no se ha vuelto a replantear nunca jamás; sólo existe lo que puede observar y medir el ojo humano.
Pero no se engañen ustedes. La frase anterior no tiene nada de científica, pues no se puede ni demostrar ni rebatir. Y a lo largo de los siglos ha pasado de ser un acuerdo tácito en el método científico, a una verdad indiscutible, a ser una creencia. Y éste es el problema de la ciencia de hoy en día. Hemos comprendido muchas cosas del funcionamiento del cuerpo humano, podemos fabricar cohetes, aviones, ordenadores, pero estamos viviendo alrededor de una ciencia totalmente vacía de cualquier moral o principio ético, y por omisión, acaba triunfando la moral del máximo rendimiento econòmico por encima de otros valores como el libre albedrío y la libertad de culto sobre las cuestiones metafísicas. Hoy en día defender que el ser humano tiene algo como alma supone el ostracismo en los círculos académicos.
El funcionamiento de la mente es el tema más peliagudo del
dogma materialista, pues los científicos a día de hoy no han podido
esclarecer dónde se encuentra la mente. Evidentemente que no
es un microchip que almacena unos y ceros como los ordenadores.
Experimentos con ratas han dado la conclusión de que la memoria
no se puede localizar en ningún lugar determinado del cerebro. Por
otro lado, los sorprendentes experimentos en física cuántica
revelan una misteriosa conexión entre la conciencia de los
observadores y la manifestación visible de la materia, y se ha
demostrado al mismo tiempo que la información(mente) viaja más allá
del espacio-tiempo.
Ver post sobre física cuántica
Pero en el dogma universitario actual, no existe absolutamente
nada más allá del mundo
físico. La doctrina científica niega la metafísica, y la iglesia
cristiana impide todavía realizar nuevas teorías al respecto, aferrándose a su ingente poder. Si le añadimos al
desaguisado el interés mercantil de la industria farmacéutica para
que toda la población del mundo consuma sus productos químicos
“milagrosos” aprovechando la filosofía materialista en la que se
basa la ciencia, entonces la humanidad se convierte en una masa de
borregos que intenta sin éxito obtener satisfacción consumiendo
bienes materiales, y drogas
cuando seguimos sin encontrar nuestra felicidad.
Aldous Huxley y Orwell no pudieron visionar mejor la época en la
que nos encontramos...
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