Este blog está realizado con el objetivo de divulgar conocimientos sobre filosofía, ciencia, sociedad, política y espiritualidad en un intento de unir estas disciplinas que en la actualidad se estudian por separado. Continuar leyendo la presentación
No son nuevas las teorías que postulan
la existencia de distintos planos de realidad, de universos
paralelos, o de múltiples dimensiones. Como ya apunté en el
anterior post, la “realidad” del día a día puede separarse,
para que nos entendamos, entre el plano físico, y el
plano mental-espiritual. La
teoría Jungiana de los arquetipos y el inconsciente colectivo se
situaría en el el plano mental-espiritual, y podríamos dejar el
resto para la ciencia que nos enseñan en la universidad. Para
familiarizarnos con el concepto del multiverso, qué mejor que unas
historias fantásticas de un anime japonés llamado Urotsukidoji.
Como veremos en la presentación, según la película existen tres
mundos, el de los hombre-bestia o superhombres, el de los humanos que
todos conocemos, y luego está el de los demonios.
Las historias o
fábulas de elfos, vampiros... están muy extendidas en el folklore
universal, pero esta saga de anime es especial porque recoge
elementos filosóficos muy profundos de distintas culturas. Se
podría decir que Japón a lo largo de los siglos ha sido una esponja
absorbiendo e interpretando a su manera todas las corrientes de
pensamiento que llegaban a sus costas. Hinduísmo, budísmo, taoísmo,
y recientemente cristianismo, han nutrido las islas del sol naciente,
y podemos apreciarlo en el arte que exportan con el formato de
dibujos animados para adultos. La palabra manga
es asociada habitualmente al friquismo puro y duro en nuestras
tierras, provocando la consternación a aquellos espectadores
ocasionales que por error topan con alguno de estos films. Y es que
desde nuestra cultura occidental bienpensante, simplemente, no se
entiende. No es mi tarea en este post explicar el manga para
neófitos, pero sí que voy a usar la saga Urotsukidoji para explicar
los siguientes elementos filosóficos:
a)
De la misma manera que en el budismo y el hinduísmo, según la
leyenda de la película, la historia es cíclica. En contreto, cada
tres mil años aparece el Chojin,
una criatura misteriosa que tiene la curiosa tarea de destrozar
los tres mundos o universos paralelos para crear otros de nuevos.
Encontramos el paralelismo con la danza de Shiva del hinduísmo, y
los ciclos creación-destrucción que simboliza. La destrucción
de hecho no es el concepto que tenemos en occidente para esta
palabra, sinó que significa también regeneración.
En la película hay constantes referencias a este ciclo vital
desarrollo-muerte-resurrección.
b)
Se podrían interpretar los mundos paralelos como
Cielo,
el de los superhumanos, y como Infierno
el de los demonios, para buscar la analogía cristiana, pero nos
damos cuenta que esta asociación no termina de encajar. ¿Por qué?
Porque la película juega en todo momento con la arbitrariedad sobre
el bien
y el mal.
En el cristianismo ya sabemos que en el infierno están los malos y
en el cielo están los buenos, pero en Urotsukidoji no se sabe muy
bien quién es quíen. Eso sí, los demonios son un poco más tontos
y feos... y también están siempre follando... aunque los del
cielo... no os creáis... también se lo pasan de maravilla...
Cualquiera en la película arrima la ceboyeta a la primera ocasión...
porque... ¿qué significa el sexo sinó la unión de los opuestos?
Los tres mundos están unidos por la energía sexual; el prana,
kundalini, ki... la fuente de la vida y de la generación.
c)
Quien gobierna el Cielo es un anciano, y quien gobierna el Infierno
es una mujer. Los dos mundos se unen en contra del Chojin
en un intento desesperado de mantener las cosas tal y como estaban.
Evidentemente, fracasan. Las cosas no duran para siempre. Ni los
imperios, ni las naciones, ni las ideologías, ni la religiones...
todo está en un perpetuo cambio o evolución, como explicaba la
visión taoísta, una idea también de Heráclito, que se había
olvidado en occidente hasta la teoría
de la evolución de las especies...
En
el post Arte vs Ciencia Round 1, expuse cómo Freud creó un
método para acercar los misterios del inconsciente al positivismo
científico que ha resultado en dogma, el sustituto perfecto a
la pérdida de fe en la religión tradicional.
Para
entender las ideas y los personajes hay que entender la época en
dónde vivieron. Finales del s.XIX y principios del s.XX es una época
marcada por el resurgimiento de las fuerzas de la naturaleza,
instintos, y pasiones que marcaron el romanticismo, el
auge de la ciencia materialista, darwinismo, receso de la influencia
de los dogmas judeocristianos en cuanto a las cuestiones humanas, y
sustitución de éstos por los recientes éxitos de la ciencia
racionalista y materialista. Paralelamente al racionalismo
científico, surge una revitalización del esoterismo, ocultismo,
espiritismo y paganismo, que se encontraba en estado latente en
Alemania. Primera Guerra Mundial, Revolución Comunista en Rusia,
pobreza en Europa, y Nacionalsocialismo como la respuesta Alemana al
problema humano. ¿Por qué Alemania empieza la caza de los judíos?
No es ningún secreto el hecho de que la doctrina filosófica Nazi
recibe influencias del paganismo y del hinduísmo. La esvástica como
bandera es el elemento indiscutible que demuestra la afición alemana
de la época por la filosofía hinduísta o budista.
El
Dios todopoderoso judeocristiano recibe estocadas tanto por parte del
paganismo-hinduísmo como por parte del racionalismo científico.
Europa del Este y Central ruge ante los cambios de mentalidad humana,
y un racionalismo planificador basado en el materialismo(comunismo)
compite con una mezcla de orgullo racial nórdico y
neopaganismo(nazismo).
El
nazismo perdió la guerra, y entonces quedaron enfrentados el
comunismo ateo con la reválida del pobre “Dios
Todopoderoso” judeocristiano, que resurge de sus cenizas ahora
refugiado en los Estados Unidos de América.
Entender
el concepto de los arquetipos mentales es crucial para no
perderse en la complejidad de la lucha en el mundo de las ideas y las
ideologías. No es nada nuevo decir que el comunista
simplemente cambia una creencia por otra, manteniendo el mismo
tipo de estructura mental que funcionaba bajo el cristianismo. Esta
afirmación la comparte Jung, un servidor, y numerosos escritores y
pensadores que vivieron en primera persona los intentos
revolucionarios en España como Hemingway o Orwell.
Dios
es bueno y cuida de nosotros.
se
cambia a:
El
Estado es bueno y cuidará de nosotros.
De
la misma manera, la creencia ciega en la verdad de las
escrituras religiosas se transforma en la creencia ciega en el
materialismo científico, negando firmemente cualquier posibilidad de
acción a “fuerzas ocultas” o místicas. Cambia la forma, la
expresión verbal, pero no los procedimientos mentales ni la manera
de creer y no querer escuchar alternativas. Tanto el
monoteísmo dogmático como el racionalismo científico mantienen en
común el uso exclusivo de la parte racional del cerebro, negando la
validez de la parte emocional, subjetiva, del terreno del arte y los
sentimientos. Nos encontramos de forma clara y evidente con el mismo
arquetipo mental, que simplemente cambia, muda de piel
manteniendo los rasgos más característicos que lo diferencian de
otros. El camuflaje de este arquetipo escurridizo fue
desubierto por Nietzsche, que lo bautizó como el Ideal
Ascético, pues simplemente se basa en el intento del dominio
racional de la mente sobre la parte irracional o emocional.
En otros términos, el sometimiento del inconsciente por parte de
la mente consciente.
Y
enmedio del caos de los incios del s.XX surge de entre la bruma un
médico con raíces judías que promulga un nuevo método de control
del inconsciente: Sigmund Freud. Su teoría de que todos los
problemas en la psique humana son causados por la represión del
instinto libidinoso causa uno de los múltiples revueltos de aquella
época. El instinto primordial, la madre del cordero de la
conducta humana pasa de aquella fuerza priomrdial y espontánea
que era la Voluntad de Schopenhauer, por la Voluntad de
Poder de Nietzsche, y se detiene en la Voluntad de Follar
de Freud.
No
hay nada de malo en usar una palabra u otra para designar aquello que
todos sabemos que juega un rol importante en nuestras vidas: el
instinto. El problema de Freud reside en la solución que plantea él
ante el problema de la violencia y el instinto humano. Freud cree que
la vida civilizada es una mascarada, una imposición, una prisión al
instinto animal más básico, que según él, siguiendo con el
materialismo darwinista de la época, és lo único auténtico en el
hombre. Y entiende que sin las normas de conducta de la vida en
sociedad, esto sería una guerra de todos contra todos
que terminaría con la destrucción de la cultura. Entonces es cuando
realiza una perífrasis, y paradójicamente pasa a justificar la
represión sobre los instintos al mismo tiempo que reconoce que son
la esencia humana.
La
solución racista-neopagana pierde la Segunda Guerra Mundial, y se
abre el camino al desarrollo del materialismo como doctrina
filosófica. Y entonces Freud juega un rol importante en el
asentamiento de la moral judeocristiana en la segunda
mitad del s.XX. Proporciona la solución al problema de los instintos
humanos con la vieja fórmula juedeocristiana(que él llamaría
superego), justificada de esta forma la moral judía
sobre las bases del materialismo científico, sustituyendo la Iglesia
de los domingos por las charlas con el psicoanalista.
¿Dónde
queda entonces la promesa del superhombre de Nietzsche?
¿Qué sucede con la esperada resurrección del espíritu
artístico de la antigua Grecia? ¿Dónde están los nuevos
valores que necesita el hombre para ser feliz? ¿Cómo integramos
armoniosamente nuestros instintos y nuestro interior en la sociedad?
¿Cómo expresamos nuestras emociones?
De
momento dejaremos hablar a una persona que conoció muy de cerca a
Sigmund Freud:
“Ya
en 1900 leí la obra de Freud Interpretación de los
sueños. Dejé el libro a un lado porque no lo comprendía aún.
A los veinticinco años carecía de experiencia para poder comprobar
las teorías de Freud. Sólo fue más tarde cuando pude hacerlo. En
1903 volví a leerlo y descubrí la relación con mis propias ideas.
Lo que me interesó principalmente en esta obra fue la aplicación al
campo del sueño del concepto «mecanismo de represión», procedente
de la psicología de la neurosis. Esto era importante para mí,
porque en mis experimentos de asociación de palabras con frecuencia
surgían represiones: a ciertas palabras sugerentes, los pacientes no
sabían dar una respuesta asociativa, o se tomaban un tiempo
considerablemente largo para reaccionar. Como se comprobó
posteriormente, se presentaba este trastorno cada vez que la palabra
sugerente afectaba a un dolor o conflicto anímico. Pero ello era en
la mayoría de los casos desconocido por el paciente, y a mi pregunta
acerca de la causa del trastorno respondían de modo extraño y
rebuscado. La lectura de la Interpretación de los sueños de
Freud me mostró que aquí actuaba el mecanismo de la represión y
que los hechos observados por mí coincidían con su teoría. No
podía más que constatar sus conclusiones. Algo distinto sucedió en
relación con el tema de la represión. En este aspecto no podía dar
la razón a Freud. Él veía como causa de la represión el trauma
sexual y ello no me bastaba. En mi consulta conocí numerosos casos
de neurosis en los cuales la sexualidad desempeñaba un papel
meramente secundario, mientras que había otros factores en primer
plano, por ejemplo, el problema de la adaptación social, de la
opresión por circunstancias de la vida, las pretensiones de
prestigio, etc. Posteriormente le presenté a Freud tales casos, pero
él no admitía otros factores que no fueran la sexualidad. Esto me
pareció muy poco satisfactorio. “
“Nos
encontramos a la una del mediodía y hablamos durante trece
horas ininterrumpidamente, por así decirlo. Freud era el primer
hombre realmente importante que yo conocía. Ningún otro hombre de
los que entonces conocía podía equiparársele. En su actitud no
había nada de trivial. Le encontré extraordinariamente inteligente,
penetrante e interesante en todos los aspectos. Y pese a ello mis
primeras impresiones sobre él fueron poco claras y en parte
incomprendidas. Lo que me decía acerca de su teoría sexual me
impresionó. Sin embargo sus palabras no lograron disipar mis dudas y
reflexiones. Se las planteé más de una vez, pero siempre me
objetaba mi falta de experiencia. Freud llevaba razón: entonces no
poseía yo la experiencia suficiente para fundamentar mis argumentos.
Vi que su teoría sexual era extraordinariamente importante para él,
tanto en el sentido personal como filosófico. Ello me impresionó,
pero no podía explicarme exactamente hasta qué punto esta
valoración positiva dependía en él de premisas subjetivas y hasta
qué punto de experiencias concluyentes. En
especial, la posición de Freud respecto al espíritu me pareció muy
cuestionable. Siempre que en un hombre o en una obra de arte se
manifestaba el lenguaje de la espiritualidad, le parecía sospechoso
y dejaba entrever una «sexualidad reprimida». Lo que no podía
explicarse directamente como sexualidad, lo caracterizaba como
«psicosexualidad». Yo objetaba que su hipótesis, llevada a sus
lógicas conclusiones,
conducía a un juicio demoledor sobre la cultura. La cultura aparecía
como una mera farsa, como fruto morboso de la sexualidad reprimida.
«Ciertamente —concedía él—, así es. Ello es una maldición
del destino contra la cual nada podemos.» Yo no estaba dispuesto en
absoluto a darle la razón. Sin embargo, no me sentía maduro todavía
para entablar una polémica. Hay todavía algo en este primer
encuentro que me resultó significativo. Concierne a cosas que, sin
embargo, sólo logré comprender y meditar después del fin de
nuestra amistad. Era evidente que la teoría sexual de Freud
resultaba singularmente sugestiva. Cuando Freud hablaba de ello, su
voz se hacía imperiosa, angustiosa casi, y ya no se notaba nada de
su actitud crítica y escéptica. Una expresión extrañamente
agitada, una causa que no lograba yo aclarar, animaba su rostro. Me
impresionó profundamente que la sexualidad significara para él un
numinosum. Mi impresión quedó confirmada por una conversación que
tuvo lugar unos tres años después (1910), nuevamente en Viena.
Recuerdo todavía muy vivamente cómo me dijo Freud: «Mi querido
Jung, prométame que nunca desechará la teoría sexual. Es lo más
importante de todo. Vea usted, debemos hacer de ello un dogma, un
bastión inexpugnable.» Me dijo esto apasionadamente y en un tono
como si un padre dijera: «Y prométeme, mi querido hijo, ¡que todos
los domingos irás a misa!» Algo extrañado le pregunté: «Un
bastión ¿contra qué?» A lo que respondió: «Contra la negra
avalancha», aquí vaciló un instante y añadió: «del ocultismo».
En primer lugar fueron el «dogma» y el «bastión» lo que me
asustó; pues un dogma, es decir, un credo indiscutible, se postula
sólo allí donde se quiere reprimir una duda de una vez para
siempre. Pero esto ya no tiene nada que ver
con una opinión científica, sino sólo con un afán de poder
personal. Esto constituyó un rudo golpe para nuestra amistad. Yo
sabía que nunca podría aceptar esto. Lo que Freud parecía entender
por «ocultismo» era, más o menos, todo lo que la filosofía y la
religión, incluyendo la parapsicología, que por entonces estaba de
moda, tenían que decir sobre el alma. Para mí la teoría sexual era
igualmente «oculta», es decir, indemostrable, pura hipótesis
posible, como muchas otras concepciones especulativas. Una verdad
científica era para mí una hipótesis satisfactoria por el momento,
pero no un artículo
de fe para todos los tiempos. Sin poder entonces comprender esto
correctamente, había observado en Freud una secuela de factores
religiosos inconscientes. Manifiestamente quería alistarme para una
defensa común contra amenazadores signos inconscientes. La huella
que me dejó esta conversación contribuyó a mi confusión; pues
hasta entonces no había atribuido a la sexualidad el alcance de una
cuestión indecisa a la que se debe prestar fidelidad porque pudiera
perderse. Para Freud la sexualidad significaba, por lo visto, más
que para los demás. Era para él una res religiose observanda.
Bajo la influencia de tales ideas y cuestiones se incurre, por regla
general, en la desconfianza
y la reserva. Así, nuestras conversaciones terminaron pronto, tras
algunos balbucientes intentos por mi parte. Yo estaba profundamente
impresionado, confuso y desconcertado. Tenía la sensación de haber
lanzado una ojeada a un país nuevo y desconocido, de donde me
llegaban volando
bandadas de nuevas ideas. Una cosa estaba clara para mí: Freud, que
siempre hacía hincapié en su irreligiosidad, se había construido
un dogma, mejor dicho, en lugar del Dios celoso que había perdido,
había puesto una imagen forzosa, concretamente a la sexualidad; una
imagen que no era menos apremiante, exigente, despótica, amenazadora
y ambivalente moralmente. Del mismo modo
que
al más fuerte psíquicamente y por lo tanto, terrible, corresponden
los atributos de «divino» o «diabólico», la «libido sexual»
había adoptado en él el papel de un deus absconditus, de un
Dios oculto. La ventaja de esta mutación consistía para Freud en
que el nuevo principio numinoso le
parecía
irreprochable científicamente y libre de todo lastre religioso. Pero
en el fondo subsiste la numi-nosidad como propiedad psicológica de
los principios antagónicos inconmensurables racionalmente: Jehová y
sexualidad. Sólo había variado la denominación y con ello
ciertamente también el punto de vista: no era en lo alto donde había
que buscar lo perdido, sino abajo. Pero ¿qué le importa, al fin y al
cabo, al más fuerte, si se le define de éste o de otro modo? Si no
existiera psicología alguna sino sólo objetos concretos, se habría
en efecto destruido a uno, para colocar a otro en su lugar. En la
realidad, es decir, en el campo de la experiencia psicológica, no ha
desaparecido empero nada en absoluto de la
urgencia, angustia, coacción, etc. Como antes, se plantea la
cuestión de cómo aparece o desaparece el miedo, el remordimiento,
la culpa, la coacción, la inconsistencia y la impulsividad. Si no
proviene del lado diáfano, idealista, entonces quizá lo haga del
oscuro, del biológico. Como llamas momentáneamente oscilantes
pasaron por mi cabeza estos pensamientos. Mucho más tarde, cuando
medité sobre el carácter de Freud, se me hicieron importantes y
revelaron su significado. Un rasgo de su carácter me preocupaba en
especial: la amargura de Freud. Ya me llamó la atención en nuestro
primer encuentro. Durante mucho tiempo no logré comprenderlo hasta
que pude relacionarlo con su actitud respecto a la sexualidad. Para
Freud la sexualidad significaba ciertamente un numinoso, pero
en su teoría se expresa exclusivamente como función biológica.
Sólo la inquietud con que hablaba de ello permitía deducir que en
él resonaba más profundamente. En última instancia quería enseñar
—así por lo menos me lo pareció a mí— que, vista desde dentro,
la sexualidad implicaba también espiritualidad o tenía sentido. Su
terminología concreta era, sin embargo, demasiado limitada para
poder expresar esta idea. Así pues, me daba la impresión de que
trabajaba contra su propio objetivo y contra sí mismo; y no existe
amargura peor que la de un hombre convertido en el más encarnizado
enemigo de sí mismo. Según su propia expresión, se sentía
amenazado por la «negra avalancha», él, que
había propuesto principalmente vaciar las oscuras profundidades.
Freud no se preguntó nunca por qué debía hablar constantemente
sobre el sexo, por qué este pensamiento le poseía. Nunca tendría
consciencia de que en la «monotonía del significado» se expresaba
la huida de sí mismo, o de aquella
otra parte suya que quizás pudiera definirse como «mística». Sin
reconocer esta parte no podía sentirse acorde consigo mismo. Era
ciego frente a la paradoja y la ambigüedad de los significados del
inconsciente, y no sabía que todo cuanto emerge del inconsciente
posee algo superior e
inferior, algo interno y externo. Cuando se habla de lo externo —y
esto hizo Freud— se considera sólo la mitad de ello y,
consiguientemente, surge en el inconsciente una fuerza antagónica. Contra
esta parcialidad de Freud no había nada que hacer. Quizás una
íntima experiencia personal le hubiera podido abrir los ojos; pero a
lo mejor su mente lo hubiera reducido también a «mera sexualidad»
o «psicosexualidad». Fue prisionero de un punto de vista y
justamente por ello veo en él una figura trágica, pues era un gran
hombre.”
“Nietzsche,
entregado y supeditado a su destino, tuvo que crearse un
«superhombre». Freud, así concluí yo, quedó tan impresionado por
el poder del eros que quiso elevarlo a un numen religioso,
incluso a dogma —aere perennius. No es ningún secreto que
Zaratustra es el heraldo de un evangelio, y Freud compite incluso con
la Iglesia en su intención de canonizar los principios. No hizo esto
de un modo demasiado ostensible, pero sí, sin embargo, con la
intención, sospechosa para mí, de querer pasar por profeta. Levanta
la trágica reivindicación y la destruye a la vez. Así sucede casi
siempre con las numinosidades, y esto es lógico, pues en cierto
aspecto son verdaderas y en otro, inciertas. La vivencia luminosa se
eleva y se hunde a la vez. Si Freud hubiera observado mejor la verdad
psicológica de que la sexualidad es numinosa —es un Dios y un
Diablo— no se hubiera quedado atascado en la estrechez de un
concepto biológico. Y Nietzsche, con su entusiasmo, no se hubiera
situado al margen del mundo, si hubiera dado más importancia a los
fundamentos de la existencia humana.”
“La
conversación con Freud me mostró que él temía que la luz numinosa
de su teoría sexual pudiera extinguirse por la «negra avalancha».
De ello surgió una situación mitológica: la lucha entre luz y
tinieblas. Esto explica la numinosidad de esta cuestión y el
recurrir inmediatamente a un refugio religioso, a un dogma. En mi
próximo libro, que se ocupa de la psicología de la lucha heroica,
describo el trasfondo mítico de la extraña actitud de Freud. La
interpretación sexual por una parte y las ansias de poder del
«dogma» por otra me condujeron, en el transcurso de los años, al
problema tipológico, así como a la polaridad y energética del
alma. A ello siguió la investigación, durante varios decenios, de
la «negra avalancha del ocultismo»; intenté comprender las
premisas históricas conscientes e inconscientes de nuestra
psicología actual. Me interesaba oír las opiniones de Freud sobre
la precognición y sobre parapsicología en general. Cuando le visité
en 1909 en Viena le pregunté qué pensaba acerca de ello. De acuerdo
con su prejuicio materialista, rechazó radicalmente la cuestión
como algo absurdo, basándose en un positivismo tan superficial, que
me fue difícil no responderle con acritud. Transcurrieron todavía
algunos años hasta que Freud reconoció la importancia de la
parapsicología y la autenticidad de los fenómenos «ocultos».
Mientras Freud exponía sus argumentos, yo sentí una extraordinaria
sensación. Me pareció como si mi diafragma fuera de hierro y se
pusiera incandescente —una cavidad diafragmática incandescente. Y
en este instante sonó un crujido tal en la biblioteca, que se
hallaba inmediatamente junto a nosotros, que los dos nos asustamos.
Creímos que el armario caía sobre nosotros. Tan fuerte fue el
crujido. Le dije a Freud: «Esto ha sido un fenómeno de
exteriorización de los denominados catalíticos.» «¡Bah —dijo
él—, esto sí que es un absurdo!» «Pues no», le respondí, «se
equivoca usted, señor profesor. Y para probar que llevo razón le
predigo ahora que volverá inmediatamente a oírse otro crujido». Y,
efectivamente: ¡apenas había pronunciado estas palabras se oyó el
mismo crujido en la biblioteca! No sé aún hoy por qué tenía tal
certeza. Pero sabía con
toda exactitud que el crujido iba a repetirse. Freud me miró
horrorizado. No sé qué pensaba o qué miraba. En todo caso, este
hecho despertó su desconfianza hacia mí y yo tuve la sensación de
haberle hecho algo. Nunca más volví a hablarle de esto.”
“Mi
interés irritó a Freud. «Pues ¿qué le pasa a usted con estos
cadáveres?», me preguntó varias veces. Se disgustó mucho y
durante una conversación sobre ello en la mesa sufrió un mareo.
Después me dijo que estaba convencido de que esta charla sobre
cadáveres significaba que yo le deseaba la muerte. Quedé más
asombrado por esta opinión suya. Quedé asustado y ciertamente por
el poder de sus fantasías que podían llegar a ocasionarle un
desmayo.”
“Con
anterioridad, Freud había formulado ante mí repetidas alusiones a
que me consideraba su sucesor. Estas predicciones me resultaban
penosas, pues yo sabía que no sería capaz de patrocinar
correctamente sus opiniones, es decir, con el significado que él les
daba. Además, tampoco había logrado exponer mis objeciones de tal
modo que él pudiera aceptarlas, y sentía demasiado respeto por él
para poder exigir una explicación definitiva. La idea de que debía
encargarme de la dirección de un grupo me resultaba desagradable por
muchos motivos. No me interesaba una cosa así. No podía sacrificar
mi independencia espiritual y este aumento de prestigio me resultaba
incómodo porque no
significaba
otra cosa que un abandono de mis verdaderos fines. Para mí se
trataba de la investigación de la verdad y no de una cuestión de
prestigio personal.”
“Nuestro
viaje a los Estados Unidos, que emprendimos en 1909 en Bremen, duró
siete semanas. Estuvimos juntos todos los días y analizábamos
nuestros sueños. Tuve entonces sueños importantes, con los que
Freud no supo qué hacer. No le hice por ello censura alguna, pues al
mejor analista le puede suceder que no pueda descifrar el acertijo de
un sueño. Era un fallo humano y nunca me hubiera inclinado a
interrumpir nuestros análisis y nuestra relación me resultaba
sobremanera valiosa. Consideraba a Freud una personalidad de más
edad, más madura y de mayor experiencia, y a mí como a un hijo. Sin
embargo, sucedió algo que supuso un duro golpe a nuestras
relaciones. Freud tuvo un sueño cuyo contenido no estoy autorizado a
exponer. Lo interpreté lo mejor que supe, pero añadí que se podían
deducir muchas más cosas si quería comunicarme algunos detalles de
su vida privada. A estas palabras, Freud me miró extrañado —su
mirada estaba llena de desconfianza— y dijo: «El caso es que no
puedo arriesgar mi autoridad.» En este instante la perdió. Esta
frase se me grabó en la memoria. En ella estaba escrito el final de
nuestra relación. Freud colocaba la autoridad personal por encima de
la verdad.”
“Bajo
la influencia de la personalidad de Freud me había privado en lo
posible de mi propio juicio y reprimido mi sentido crítico. Esto
constituía la condición previa bajo la que podía colaborar. Me
decía a mí mismo: «Freud es mucho más experimentado y más hábil
que tú. Ahora escucha simplemente lo que él dice y aprende de él.»
Y entonces, para mi asombro, soñé que él era un funcionario
amargado de la monarquía austríaca, le soñé muerto, pero como
inspector de aduanas aún «en activo». ¿Significaba esto el deseo
de muerte que Freud mencionaba?”
“Naturalmente,
los hombres que nada saben de la naturaleza son neuróticos, pues no
se adaptan a la realidad. Son demasiado ingenuos, como niños, y se
les debe explicar, por así decirlo, que son hombres corno los demás.
Es verdad que con ello los neuróticos no están todavía curados y
sólo pueden conseguir recuperar la salud si se desprenden del cieno
de cada día. Pero sólo se encuentran a gusto en su situación de
represión, y ¿cómo podrían librarse de ella, si el psicoanálisis
no les revela algo mejor y distinto, si incluso la teoría los
aprisiona y sólo les deja como posibilidad de solución la decisión
«razonable» o «racional» de renunciar definitivamente a sus
chiquilladas? Pero esto es precisamente lo
que, por lo visto, no pueden hacer. ¿Y cómo podrían hacerlo si no
se les descubre algo en que poder apoyarse? No se puede rechazar
ninguna forma de vida sin sustituirla por otra. Un modo de vivir
totalmente razonable es en la práctica generalmente imposible,
máxime cuando, en principio, se es un neurótico. Ahora comprendía
por qué me resultaba del mayor interés la psicología personal de
Freud. Debía saber a toda costa cómo surgió su «solución
razonable». Ello era para mí una cuestión vital por cuya respuesta
estaba yo dispuesto a sacrificar mucho. Ahora lo veía claro. Él
mismo tenía una neurosis
y concretamente fácil de diagnosticar por sus síntomas bastante
desagradables, como descubrí en nuestro viaje a América. Me
descubrió entonces que todo el mundo es algo neurótico y que, por
lo tanto, hay que ser tolerante. Pero no me sentía dispuesto a
quedar satisfecho con esto, sino que quería saber mucho más, es
decir, cómo se puede evitar una neurosis. Había visto que ni Freud
ni sus discípulos podían comprender qué significaba el
psicoanálisis en la teoría y en la práctica, puesto que ni
siquiera el maestro había logrado resolver su propia neurosis.
Cuando anunció su intención de identificar y dogmatizar la teoría
y el método, ya no pude cooperar más con él, y no me quedó más
opción que retrotraerme a mí.”
Ahora
vamos a leer la opinión de Salvador Dalí sobre el creador del
psicoanálisis.
Salvador
Dalí, Diario de un genio, 11
de Mayo de 1957
“Ésta
es, en una única imagen visual, la prueba que aporto a mi tesis,
todavía no sostenida, según la cual Freud no sería otra cosa que
un «gran místico al revés». Ya que si su cerebro, pesado y
condimentado con todas las viscosidades del materialismo, en lugar de
colgar depresivamente, estirado por la fuerza de la gravedad de las
cloacas más subterráneas de las profundidades de la tierra, se
hubiera estirado, por el contrario, hacia el otro vértice, el de los
abismos celestiales, su propio cerebro, repito, en vez de parecerse
al caracol casi amoniacal de la muerte, se habría asemejado a la
gloriosa Asunción pintada por el Greco, de la que he hablado unas
líneas más arriba.
El
cerebro de Freud, uno de los más saborosos e importantes de nuestra
época, es, por excelencia, el caracol de la muerte terrestre. En
eso, por otra parte, reside la esencia de la constante tragedia del
pueblo judío, siempre privado de ese elemento primordial: la
Belleza, condición necesaria para alcanzar el pleno
conocimiento de Dios, que ha de ser de una belleza suprema.
Al
parecer, sin darme cuenta, dibujé la muerte terrestre de Freud en el
retrato al carbón que hice de él un año antes de su muerte.
Pretendía, especialmente, realizar un dibujo puramente morfológico
del genio del psicoanálisis, en lugar de intentar hacer de una forma
evidente, el retrato de un psicólogo.”
“Encasillo
a Freud sin la mayor vacilación en la categoría de los héroes. Ha
desplazado, en el aprecio del pueblo judío, al más grande de sus
héroes, el que hasta ahora gozaba de mayor prestigio: Moisés. Freud
ha demostrado que Moisés era egipcio y, en el prólogo de su libro
sobre Moisés —el mejor y el más trágico de todos sus libros—,
advertía a sus lectores que esta demostración había sido su tarea
más ambiciosa y más ardua, ¡pero también la más corrosivamente
amarga!”
Que
le pregunten a una ninfómana o a un adicto al
sexo, si la represión sexual es el único origen de todos
sus problemas...
Todos hemos visto la película de
ciencia ficción protagonizada por Keanu Reeves, Matrix.
Y se habla en muchos foros sobre el
significado poético de la película, a menudo ligado con las teorías
de la conspiración, que vivimos en una mentira programada,
etc.
Pero, ¿eso es todo? ¿El concepto de
la Matrix o mundo de las apariencias es nuevo en la película?
No.
¿Qué tiene que ver la realidad
virtual que se podría crear con la tecnología informática con el
mundo que ven nuestro ojos?
Matrix es Maya, el velo de la realidad
tridimensional de la cultura hinduísta. La mayoría de los mortales
vive atrapado en Maya, y solo los que han alcanzado la iluminación
espiritual son capaces de rasgar su velo para ver más allá,
alcanzar las dimensiones superiores, conectarse con el mundo onírico
y del inconsciente humano.
¿Pero por qué se usa en la ciencia
ficción la metáfora de los ordenadores, cuando estamos hablando de
un concepto tan antiguo como el hinduísmo?
Para entender la película Matrix hay
que tener en cuenta que no es la primera película en tratar este
tema. El concepto de la Maya unido a la realidad virtual de los
ordenadores lo inicia el escritor de ciencia ficción William Gibson
en su novela Neuromante en el año 84.
Y hay que ver la película de anime
japonesa Ghost in the Shell realizada diez años antes de Matrix para
entender ciertos conceptos cruciales. La impresionante robot de
última generación nos sorprende con unos misteriosos diálogos
filosóficos sobre la materia...
Pero de momento volvamos a
Neuromante... La novela está escrita en la época de resaca del auge de los alucinógenos que caracterizaron los años sesenta y setenta. De hecho, el programador informático
protagonista se mete de todo...
Aquí enlazo con el post sobre
psicodélicos, y también con la teoría de los campos morfogenéticos
de este post, con la teoría de los arquetipos mentales de Carl
Gustav Jung, y con el concepto de las dimensiones superiores que
explicarían los misterios en la física cuántica que trato en este post.
¿Y por qué la realidad virtual, si
estamos hablando de algo tan antiguo como los estados alterados de
conciencia, hinduísmo o misticismo? ¿Qué tiene que ver esto con
las nuevas tecnologías de la información?
Nada.
¿Y entonces por qué se usa la
realidad virtual para hablar sobre el más allá? Vayamos por partes:
Como he dicho, estamos hablando de
campos mentales, de información, de inconsciente colectivo.
INFORMACIÓN
La realidad virtual de los computadores
es una metáfora para referirse a la red mental(no informática) que
interconecta a todos los seres humanos.
¿Matrix es Internet?
No.
Pero aquí viene el punto complicado,
amigos, pues la red de información de Internet puede servir de
puente entre la mente consciente de los humanos y la que se esconde
tras el velo de Maya... ;) stay tunned...
Cuando el miedo llegó, fue como un
amigo a medias olvidado. No el frío y rápido mecanismo paranoico de
la dextroamfetamina, sino, simple miedo animal. Hacía tanto tiempo
que vivía en un filo de constante ansiedad que casi había olvidado
lo que era el miedo verdadero.
Neuromante, pag 29
—Creo que estás
jodido, Case. Aparezco y directamente me encajas en tu visión de la
realidad.
Neuromante,
pag 38
Friedrich
Nietzsche, El Nacimiento de la Tragedia, capítulo uno:
Mucho
es lo que habremos ganado para la ciencia estética cuando hayamos
llegado no sólo a la intelección
lógica, sino a la seguridad inmediata de la intuición de que el
desarrollo del arte está ligado a la duplicidad de lo apolíneo y
de lo dionisíaco: de modo similar a como la generación depende de
la dualidad de los sexos, entre los cuales la lucha es constante y la
reconciliación se efectúa sólo periódicamente. Esos nombres se
los tomamos en préstamo a los griegos, los cuales hacen perceptibles
al hombre inteligente las profundas doctrinas secretas de su visión
del arte, no, ciertamente, con conceptos, sino con las figuras
incisivamente claras del mundo de sus dioses. Con sus dos divinidades
artísticas, Apolo y Dioniso, se enlaza nuestro conocimiento de que
en el mundo griego subsiste una antítesis enorme, en cuanto a origen
y metas, entre el arte del escultor, arte apolíneo, y el arte
no-escultórico de la música, que es el arte de Dioniso: esos dos
instintos tan diferentes marchan uno al lado de otro, casi siempre en
abierta discordia entre sí y excitándose mutuamente a dar a luz
frutos nuevos y cada vez más vigorosos, para perpetuar en ellos la
lucha de aquella antítesis, sobre la cual sólo en apariencia tiende
un puente la común palabra «arte»: hasta que, finalmente, por un
milagroso acto metafísico de la «voluntad» helénica, se muestran
apareados entre sí, y en ese apareamiento acaban engendrando la obra
de arte a la vez dionisíaca y apolínea de la tragedia ática.
Para
poner más a nuestro alcance esos dos instintos imaginémonoslos, por
el momento, como los mundos artísticos separados del sueño y de la
embriaguez; entre los cuales fenómenos fisiológicos puede
advertirse una antítesis correspondiente a la que se da entre lo
apolíneo y lo dionisíaco. En el sueño fue donde, según Lucrecio,
por vez primera se presentaron ante las almas de los hombres las
espléndidas figuras de los dioses, en el sueño era donde el gran
escultor veía la fascinante estructura corporal de seres
sobrehumanos, y el poeta helénico, interrogado acerca de los
secretos de la procreación poética, habría mencionado asimismo el
sueño y habría dado una instrucción similar a la que da Hans Sachs
en Los maestros cantores:
Amigo
mío, ésa es precisamente la obra del poeta,
el
interpretar y observar sus sueños.
Creedme,
la ilusión más verdadera del hombre
se
le manifiesta en el sueño:
todo
arte poético y toda poesía
no
es más que interpretación de sueños que dicen la verdad.
La
bella apariencia de los mundos oníricos, en cuya producción cada
hombre es artista completo, es el presupuesto de todo arte
figurativo, más aún, también, como veremos de una mitad importante
de la poesía. Gozamos en la comprensión inmediata de la figura,
todas las formas nos hablan, no existe nada indiferente ni
innecesario. En la vida suprema de esa realidad onírica tenemos, sin
embargo, el sentimiento traslúcido de su apariencia: al menos ésta
es mi experiencia, en favor de cuya reiteración, más aún,
normalidad, yo podría aducir varios testimonios y las declaraciones
de los poetas. El hombre filosófico tiene incluso el presentimiento de
que también por debajo de esta realidad en que nosotros vivimos y
somos yace oculta una realidad
del todo distinta, esto es, que también aquélla es una apariencia:
y Schopenhauer llega a decir que el signo distintivo de la aptitud
filosófica es ese don gracias al Cual los seres humanos y todas las
cosas se nos presentan a veces como meros fantasmas o imágenes
oníricas. La relación que el filósofo mantiene con la realidad de
la existencia es la que el hombre sensible al arte mantiene con la
realidad del sueño; la contempla con minuciosidad y con gusto: pues
de esas imágenes saca él su interpretación de la vida, mediante
esos sucesos se ejercita para la vida. Y no son sólo acaso las
imágenes agradables y amistosas las que él experimenta en sí con
aquella inteligibilidad total: también las cosas serias, oscuras,
tristes, tenebrosas, los obstáculos súbitos, las bromas del azar,
las esperas medrosas, en suma, toda la «divina comedia» de la vida,
con su Inferno, desfila ante él, no sólo como un juego de sombras
- pues también él vive y sufre en esas escenas - y, sin embargo,
tampoco sin aquella fugaz sensación de apariencia; y tal vez más
de uno recuerde, como yo, haberse gritado a veces en los peligros y
horrores del sueño, animándose a sí mismo, y con éxito: «¡Es un
sueño! ¡Quiero seguir soñándolo!». Así me lo han contado
también personas que fueron capaces de prolongar durante tres y más
noches consecutivas la causalidad de uno y el mismo sueño: hechos
estos que dan claramente testimonio de que nuestro ser más íntimo,
el substrato común de todos nosotros, experimenta el sueño en sí
con profundo placer y con alegre necesidad.
Esta
alegre necesidad propia de la experiencia onírica fue expresada
asimismo por los griegos en su Apolo: Apolo, en cuanto dios de todas
las fuerzas figurativas, es a la vez el dios vaticinador. Él, que
es, según su raíz, «el Resplandeciente», la divinidad de la luz,
domina también la bella apariencia del mundo interno de la fantasía.
La verdad superior, la perfección propia de estos estados, que
contrasta con la sólo fragmentariamente inteligible realidad diurna,
y además la profunda consciencia de que en el dormir y el soñar la
naturaleza produce unos efectos salvadores y auxiliadores, todo eso
es a la vez el analogon simbólico de la capacidad vaticinadora y, en
general, de las artes, que son las que hacen posible y digna de
vivirse la vida. Pero esa delicada línea que a la imagen onírica no
le es lícito sobrepasar para no producir un efecto patológico, ya
que, en caso contrario, la apariencia nos engañaría presentándose
como burda realidad - no es lícito que falte tampoco en la imagen de
Apolo: esa mesurada limitación, ese estar libre de las emociones
más salvajes, ese sabio sosiego del dios-escultor. Su ojo tiene que
ser «solar», en conformidad con su origen; aun cuando esté
encolerizado y mire con malhumor, se halla bañado en la solemnidad
de la bella apariencia. Y así podría aplicarse a Apolo, en un
sentido excéntrico, lo que Schopenhauer dice del hombre cogido en el
velo de Maya. El mundo como voluntad y representación, I, p. 416:
«Como sobre el mar embravecido, que, ilimitado por todos lados,
levanta y abate rugiendo montañas de olas, un navegante está en una
barca, confiando en la débil embarcación; así está tranquilo, en
medio de un mundo de tormentos, el hombre individual, apoyado y
confiando en el principium individuationis [principio de
individuación] ». Más aún, de Apolo habría que decir que en él
han alcanzado su expresión más sublime la confianza inconclusa en
ese principium y el tranquilo estar allí de quien se halla cogido
en él, e incluso se podría designar a Apolo como la magnífica
imagen divina del principium individuationis, por cuyos gestos y
miradas nos hablan todo el placer y sabiduría de la «apariencia»,
junto con su belleza. En
ese mismo pasaje nos ha descrito Schopenhauer el enorme espanto que
se apodera del ser humano cuando a éste le dejan súbitamente
perplejo las formas de conocimiento de la apariencia, por parecer que
el principio de razón sufre, en alguna de sus configuraciones, una
excepción. Si a ese espanto le añadimos el éxtasis delicioso que,
cuando se produce esa misma infracción del principium
individuationis, asciende desde el fondo más íntimo del ser
humano, y aun de la misma naturaleza, habremos echado una mirada a la
esencia de lo dionisíaco, a lo cual la analogía de la embriaguez
es la que más lo aproxima a nosotros. Bien por el influjo de la
bebida narcótica, de la que todos los hombres y pueblos originarios
hablan con himnos, bien con la aproximación poderosa de la
primavera, que impregna placenteramente la naturaleza toda, despiértanse
aquellas emociones dionisíacas en cuya intensificación lo subjetivo
desaparece hasta llegar al completo olvido de sí. También en la
Edad Media alemana iban rodando de un lugar para otro, cantando y
bailando bajo el influjo de esa misma violencia dionisíaca,
muchedumbres cada vez mayores: en esos danzantes de san Juan y san
Vito reconocemos nosotros los coros báquicos de los griegos, con su
prehistoria en Asia Menor, que se remontan hasta Babilonia y hasta
los saces orgiásticos. Hay hombres que, por falta de experiencia o
por embotamiento de espíritu, se apartan de esos fenómenos como de
«enfermedades populares», burlándose de ellos o lamentándolos,
apoyados en el sentimiento de su propia salud: los pobres no
sospechan, desde luego, qué color cadavérico y qué aire fantasmal
ostenta precisamente esa «salud» suya cuando a su lado pasa
rugiendo la vida ardiente de los entusiastas dionisíacos.
Bajo
la magia de lo dionisíaco no sólo se renueva la alianza entre los
seres humanos: también la naturaleza
enajenada, hostil o subyugada celebra su fiesta de reconciliación
con su hijo perdido, el hombre. De manera espontánea ofrece la
tierra sus dones, y pacíficamente se acercan los animales rapaces de
las rocas y del desierto. De flores y guirnaldas está recubierto el
carro de Dioniso: bajo su yugo avanzan la pantera y el tigre.
Transfórmese el himno A la alegría de Beethoven en una pintura y no
se quede nadie rezagado con la imaginación cuando los millones se
postran estremecidos en el polvo: así será posible aproximarse a lo
dionisíaco. Ahora el esclavo es hombre libre, ahora quedan rotas
todas las rígidas, hostiles delimitaciones que la necesidad, la
arbitrariedad o la «moda insolente» han establecido entre los
hombres.
Ahora,
en el evangelio de la armonía universal, cada uno se siente no sólo
reunido, reconciliado, fundido con su prójimo, sino uno con él,
cual si el velo de Maya estuviese desgarrado y ahora sólo ondease de
un lado para otro, en jirones, ante lo misterioso Uno primordial.
Cantando y bailando manifiéstase el ser humano como miembro de una
comunidad superior: ha desaprendido a andar y a hablar y está en
camino de echar a volar por los aires bailando. Por sus gestos habla
la transformación mágica. Al igual que ahora los animales hablan y
la tierra da leche y miel, también en él resuena algo sobrenatural:
se siente dios, él mismo camina ahora tan estático y erguido como
en sueños veía caminar a los dioses. El ser humano no es ya un
artista, se ha convertido en una obra de arte: para suprema
satisfacción deleitable de lo Uno primordial, la potencia artística
de la naturaleza entera se revela aquí bajo los estremecimientos de
la embriaguez. El barro más noble, el mármol más precioso son aquí
amasados y tallados, el ser humano, y a los golpes de cincel del
artista dionisíaco de los mundos resuena la llamada de los misterios
eleusinos: «¿Os postráis,
millones? ¿Presientes tú al creador, oh mundo?». -
Estas son algunas líneas de la canción de Eric Clapton It's in the way that you use it, que apunta a la relatividad de los juicios, una manera de comprender la "realidad" que sobrepasa el estudio racionalista habitual con que hemos sido educados. Algo que los artistas de TODOS los tiempos siempre han tenido en cuenta, de la misma manera que los místicos, pues este concepto es el de la dualidad ying-yang, sol-luna, cielo-infierno, vida-muerte...
Y a ver si nos replanteamos ya de una vez por todas la moral judeocristiana, que se basa precisamente en negar la interrelación de los opuestos, es decir, en una burda mentira...
La clave está en cómo lo usas.
It's in the way that you use it,
It comes and it goes.
It's in the way that you use it,
Boy don't you know.
And if you lie you will lose it,
Feelings will show.
So don't you ever abuse it,
Don't let it go.
Nobody's right till somebody's wrong.
Nobody's weak till somebody's strong.
No one gets lucky till luck comes along.
Nobody's lonely till somebody's gone.
And if you lie you will lose it,
Feelings will show.
So don't you ever abuse it,
Don't let it go.
I've seen dark skies, never like this.
Walked on some thin ice, never like this.
I've told you white lies, never like this.
Looked into true eyes, never like this.
Voy a usar la conocida saga de Star
Wars para hablar sobre los conceptos del bien y el mal. Como todo el
mundo sabe, en la serie hay unos jedis que se supone tienen
poderes “extranormales”, y que hay los buenos, y los malos, como
en toda película con pretensiones de ser comercial. Pero hay en la
trama, sobretodo en los capítulos V y VI, la segunda y la tercera en
orden cronológico de estreno... ciertas claves de conocimiento
oculto, pistas sobre la llamada iluminación espiritual. En el primer
video, vemos cómo Yoda explica a su discípulo Luke que tenga
cuidado con el lado oscuro(rabia, miedo...), y que la fuerza solo se debe usar para
obtener conocimiento, y para la defensa. Luego le dice que entre en
una especie de caverna en donde prevalece el lado oscuro.
—¿Qué hay allí? —pregunta el
inocente Luke.
—Solo lo que lleves contigo —responde el solícito jedi. —Tus armas. No las necesitas. —Continúa
el maestro.
Evidentemente, Luke es joven y
orgulloso, y se pasa el consejo del pequeño hombre verde por sus
mismísimos c***
Lo siento por la repepetición de la escena... no encontré otro video mejor...
La entrada en la caverna del lado
oscuro es la bajada a los infiernos de la antiguedad clásica.
Hércules, Eneas, Ulises, o Teseo también pasan por esta prueva
iniciática en los mitos.
http://revistareplicante.com/el-descenso-a-los-infiernos/
¿Y qué encuentra Luke allí? Pues
encuentra un espejo de sus miedos. Encuentra la proyección mental de
aquello que teme (Vader). Pero el cachondo guionista de la película
nos pone un acertijo no fácil de descifrar. Cuando Luke derrota a la
imagen de Vader, la máscara se abre en el suelo, y muestra el rostro
de quién Luke acababa de decapitar: él mismo.
Evidentemente, esta bajada en los
infiernos no es nada más que un ejercicio de autoconocimiento. El
lado oscuro de Luke es, Luke.
Y voy a poner la batalla final de la
peli, en donde su padre quiere tentarlo para que se pase al lado
oscuro con él, y reine la família Skywalker en la galaxia. ¿Y cómo
lo hace? Pues de una manera sutil... Le dice que libere su rabia, que
descarge el odio contra él. En estas peleas, Luke siempre se debate
entre la rabia y el control emocional.
Ahora vamos a ver la escena final de la
última película. Aquí es el emperador que seduce a Luke para que
descarge el odio irracional y la rabia. Al pequeño Luke realmente
le entra un ataque de violencia tal, que se carga al Vader. Pero
luego es capaz de volver en sí, y calma sus nervios. Aquí demuestra
su plenitud como Jedi, y de paso el guionista se carga la teoría
freudiana del complejo de Edipo, une el bien con el mal, y padre e
hijo acaban con el emperador. Final feliz...
Y creo que todo el mundo sabe que la
fuerza es el chi, prana, kundalini, ki, o energía. Algo que está
más allá del bien y el mal. No existe una energía positiva y otra
de negativa. Usando la analogía con la electricidad, lo que hay son
dos polos(positivo y negativo), pero la descarga por la unión de los
dos polos es simplemente, energía...
En
este post expliqué el concepto de la proyección de una figura
tridimensional en un plano bidimensional, con el objetivo de promover
el hemisferio derecho del cerebro, el pensamiento 3D; imágenes,
arte, poesía...
Ahora
vamos a dejar ya de una vez por todas la realidad física
tridimensional, y vamos a descubrir qué son las dimensiones
superiores. Agarrate a la silla, y sigue leyendo pausadamente. Nos va
a introducir en las dimensiones superiores nada más y nada menos que
David Bohm, el físico nuclear discípulo del mismísimo Einstein:
Bohm,
La Totalidad y el Orden Implicado, pg. 116
“La
teoría cuántica tiene una relación no local fundamentalmente
nueva, que puede describirse como una conexión no causal de
elementos mutuamente distantes, y que nos ha aportado el experimento
de Einstein, Podolsky y Rosen. No es necesario para nuestros
propósitos que entremos en detalles técnicos sobre esta relación
no local. Todo lo que nos importa aquí es que, si estudiamos las
implicaciones de la teoría cuántica, nos encontraremos con que el
análisis de un sistema total según un conjunto de partículas
independientes pero interactuantes, se viene abajo de un modo
radicalmente nuevo. En su lugar se descubre, tanto por la
interpretación de las ecuaciones matemáticas como por los
resultados de experimentos reales, que las diferentes partículas se
deben considerar literalmente como proyecciones de
una realidad con más de tres dimensiones que no puede
justificarse si consideramos cualquier fuerza que interactúe con
ellas.”
Ya
se que no habéis entendido nada del párrafo anterior, pero
tranquilos, que de esto se trata ;) Lo que nos tiene que quedar claro
es que la realidad tridimensional que percibe la vista es tan sólo
una pequeña parte de cosas mucho más complejas. La realidad
tridimensional es en el fondo, una mera ilusión que se construye
nuestra mente con el objetivo de que nuestro organismo pueda tener
éxito en sus quehaceres diarios. Y bien, ¿qué es lo que hay más
allá? Pues más allá está la propia mente, la memoria, las
emociones... Algo que no puede estudiarse en el marco científico
actual, porque éste parte de un supuesto erróneo: el marco
cartesiano. Ahora volvamos a Bohm; que los mismos científicos nos
iluminen...
Bohm,
La Totalidad y el Orden Implicado, pg. 15
“La
tendencia predominante en la física moderna está en contra de
cualquier actitud abierta a una actividad formativa sobre la
totalidad no dividida del movimiento fluyente. De hecho, se les está
quitando importancia a los aspectos de la teoría de la relatividad y
de la teoría cuántica que sugieren la necesidad de tal modo de ver
las cosas, y, en realidad, pocas veces dan cuenta de ello la mayoría
de los físicos, porque generalmente se considera que estos aspectos
no son más que aspectos del cálculo matemático, y no indicios de
la naturaleza real de las cosas. Cuando esto llega al lenguaje
informal y al modo de pensar en física, que influye en la
imaginación y provoca el sentimiento de lo que es real y sustancial,
la mayoría de los físicos todavía hablan y piensan, con un
absoluto convencimiento de que poseen la verdad, según el criterio
tradicional atomístico de que el universo está constituido por
partículas elementales que son los «ladrillos básicos» con lo que
está hecho todo. En otras ciencias, como la biología, la fuerza de
sus convicciones es todavía mayor, porque, entre los investigadores
de estos campos, existe un leve conocimiento del carácter
revolucionario del desarrollo de la física moderna. Por ejemplo, los
biólogos moleculares modernos creen generalmente que, en última
instancia, la totalidad de la vida y del pensamiento podrá
comprenderse en términos más o menos mecánicos cuando se haga una
especie de ampliación del trabajo que se ha realizado ya con la
estructura y la función de las moléculas del ADN. Una tendencia
similar ha comenzado ya a dominar la psicología. Así llegamos al
estrambótico resultado de que, en el estudio de la vida y la mente,
que son precisamente los campos en los que es más evidente para la
experiencia y la observación que la causa formativa actúa en un
movimiento fluyente no dividido ni fragmentado, se da ahora la
creencia más amplia en el sistema fragmentario atomista de
acercamiento a la realidad.
Desde
luego, la tendencia predominante de la ciencia, la de pensar y
percibir según una propia idea fragmentaria del mundo, forma parte
de un movimiento más amplio que se ha ido desarrollando a lo largo
de las épocas y que hoy abarca casi toda nuestra sociedad, pero, a
su vez, esta manera de pensar y de observar en la investigación
científica tiende a reforzar el concepto fragmentario en general,
porque ofrece al hombre una representación del mundo entero no
constituido por nada más que por un conjunto de «ladrillos
atómicos» existentes por separado, y le proporciona la evidencia
experimental que le lleva a concluir que esta idea del mundo es
necesaria e inevitable. Así, la gente llega a sentir que esta
fragmentación no es más que una expresión del «modo en que es
realmente todo», y que cualquier otra cosa es imposible. Hay poca
disposición para buscar evidencias de lo contrario. Como ya hemos
apuntado, incluso cuando surge esta evidencia, como en la física
moderna, la tendencia general es la de minimizar su significado, o
incluso ignorarla por completo. En efecto, se puede llegar a decir
que, en el actual estado de nuestra sociedad, y con el modo actual de
enseñar la ciencia en general (que es una manifestación del estado
de esta sociedad), se apoya y se transmite una especie de prejuicio
favorable a una concepción fragmentaria del propio mundo. Algunos lo
propagan explícita y conscientemente, pero la mayoría lo hace de
una manera implícita e inconsciente."
Más
claro el agua... Ojalá algun día se modifique el sistema educativo
y se escuche de una vez a las mentes más eminentes...
No
es que el modelo cartesiano-atomista-mecanicista de los centros
educativos tenga errores. Es que simplemente, es una mentira, una
herencia de una concepción primitiva sobre la realidad. Muchos
científicos defienden la interpretación del universo no como una
máquina, sino más bien como un organismo vivo que contiene más
dimensiones que las tres que observamos a simple vista. Es decir,
contiene mente, contiene emoción. Y para poder expresar mejor esta
realidad multidimensional, el lenguaje ordinario es incompleto. Se
necesita de un modo de pensar enfocado en el verbo, en el fluir, y de
otro tipo de lógica distinta que la de Aristóteles, que se basa en
el sujeto. Por contra, hay la lógica del verbo y del objeto, que es
la metáfora:
Silogismo
metafórico:
Proposición
1: Los hombres ríen a menudo
Proposición
2: Las mujeres ríen a menudo
Por
lo tanto, los hombres son mujeres.
Desde el punto de
vista de la lógica aristotélica, este silogismo es claramente
erróneo. Pero en un sentido poético, es válido como metáfora.
Proposición 1: Los
pensamientos del hombre se elevan al cielo.
Proposición 2: El
pájaro se eleva al cielo.
Por lo tanto, el
hombre es un pájaro.
En este otro
ejemplo, el silogismo es correcto otra vez en un sentido
metafórico, poético.
Y ahora, otra vez
David Bohm, hablando sobre el lenguaje:
Bohm,
La Totalidad y el Orden Implicado, pg. 4
“Mi
sugerencia es que cada etapa del propio orden con el que opera la
mente requiere una comprensión global de todo lo que se conoce, no
sólo en términos formales, lógicos ni matemáticos, sino también
intuitivamente, en imágenes, sensaciones, uso poético del lenguaje,
etcétera. (Quizá podríamos decir que esto es lo que relaciona
armónicamente el «lóbulo
izquierdo» con el «lóbulo
derecho».) Esta forma global de pensar no es solamente
una fuente caudalosa de nuevas ideas teóricas: la mente humana
necesita funcionar por lo general de una manera armoniosa, lo que
revertiría en beneficio de una sociedad ordenada
y estable. No obstante, como se señala en los primeros capítulos,
esto requiere un flujo y desarrollo continuos de nuestras ideas
generales acerca del mundo real.”
Y para que quede
claro que ni el Bohm ni este humilde servidor que escribe son hippies
que se han tomado un tripi y no saben ni lo que dicen, el
experimento al que hace referencia Bohm en el primer extracto que
pongo, el experimento de Einstein, Podolsky y Rosen, que
también se conoce como entrelazamiento cuántico, es la demostración
científica de que hay “cosas” que se encuentran más allà del
espacio-tiempo: http://es.wikipedia.org/wiki/Paradoja_EPR
Ya introduje en el anterior post los
trabajos de Robert Graves sobre la mitología griega. Se sabe que en
las culturas primitivas, la sociedad era matriarcal, es decir, la
mujer ostentaba el poder.
La explicación a este fenómeno
cultural por parte de la ciencia racionalista, positivista y
machista, es la supuesta ignorancia sobre la paternidad de los hijos.
Se supone que los primeros humanos no relacionaban copulación con
embarazo, y atribuían el nacimiento de los hijos al viento, a los
dioses...
Me estoy aguantando la risa al escribir
esto. ¿Qué va a decir una ciencia, unas universidades con valores
masculinos racionalistas sobre esta evidencia? En la universidad no
se sabe qué es una mujer. Ni en psicología, en donde veneran a una
persona, Freud, que argumenta toda la psicología humana entorno al
complejo de Edipo, en el supuesto instinto del niño de matar a su
padre y ocupar su lugar...
¿Qué van a decir las universidades
entonces, sobre ésto?
Incluso las mujeres que llegan a
profesoras de universidad en el fondo saben que aquello es una
inmensa bola de mierda pinchada en un palo, pero són listas. Saben
dónde está el poder, y se lo callan.
Que el hombre no sepa distinguir su
descendencia es una cosa. Pero esto no quiere decir que la mujer no
sepa perfectamente la identidad del padre.
En la antigua Grecia sucedió algo
único que marcó la antiguedad. Los pueblos arios del norte
invadieron el territorio griego. Los pueblos del norte eran
patriarcales, y en la Grecia primitiva tadavía tenían mucho poder
las estructuras matriarcales. Se impuso el patriarcado, Zeus por
encima de todos los dioses, peró se permitió seguir funcionando los
cultos de las divinidades matriarcales. Véase sinó el mito de
Atenea, que según Robert Graves es el resultado de la invasión de
las culturas patrarcales.
Zeus se come a Metis y luego siente
un agudo dolor de cabeza. De ella sale Atenea.
Metis Representa el culto matriarcal,
que después de la invasión se convierte en Atenea que, siendo
todavía una diosa muy poderosa, ahora es hija del padre Zeus.
De esta forma vemos como en la Grecia
clásica conviven matriarcado con patriarcado, aunque el primero esté
ya bajo la tutela del segundo. Pero la mujer conserva su poder
femenino; ver sinó todas las esculturas venerando la belleza de la
figura de la mujer. También mantiene un rol muy importante en los
cultos mistéricos y religiosos, conservando el papel de sacerdotisa.
Podría citar aquí la Ilíada, en
donde se genera una guerra entre los argivos y troyanos por culpa de
la belleza de una mujer adúltera, Helena, y como Aquiles, el gran
Aquiles El Homicida, el aniquilador de hombres, se niega a
luchar con los suyos por culpa de los celos que contrae con el rey
Agamenón que usa su poder para arrebatarle una bellísma mujer de la
que él se enamora: Briseida. Sólo la muerte de su pulpilo Patroclo
hará volver al Aniquilador de hombres a las arenas del
combate. Hay que leer el libro, hombre, no mirar la película
de Brad Pitt. Pues leyendo te das cuenta de muchas claves que
no se entienden desde la perspectiva maschista actual. Por ejemplo,
el Prototipo de Hombre. Para quien no haya leído el libro,
voy a informar que Aquiles, el masculino y casi invencible
Aquiles, pasa toda una noche llorando desconsolado como un bebé
tras la muerte de su pupilo y mejor amigo, Patroclo. Luego sí, coje
una lanza y se carga a todo dios en su cólera...
Pero como todos sabemos, hay un
momento, que no recuerdo muy bien en qué año empieza... en que la
historia cambia.
Roma ha conquistado todo el
mediterráneo, y el territorio de los judíos también. Nietzsche
argumenta en su libro Genealogía de la Moral, que la moral
judía es fruto de la esclavitud de su pueblo, en la contraposición
moral de esclavo — moral de señor. La moral judía; una
moralidad del resentimiento, de la renuncia a los placeres de la
vida, y el buscar un más allá que justifique el sufrimiento de la
vida. Esta es una moral que por naturaleza, lleva consigo el odio y
el resentimiento. El cristianismo adoptó el judaísmo, y le antepuso
la palabra amor, aunque evidentemente solo podía quedarse en
la palabra.
El último cristiano murió en la
cruz—Nietzsche.
Cristo debería de ser un hombre
fascinante con un gran corazón, pero lo que hizo luego La Iglesia
en su nombre es quizá el horror más grande que haya sufrido
la humanidad hasta el momento.
Pero volvamos a la mujer: con el
cristianismo, la mujer es vilipendiada ya en todo el territorio del
mediterráneo, pues los emperadores romanos obligan al culto
monoteísta de La Iglesia prohibiendo los cultos ancestrales. Ahora
la mujer deja de estar subordinada al poder del patriarcado para ser
una esclava del patriarcado. ¿Y qué sucede cuando alguien es
sometido con la dureza que fué sometida la mujer con el
judaísmo-cristianismo? Al igual que los judíos, desarrollaron una
moral del resentimiento y del odio, la mujer adoptó también unas
actitudes similares.
Me podría explaiar un poco aquí
introduciendo conceptos nietzscheanos como la voluntad de poder, el
instinto de superviciencia o impulso vital que es la fuente de toda
actitud humana, tanto en el hombre como en la mujer, en los pueblos
tanto arios como judíos, africanos, y asiáticos. Según las circunstancias
culturales, ésta voluntad de poder se desarrolla de una manera o de
otra. La moral de esclavo del judaísmo no la extrae a sí
misma de la lucha por el poder, lo que ésta se desarrolla de
otra forma. Vemos de esta manera cómo el judaísmo venció en Roma con
el nombre de cristianismo, y obtenido el poder desde la capital, se impuso
fácilmente por todo occidente.
De la misma manera, la mujer desarrolló
por su parte su particular moral de esclava, sin renunciar nunca a su
poder innato: sus armas pasaron a ser el engaño, la
sensualidad, hacerse la
enigmática, conspirar en la sombra...
Pero resulta ser que los tiempos ahora
vuelven a cambiar. Se le están viendo sus puntos flacos e
inconguencias a la moral judeo-cristiana desde múltiples ángulos;
ciencia, filosofía, arte...
Y la Luna, mi querida Luna,
no sabe qué hacer. ¿Mantener el poder en la sombra dentro de una
sociedad en apariencia patriarcal y machista? o ¿salir de la
oscuridad para tratar de tú a tú con un nuevo tipo de hombre más
evolucionado que la haga sentirse bien
como mujer?
La primera opción es la fácil, porque
lleva milenios de inercia en nuestra sociedad, pero lleva al odio,
y al deseo inconsciente de matar
a este nuevo tipo de hombre para que ella pueda seguir con el poder
en la sombra. Es la opción cobarde que muchas mujeres están
eligiendo en la actualidad.
¿Y qué las hará cambiar? ¿Qué hay
que hacer para que las profesoras de Universidad se atrevan a decir
que los estudios que ellas representan son en realidad, una auténtica
mierda?
¿Qué hay que hacer para que las
mujeres trabajen conjuntamente con los hombres para cambiar las
estructuras corruptas del sistema actual que nos estan empobreciendo
a todos?
¿Comprenderá la mujer que ya no sirve
ser una prostituta del sistema, pues su descendencia va a pasar
hambre y guerras?
Los hombres que queremos un cambio
tenemos que ser fuertes y mirar más allá de la belleza fotográfica
del culto actual, y aprender a admirar también la belleza interior.
Y usar el poder sexual que hasta ahora sólo ellas conocían:
dominar el sexo tántrico.
Controlar la eyaculación, y volverlas
locas en la cama ;)