Presentación

Este blog está realizado con el objetivo de divulgar conocimientos sobre filosofía, ciencia, sociedad, política y espiritualidad en un intento de unir estas disciplinas que en la actualidad se estudian por separado. Continuar leyendo la presentación

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jueves, 11 de diciembre de 2014

El multiverso


No son nuevas las teorías que postulan la existencia de distintos planos de realidad, de universos paralelos, o de múltiples dimensiones. Como ya apunté en el anterior post, la “realidad” del día a día puede separarse, para que nos entendamos, entre el plano físico, y el plano mental-espiritual. La teoría Jungiana de los arquetipos y el inconsciente colectivo se situaría en el el plano mental-espiritual, y podríamos dejar el resto para la ciencia que nos enseñan en la universidad. Para familiarizarnos con el concepto del multiverso, qué mejor que unas historias fantásticas de un anime japonés llamado Urotsukidoji. Como veremos en la presentación, según la película existen tres mundos, el de los hombre-bestia o superhombres, el de los humanos que todos conocemos, y luego está el de los demonios. 



Las historias o fábulas de elfos, vampiros... están muy extendidas en el folklore universal, pero esta saga de anime es especial porque recoge elementos filosóficos muy profundos de distintas culturas. Se podría decir que Japón a lo largo de los siglos ha sido una esponja absorbiendo e interpretando a su manera todas las corrientes de pensamiento que llegaban a sus costas. Hinduísmo, budísmo, taoísmo, y recientemente cristianismo, han nutrido las islas del sol naciente, y podemos apreciarlo en el arte que exportan con el formato de dibujos animados para adultos. La palabra manga es asociada habitualmente al friquismo puro y duro en nuestras tierras, provocando la consternación a aquellos espectadores ocasionales que por error topan con alguno de estos films. Y es que desde nuestra cultura occidental bienpensante, simplemente, no se entiende. No es mi tarea en este post explicar el manga para neófitos, pero sí que voy a usar la saga Urotsukidoji para explicar los siguientes elementos filosóficos:

a) De la misma manera que en el budismo y el hinduísmo, según la leyenda de la película, la historia es cíclica. En contreto, cada tres mil años aparece el Chojin, una criatura misteriosa que tiene la curiosa tarea de destrozar los tres mundos o universos paralelos para crear otros de nuevos. Encontramos el paralelismo con la danza de Shiva del hinduísmo, y los ciclos creación-destrucción que simboliza. La destrucción de hecho no es el concepto que tenemos en occidente para esta palabra, sinó que significa también regeneración. En la película hay constantes referencias a este ciclo vital desarrollo-muerte-resurrección.

b) Se podrían interpretar los mundos paralelos como Cielo, el de los superhumanos, y como Infierno el de los demonios, para buscar la analogía cristiana, pero nos damos cuenta que esta asociación no termina de encajar. ¿Por qué? Porque la película juega en todo momento con la arbitrariedad sobre el bien y el mal. En el cristianismo ya sabemos que en el infierno están los malos y en el cielo están los buenos, pero en Urotsukidoji no se sabe muy bien quién es quíen. Eso sí, los demonios son un poco más tontos y feos... y también están siempre follando... aunque los del cielo... no os creáis... también se lo pasan de maravilla... Cualquiera en la película arrima la ceboyeta a la primera ocasión... porque... ¿qué significa el sexo sinó la unión de los opuestos? Los tres mundos están unidos por la energía sexual; el prana, kundalini, ki... la fuente de la vida y de la generación.

c) Quien gobierna el Cielo es un anciano, y quien gobierna el Infierno es una mujer. Los dos mundos se unen en contra del Chojin en un intento desesperado de mantener las cosas tal y como estaban. Evidentemente, fracasan. Las cosas no duran para siempre. Ni los imperios, ni las naciones, ni las ideologías, ni la religiones... todo está en un perpetuo cambio o evolución, como explicaba la visión taoísta, una idea también de Heráclito, que se había olvidado en occidente hasta la teoría de la evolución de las especies...





domingo, 14 de septiembre de 2014

Arte Vs. Ciencia: round 2



En el post Arte vs Ciencia Round 1, expuse cómo Freud creó un método para acercar los misterios del inconsciente al positivismo científico que ha resultado en dogma, el sustituto perfecto a la pérdida de fe en la religión tradicional. 
 
Para entender las ideas y los personajes hay que entender la época en dónde vivieron. Finales del s.XIX y principios del s.XX es una época marcada por el resurgimiento de las fuerzas de la naturaleza, instintos, y pasiones que marcaron el romanticismo, el auge de la ciencia materialista, darwinismo, receso de la influencia de los dogmas judeocristianos en cuanto a las cuestiones humanas, y sustitución de éstos por los recientes éxitos de la ciencia racionalista y materialista. Paralelamente al racionalismo científico, surge una revitalización del esoterismo, ocultismo, espiritismo y paganismo, que se encontraba en estado latente en Alemania. Primera Guerra Mundial, Revolución Comunista en Rusia, pobreza en Europa, y Nacionalsocialismo como la respuesta Alemana al problema humano. ¿Por qué Alemania empieza la caza de los judíos? No es ningún secreto el hecho de que la doctrina filosófica Nazi recibe influencias del paganismo y del hinduísmo. La esvástica como bandera es el elemento indiscutible que demuestra la afición alemana de la época por la filosofía hinduísta o budista.

El Dios todopoderoso judeocristiano recibe estocadas tanto por parte del paganismo-hinduísmo como por parte del racionalismo científico. Europa del Este y Central ruge ante los cambios de mentalidad humana, y un racionalismo planificador basado en el materialismo(comunismo) compite con una mezcla de orgullo racial nórdico y neopaganismo(nazismo).

El nazismo perdió la guerra, y entonces quedaron enfrentados el comunismo ateo con la reválida del pobre “Dios Todopoderoso” judeocristiano, que resurge de sus cenizas ahora refugiado en los Estados Unidos de América.

Entender el concepto de los arquetipos mentales es crucial para no perderse en la complejidad de la lucha en el mundo de las ideas y las ideologías. No es nada nuevo decir que el comunista simplemente cambia una creencia por otra, manteniendo el mismo tipo de estructura mental que funcionaba bajo el cristianismo. Esta afirmación la comparte Jung, un servidor, y numerosos escritores y pensadores que vivieron en primera persona los intentos revolucionarios en España como Hemingway o Orwell.

Dios es bueno y cuida de nosotros.

se cambia a:

El Estado es bueno y cuidará de nosotros.

De la misma manera, la creencia ciega en la verdad de las escrituras religiosas se transforma en la creencia ciega en el materialismo científico, negando firmemente cualquier posibilidad de acción a “fuerzas ocultas” o místicas. Cambia la forma, la expresión verbal, pero no los procedimientos mentales ni la manera de creer y no querer escuchar alternativas. Tanto el monoteísmo dogmático como el racionalismo científico mantienen en común el uso exclusivo de la parte racional del cerebro, negando la validez de la parte emocional, subjetiva, del terreno del arte y los sentimientos. Nos encontramos de forma clara y evidente con el mismo arquetipo mental, que simplemente cambia, muda de piel manteniendo los rasgos más característicos que lo diferencian de otros. El camuflaje de este arquetipo escurridizo fue desubierto por Nietzsche, que lo bautizó como el Ideal Ascético, pues simplemente se basa en el intento del dominio racional de la mente sobre la parte irracional o emocional. En otros términos, el sometimiento del inconsciente por parte de la mente consciente.

Y enmedio del caos de los incios del s.XX surge de entre la bruma un médico con raíces judías que promulga un nuevo método de control del inconsciente: Sigmund Freud. Su teoría de que todos los problemas en la psique humana son causados por la represión del instinto libidinoso causa uno de los múltiples revueltos de aquella época. El instinto primordial, la madre del cordero de la conducta humana pasa de aquella fuerza priomrdial y espontánea que era la Voluntad de Schopenhauer, por la Voluntad de Poder de Nietzsche, y se detiene en la Voluntad de Follar de Freud.

No hay nada de malo en usar una palabra u otra para designar aquello que todos sabemos que juega un rol importante en nuestras vidas: el instinto. El problema de Freud reside en la solución que plantea él ante el problema de la violencia y el instinto humano. Freud cree que la vida civilizada es una mascarada, una imposición, una prisión al instinto animal más básico, que según él, siguiendo con el materialismo darwinista de la época, és lo único auténtico en el hombre. Y entiende que sin las normas de conducta de la vida en sociedad, esto sería una guerra de todos contra todos que terminaría con la destrucción de la cultura. Entonces es cuando realiza una perífrasis, y paradójicamente pasa a justificar la represión sobre los instintos al mismo tiempo que reconoce que son la esencia humana.

La solución racista-neopagana pierde la Segunda Guerra Mundial, y se abre el camino al desarrollo del materialismo como doctrina filosófica. Y entonces Freud juega un rol importante en el asentamiento de la moral judeocristiana en la segunda mitad del s.XX. Proporciona la solución al problema de los instintos humanos con la vieja fórmula juedeocristiana(que él llamaría superego), justificada de esta forma la moral judía sobre las bases del materialismo científico, sustituyendo la Iglesia de los domingos por las charlas con el psicoanalista.

¿Dónde queda entonces la promesa del superhombre de Nietzsche? ¿Qué sucede con la esperada resurrección del espíritu artístico de la antigua Grecia? ¿Dónde están los nuevos valores que necesita el hombre para ser feliz? ¿Cómo integramos armoniosamente nuestros instintos y nuestro interior en la sociedad? ¿Cómo expresamos nuestras emociones?

De momento dejaremos hablar a una persona que conoció muy de cerca a Sigmund Freud:

Jung: Recuerdos, Sueños, Pensamientos (1961), capítulo V: Sigmund Freud

Ya en 1900 leí la obra de Freud Interpretación de los sueños. Dejé el libro a un lado porque no lo comprendía aún. A los veinticinco años carecía de experiencia para poder comprobar las teorías de Freud. Sólo fue más tarde cuando pude hacerlo. En 1903 volví a leerlo y descubrí la relación con mis propias ideas. Lo que me interesó principalmente en esta obra fue la aplicación al campo del sueño del concepto «mecanismo de represión», procedente de la psicología de la neurosis. Esto era importante para mí, porque en mis experimentos de asociación de palabras con frecuencia surgían represiones: a ciertas palabras sugerentes, los pacientes no sabían dar una respuesta asociativa, o se tomaban un tiempo considerablemente largo para reaccionar. Como se comprobó posteriormente, se presentaba este trastorno cada vez que la palabra sugerente afectaba a un dolor o conflicto anímico. Pero ello era en la mayoría de los casos desconocido por el paciente, y a mi pregunta acerca de la causa del trastorno respondían de modo extraño y rebuscado. La lectura de la Interpretación de los sueños de Freud me mostró que aquí actuaba el mecanismo de la represión y que los hechos observados por mí coincidían con su teoría. No podía más que constatar sus conclusiones. Algo distinto sucedió en relación con el tema de la represión. En este aspecto no podía dar la razón a Freud. Él veía como causa de la represión el trauma sexual y ello no me bastaba. En mi consulta conocí numerosos casos de neurosis en los cuales la sexualidad desempeñaba un papel meramente secundario, mientras que había otros factores en primer plano, por ejemplo, el problema de la adaptación social, de la opresión por circunstancias de la vida, las pretensiones de prestigio, etc. Posteriormente le presenté a Freud tales casos, pero él no admitía otros factores que no fueran la sexualidad. Esto me pareció muy poco satisfactorio. “

Nos encontramos a la una del mediodía y hablamos durante trece horas ininterrumpidamente, por así decirlo. Freud era el primer hombre realmente importante que yo conocía. Ningún otro hombre de los que entonces conocía podía equiparársele. En su actitud no había nada de trivial. Le encontré extraordinariamente inteligente, penetrante e interesante en todos los aspectos. Y pese a ello mis primeras impresiones sobre él fueron poco claras y en parte incomprendidas. Lo que me decía acerca de su teoría sexual me impresionó. Sin embargo sus palabras no lograron disipar mis dudas y reflexiones. Se las planteé más de una vez, pero siempre me objetaba mi falta de experiencia. Freud llevaba razón: entonces no poseía yo la experiencia suficiente para fundamentar mis argumentos. Vi que su teoría sexual era extraordinariamente importante para él, tanto en el sentido personal como filosófico. Ello me impresionó, pero no podía explicarme exactamente hasta qué punto esta valoración positiva dependía en él de premisas subjetivas y hasta qué punto de experiencias concluyentes. En especial, la posición de Freud respecto al espíritu me pareció muy cuestionable. Siempre que en un hombre o en una obra de arte se manifestaba el lenguaje de la espiritualidad, le parecía sospechoso y dejaba entrever una «sexualidad reprimida». Lo que no podía explicarse directamente como sexualidad, lo caracterizaba como «psicosexualidad». Yo objetaba que su hipótesis, llevada a sus lógicas conclusiones, conducía a un juicio demoledor sobre la cultura. La cultura aparecía como una mera farsa, como fruto morboso de la sexualidad reprimida. «Ciertamente —concedía él—, así es. Ello es una maldición del destino contra la cual nada podemos.» Yo no estaba dispuesto en absoluto a darle la razón. Sin embargo, no me sentía maduro todavía para entablar una polémica. Hay todavía algo en este primer encuentro que me resultó significativo. Concierne a cosas que, sin embargo, sólo logré comprender y meditar después del fin de nuestra amistad. Era evidente que la teoría sexual de Freud resultaba singularmente sugestiva. Cuando Freud hablaba de ello, su voz se hacía imperiosa, angustiosa casi, y ya no se notaba nada de su actitud crítica y escéptica. Una expresión extrañamente agitada, una causa que no lograba yo aclarar, animaba su rostro. Me impresionó profundamente que la sexualidad significara para él un numinosum. Mi impresión quedó confirmada por una conversación que tuvo lugar unos tres años después (1910), nuevamente en Viena. Recuerdo todavía muy vivamente cómo me dijo Freud: «Mi querido Jung, prométame que nunca desechará la teoría sexual. Es lo más importante de todo. Vea usted, debemos hacer de ello un dogma, un bastión inexpugnable.» Me dijo esto apasionadamente y en un tono como si un padre dijera: «Y prométeme, mi querido hijo, ¡que todos los domingos irás a misa!» Algo extrañado le pregunté: «Un bastión ¿contra qué?» A lo que respondió: «Contra la negra avalancha», aquí vaciló un instante y añadió: «del ocultismo». En primer lugar fueron el «dogma» y el «bastión» lo que me asustó; pues un dogma, es decir, un credo indiscutible, se postula sólo allí donde se quiere reprimir una duda de una vez para siempre. Pero esto ya no tiene nada que ver con una opinión científica, sino sólo con un afán de poder personal. Esto constituyó un rudo golpe para nuestra amistad. Yo sabía que nunca podría aceptar esto. Lo que Freud parecía entender por «ocultismo» era, más o menos, todo lo que la filosofía y la religión, incluyendo la parapsicología, que por entonces estaba de moda, tenían que decir sobre el alma. Para mí la teoría sexual era igualmente «oculta», es decir, indemostrable, pura hipótesis posible, como muchas otras concepciones especulativas. Una verdad científica era para mí una hipótesis satisfactoria por el momento, pero no un artículo de fe para todos los tiempos. Sin poder entonces comprender esto correctamente, había observado en Freud una secuela de factores religiosos inconscientes. Manifiestamente quería alistarme para una defensa común contra amenazadores signos inconscientes. La huella que me dejó esta conversación contribuyó a mi confusión; pues hasta entonces no había atribuido a la sexualidad el alcance de una cuestión indecisa a la que se debe prestar fidelidad porque pudiera perderse. Para Freud la sexualidad significaba, por lo visto, más que para los demás. Era para él una res religiose observanda. Bajo la influencia de tales ideas y cuestiones se incurre, por regla general, en la desconfianza y la reserva. Así, nuestras conversaciones terminaron pronto, tras algunos balbucientes intentos por mi parte. Yo estaba profundamente impresionado, confuso y desconcertado. Tenía la sensación de haber lanzado una ojeada a un país nuevo y desconocido, de donde me llegaban volando bandadas de nuevas ideas. Una cosa estaba clara para mí: Freud, que siempre hacía hincapié en su irreligiosidad, se había construido un dogma, mejor dicho, en lugar del Dios celoso que había perdido, había puesto una imagen forzosa, concretamente a la sexualidad; una imagen que no era menos apremiante, exigente, despótica, amenazadora y ambivalente moralmente. Del mismo modo
que al más fuerte psíquicamente y por lo tanto, terrible, corresponden los atributos de «divino» o «diabólico», la «libido sexual» había adoptado en él el papel de un deus absconditus, de un Dios oculto. La ventaja de esta mutación consistía para Freud en que el nuevo principio numinoso le
parecía irreprochable científicamente y libre de todo lastre religioso. Pero en el fondo subsiste la numi-nosidad como propiedad psicológica de los principios antagónicos inconmensurables racionalmente: Jehová y sexualidad. Sólo había variado la denominación y con ello ciertamente también el punto de vista: no era en lo alto donde había que buscar lo perdido, sino abajo. Pero ¿qué le importa, al fin y al cabo, al más fuerte, si se le define de éste o de otro modo? Si no existiera psicología alguna sino sólo objetos concretos, se habría en efecto destruido a uno, para colocar a otro en su lugar. En la realidad, es decir, en el campo de la experiencia psicológica, no ha desaparecido empero nada en absoluto de la urgencia, angustia, coacción, etc. Como antes, se plantea la cuestión de cómo aparece o desaparece el miedo, el remordimiento, la culpa, la coacción, la inconsistencia y la impulsividad. Si no proviene del lado diáfano, idealista, entonces quizá lo haga del oscuro, del biológico. Como llamas momentáneamente oscilantes pasaron por mi cabeza estos pensamientos. Mucho más tarde, cuando medité sobre el carácter de Freud, se me hicieron importantes y revelaron su significado. Un rasgo de su carácter me preocupaba en especial: la amargura de Freud. Ya me llamó la atención en nuestro primer encuentro. Durante mucho tiempo no logré comprenderlo hasta que pude relacionarlo con su actitud respecto a la sexualidad. Para Freud la sexualidad significaba ciertamente un numinoso, pero en su teoría se expresa exclusivamente como función biológica. Sólo la inquietud con que hablaba de ello permitía deducir que en él resonaba más profundamente. En última instancia quería enseñar —así por lo menos me lo pareció a mí— que, vista desde dentro, la sexualidad implicaba también espiritualidad o tenía sentido. Su terminología concreta era, sin embargo, demasiado limitada para poder expresar esta idea. Así pues, me daba la impresión de que trabajaba contra su propio objetivo y contra sí mismo; y no existe amargura peor que la de un hombre convertido en el más encarnizado enemigo de sí mismo. Según su propia expresión, se sentía amenazado por la «negra avalancha», él, que había propuesto principalmente vaciar las oscuras profundidades. Freud no se preguntó nunca por qué debía hablar constantemente sobre el sexo, por qué este pensamiento le poseía. Nunca tendría consciencia de que en la «monotonía del significado» se expresaba la huida de sí mismo, o de aquella otra parte suya que quizás pudiera definirse como «mística». Sin reconocer esta parte no podía sentirse acorde consigo mismo. Era ciego frente a la paradoja y la ambigüedad de los significados del inconsciente, y no sabía que todo cuanto emerge del inconsciente posee algo superior e inferior, algo interno y externo. Cuando se habla de lo externo —y esto hizo Freud— se considera sólo la mitad de ello y, consiguientemente, surge en el inconsciente una fuerza antagónica. Contra esta parcialidad de Freud no había nada que hacer. Quizás una íntima experiencia personal le hubiera podido abrir los ojos; pero a lo mejor su mente lo hubiera reducido también a «mera sexualidad» o «psicosexualidad». Fue prisionero de un punto de vista y justamente por ello veo en él una figura trágica, pues era un gran hombre.”

“Nietzsche, entregado y supeditado a su destino, tuvo que crearse un «superhombre». Freud, así concluí yo, quedó tan impresionado por el poder del eros que quiso elevarlo a un numen religioso, incluso a dogma —aere perennius. No es ningún secreto que Zaratustra es el heraldo de un evangelio, y Freud compite incluso con la Iglesia en su intención de canonizar los principios. No hizo esto de un modo demasiado ostensible, pero sí, sin embargo, con la intención, sospechosa para mí, de querer pasar por profeta. Levanta la trágica reivindicación y la destruye a la vez. Así sucede casi siempre con las numinosidades, y esto es lógico, pues en cierto aspecto son verdaderas y en otro, inciertas. La vivencia luminosa se eleva y se hunde a la vez. Si Freud hubiera observado mejor la verdad psicológica de que la sexualidad es numinosa —es un Dios y un Diablo— no se hubiera quedado atascado en la estrechez de un concepto biológico. Y Nietzsche, con su entusiasmo, no se hubiera situado al margen del mundo, si hubiera dado más importancia a los fundamentos de la existencia humana.”

“La conversación con Freud me mostró que él temía que la luz numinosa de su teoría sexual pudiera extinguirse por la «negra avalancha». De ello surgió una situación mitológica: la lucha entre luz y tinieblas. Esto explica la numinosidad de esta cuestión y el recurrir inmediatamente a un refugio religioso, a un dogma. En mi próximo libro, que se ocupa de la psicología de la lucha heroica, describo el trasfondo mítico de la extraña actitud de Freud. La interpretación sexual por una parte y las ansias de poder del «dogma» por otra me condujeron, en el transcurso de los años, al problema tipológico, así como a la polaridad y energética del alma. A ello siguió la investigación, durante varios decenios, de la «negra avalancha del ocultismo»; intenté comprender las premisas históricas conscientes e inconscientes de nuestra psicología actual. Me interesaba oír las opiniones de Freud sobre la precognición y sobre parapsicología en general. Cuando le visité en 1909 en Viena le pregunté qué pensaba acerca de ello. De acuerdo con su prejuicio materialista, rechazó radicalmente la cuestión como algo absurdo, basándose en un positivismo tan superficial, que me fue difícil no responderle con acritud. Transcurrieron todavía algunos años hasta que Freud reconoció la importancia de la parapsicología y la autenticidad de los fenómenos «ocultos». Mientras Freud exponía sus argumentos, yo sentí una extraordinaria sensación. Me pareció como si mi diafragma fuera de hierro y se pusiera incandescente —una cavidad diafragmática incandescente. Y en este instante sonó un crujido tal en la biblioteca, que se hallaba inmediatamente junto a nosotros, que los dos nos asustamos. Creímos que el armario caía sobre nosotros. Tan fuerte fue el crujido. Le dije a Freud: «Esto ha sido un fenómeno de exteriorización de los denominados catalíticos.» «¡Bah —dijo él—, esto sí que es un absurdo!» «Pues no», le respondí, «se equivoca usted, señor profesor. Y para probar que llevo razón le predigo ahora que volverá inmediatamente a oírse otro crujido». Y, efectivamente: ¡apenas había pronunciado estas palabras se oyó el mismo crujido en la biblioteca! No sé aún hoy por qué tenía tal certeza. Pero sabía con toda exactitud que el crujido iba a repetirse. Freud me miró horrorizado. No sé qué pensaba o qué miraba. En todo caso, este hecho despertó su desconfianza hacia mí y yo tuve la sensación de haberle hecho algo. Nunca más volví a hablarle de esto.”

“Mi interés irritó a Freud. «Pues ¿qué le pasa a usted con estos cadáveres?», me preguntó varias veces. Se disgustó mucho y durante una conversación sobre ello en la mesa sufrió un mareo. Después me dijo que estaba convencido de que esta charla sobre cadáveres significaba que yo le deseaba la muerte. Quedé más asombrado por esta opinión suya. Quedé asustado y ciertamente por el poder de sus fantasías que podían llegar a ocasionarle un desmayo.”

“Con anterioridad, Freud había formulado ante mí repetidas alusiones a que me consideraba su sucesor. Estas predicciones me resultaban penosas, pues yo sabía que no sería capaz de patrocinar correctamente sus opiniones, es decir, con el significado que él les daba. Además, tampoco había logrado exponer mis objeciones de tal modo que él pudiera aceptarlas, y sentía demasiado respeto por él para poder exigir una explicación definitiva. La idea de que debía encargarme de la dirección de un grupo me resultaba desagradable por muchos motivos. No me interesaba una cosa así. No podía sacrificar mi independencia espiritual y este aumento de prestigio me resultaba incómodo porque no
significaba otra cosa que un abandono de mis verdaderos fines. Para mí se trataba de la investigación de la verdad y no de una cuestión de prestigio personal.”

“Nuestro viaje a los Estados Unidos, que emprendimos en 1909 en Bremen, duró siete semanas. Estuvimos juntos todos los días y analizábamos nuestros sueños. Tuve entonces sueños importantes, con los que Freud no supo qué hacer. No le hice por ello censura alguna, pues al mejor analista le puede suceder que no pueda descifrar el acertijo de un sueño. Era un fallo humano y nunca me hubiera inclinado a interrumpir nuestros análisis y nuestra relación me resultaba sobremanera valiosa. Consideraba a Freud una personalidad de más edad, más madura y de mayor experiencia, y a mí como a un hijo. Sin embargo, sucedió algo que supuso un duro golpe a nuestras relaciones. Freud tuvo un sueño cuyo contenido no estoy autorizado a exponer. Lo interpreté lo mejor que supe, pero añadí que se podían deducir muchas más cosas si quería comunicarme algunos detalles de su vida privada. A estas palabras, Freud me miró extrañado —su mirada estaba llena de desconfianza— y dijo: «El caso es que no puedo arriesgar mi autoridad.» En este instante la perdió. Esta frase se me grabó en la memoria. En ella estaba escrito el final de nuestra relación. Freud colocaba la autoridad personal por encima de la verdad.”

“Bajo la influencia de la personalidad de Freud me había privado en lo posible de mi propio juicio y reprimido mi sentido crítico. Esto constituía la condición previa bajo la que podía colaborar. Me decía a mí mismo: «Freud es mucho más experimentado y más hábil que tú. Ahora escucha simplemente lo que él dice y aprende de él.» Y entonces, para mi asombro, soñé que él era un funcionario amargado de la monarquía austríaca, le soñé muerto, pero como inspector de aduanas aún «en activo». ¿Significaba esto el deseo de muerte que Freud mencionaba?”

“Naturalmente, los hombres que nada saben de la naturaleza son neuróticos, pues no se adaptan a la realidad. Son demasiado ingenuos, como niños, y se les debe explicar, por así decirlo, que son hombres corno los demás. Es verdad que con ello los neuróticos no están todavía curados y sólo pueden conseguir recuperar la salud si se desprenden del cieno de cada día. Pero sólo se encuentran a gusto en su situación de represión, y ¿cómo podrían librarse de ella, si el psicoanálisis no les revela algo mejor y distinto, si incluso la teoría los aprisiona y sólo les deja como posibilidad de solución la decisión «razonable» o «racional» de renunciar definitivamente a sus chiquilladas? Pero esto es precisamente lo que, por lo visto, no pueden hacer. ¿Y cómo podrían hacerlo si no se les descubre algo en que poder apoyarse? No se puede rechazar ninguna forma de vida sin sustituirla por otra. Un modo de vivir totalmente razonable es en la práctica generalmente imposible, máxime cuando, en principio, se es un neurótico. Ahora comprendía por qué me resultaba del mayor interés la psicología personal de Freud. Debía saber a toda costa cómo surgió su «solución razonable». Ello era para mí una cuestión vital por cuya respuesta estaba yo dispuesto a sacrificar mucho. Ahora lo veía claro. Él mismo tenía una neurosis y concretamente fácil de diagnosticar por sus síntomas bastante desagradables, como descubrí en nuestro viaje a América. Me descubrió entonces que todo el mundo es algo neurótico y que, por lo tanto, hay que ser tolerante. Pero no me sentía dispuesto a quedar satisfecho con esto, sino que quería saber mucho más, es decir, cómo se puede evitar una neurosis. Había visto que ni Freud ni sus discípulos podían comprender qué significaba el psicoanálisis en la teoría y en la práctica, puesto que ni siquiera el maestro había logrado resolver su propia neurosis. Cuando anunció su intención de identificar y dogmatizar la teoría y el método, ya no pude cooperar más con él, y no me quedó más opción que retrotraerme a mí.”

Ahora vamos a leer la opinión de Salvador Dalí sobre el creador del psicoanálisis.

Salvador Dalí, Diario de un genio, 11 de Mayo de 1957

“Ésta es, en una única imagen visual, la prueba que aporto a mi tesis, todavía no sostenida, según la cual Freud no sería otra cosa que un «gran místico al revés». Ya que si su cerebro, pesado y condimentado con todas las viscosidades del materialismo, en lugar de colgar depresivamente, estirado por la fuerza de la gravedad de las cloacas más subterráneas de las profundidades de la tierra, se hubiera estirado, por el contrario, hacia el otro vértice, el de los abismos celestiales, su propio cerebro, repito, en vez de parecerse al caracol casi amoniacal de la muerte, se habría asemejado a la gloriosa Asunción pintada por el Greco, de la que he hablado unas líneas más arriba.

El cerebro de Freud, uno de los más saborosos e importantes de nuestra época, es, por excelencia, el caracol de la muerte terrestre. En eso, por otra parte, reside la esencia de la constante tragedia del pueblo judío, siempre privado de ese elemento primordial: la Belleza, condición necesaria para alcanzar el pleno conocimiento de Dios, que ha de ser de una belleza suprema.

Al parecer, sin darme cuenta, dibujé la muerte terrestre de Freud en el retrato al carbón que hice de él un año antes de su muerte. Pretendía, especialmente, realizar un dibujo puramente morfológico del genio del psicoanálisis, en lugar de intentar hacer de una forma evidente, el retrato de un psicólogo.”

“Encasillo a Freud sin la mayor vacilación en la categoría de los héroes. Ha desplazado, en el aprecio del pueblo judío, al más grande de sus héroes, el que hasta ahora gozaba de mayor prestigio: Moisés. Freud ha demostrado que Moisés era egipcio y, en el prólogo de su libro sobre Moisés —el mejor y el más trágico de todos sus libros—, advertía a sus lectores que esta demostración había sido su tarea más ambiciosa y más ardua, ¡pero también la más corrosivamente amarga!”


Que le pregunten a una ninfómana o a un adicto al sexo, si la represión sexual es el único origen de todos sus problemas...

 
 
 







martes, 24 de junio de 2014

¿Qué es la Matrix?


Todos hemos visto la película de ciencia ficción protagonizada por Keanu Reeves, Matrix.



Y se habla en muchos foros sobre el significado poético de la película, a menudo ligado con las teorías de la conspiración, que vivimos en una mentira programada, etc.

Pero, ¿eso es todo? ¿El concepto de la Matrix o mundo de las apariencias es nuevo en la película?

No.

¿Qué tiene que ver la realidad virtual que se podría crear con la tecnología informática con el mundo que ven nuestro ojos?

Matrix es Maya, el velo de la realidad tridimensional de la cultura hinduísta. La mayoría de los mortales vive atrapado en Maya, y solo los que han alcanzado la iluminación espiritual son capaces de rasgar su velo para ver más allá, alcanzar las dimensiones superiores, conectarse con el mundo onírico y del inconsciente humano.

¿Pero por qué se usa en la ciencia ficción la metáfora de los ordenadores, cuando estamos hablando de un concepto tan antiguo como el hinduísmo?

Para entender la película Matrix hay que tener en cuenta que no es la primera película en tratar este tema. El concepto de la Maya unido a la realidad virtual de los ordenadores lo inicia el escritor de ciencia ficción William Gibson en su novela Neuromante en el año 84.

Y hay que ver la película de anime japonesa Ghost in the Shell realizada diez años antes de Matrix para entender ciertos conceptos cruciales. La impresionante robot de última generación nos sorprende con unos misteriosos diálogos filosóficos sobre la materia...


Pero de momento volvamos a Neuromante... La novela está escrita en la época de resaca del auge de los alucinógenos que caracterizaron los años sesenta y setenta. De hecho, el programador informático protagonista se mete de todo...

Aquí enlazo con el post sobre psicodélicos, y también con la teoría de los campos morfogenéticos de este post, con la teoría de los arquetipos mentales de Carl Gustav Jung, y con el concepto de las dimensiones superiores que explicarían los misterios en la física cuántica que trato en este post.

¿Y por qué la realidad virtual, si estamos hablando de algo tan antiguo como los estados alterados de conciencia, hinduísmo o misticismo? ¿Qué tiene que ver esto con las nuevas tecnologías de la información?

Nada.

¿Y entonces por qué se usa la realidad virtual para hablar sobre el más allá? Vayamos por partes:

Como he dicho, estamos hablando de campos mentales, de información, de inconsciente colectivo.

INFORMACIÓN

La realidad virtual de los computadores es una metáfora para referirse a la red mental(no informática) que interconecta a todos los seres humanos.

¿Matrix es Internet?
No.

Pero aquí viene el punto complicado, amigos, pues la red de información de Internet puede servir de puente entre la mente consciente de los humanos y la que se esconde tras el velo de Maya... ;) stay tunned...


Cuando el miedo llegó, fue como un amigo a medias olvidado. No el frío y rápido mecanismo paranoico de la dextroamfetamina, sino, simple miedo animal. Hacía tanto tiempo que vivía en un filo de constante ansiedad que casi había olvidado lo que era el miedo verdadero.

Neuromante, pag 29

Creo que estás jodido, Case. Aparezco y directamente me encajas en tu visión de la realidad.

Neuromante, pag 38



Friedrich Nietzsche, El Nacimiento de la Tragedia, capítulo uno:

Mucho es lo que habremos ganado para la ciencia estética cuando hayamos llegado no sólo a la intelección lógica, sino a la seguridad inmediata de la intuición de que el desarrollo del arte está ligado a la duplicidad de lo apolíneo y de lo dionisíaco: de modo similar a como la generación depende de la dualidad de los sexos, entre los cuales la lucha es constante y la reconciliación se efectúa sólo periódicamente. Esos nombres se los tomamos en préstamo a los griegos, los cuales hacen perceptibles al hombre inteligente las profundas doctrinas secretas de su visión del arte, no, ciertamente, con conceptos, sino con las figuras incisivamente claras del mundo de sus dioses. Con sus dos divinidades artísticas, Apolo y Dioniso, se enlaza nuestro conocimiento de que en el mundo griego subsiste una antítesis enorme, en cuanto a origen y metas, entre el arte del escultor, arte apolíneo, y el arte no-escultórico de la música, que es el arte de Dioniso: esos dos instintos tan diferentes marchan uno al lado de otro, casi siempre en abierta discordia entre sí y excitándose mutuamente a dar a luz frutos nuevos y cada vez más vigorosos, para perpetuar en ellos la lucha de aquella antítesis, sobre la cual sólo en apariencia tiende un puente la común palabra «arte»: hasta que, finalmente, por un milagroso acto metafísico de la «voluntad» helénica, se muestran apareados entre sí, y en ese apareamiento acaban engendrando la obra de arte a la vez dionisíaca y apolínea de la tragedia ática.

Para poner más a nuestro alcance esos dos instintos imaginémonoslos, por el momento, como los mundos artísticos separados del sueño y de la embriaguez; entre los cuales fenómenos fisiológicos puede advertirse una antítesis correspondiente a la que se da entre lo apolíneo y lo dionisíaco. En el sueño fue donde, según Lucrecio, por vez primera se presentaron ante las almas de los hombres las espléndidas figuras de los dioses, en el sueño era donde el gran escultor veía la fascinante estructura corporal de seres sobrehumanos, y el poeta helénico, interrogado acerca de los secretos de la procreación poética, habría mencionado asimismo el sueño y habría dado una instrucción similar a la que da Hans Sachs en Los maestros cantores:

Amigo mío, ésa es precisamente la obra del poeta,
el interpretar y observar sus sueños.
Creedme, la ilusión más verdadera del hombre
se le manifiesta en el sueño:
todo arte poético y toda poesía
no es más que interpretación de sueños que dicen la verdad.

La bella apariencia de los mundos oníricos, en cuya producción cada hombre es artista completo, es el presupuesto de todo arte figurativo, más aún, también, como veremos de una mitad importante de la poesía. Gozamos en la comprensión inmediata de la figura, todas las formas nos hablan, no existe nada indiferente ni innecesario. En la vida suprema de esa realidad onírica tenemos, sin embargo, el sentimiento traslúcido de su apariencia: al menos ésta es mi experiencia, en favor de cuya reiteración, más aún, normalidad, yo podría aducir varios testimonios y las declaraciones de los poetas. El hombre filosófico tiene incluso el presentimiento de que también por debajo de esta realidad en que nosotros vivimos y somos yace oculta una realidad del todo distinta, esto es, que también aquélla es una apariencia: y Schopenhauer llega a decir que el signo distintivo de la aptitud filosófica es ese don gracias al Cual los seres humanos y todas las cosas se nos presentan a veces como meros fantasmas o imágenes oníricas. La relación que el filósofo mantiene con la realidad de la existencia es la que el hombre sensible al arte mantiene con la realidad del sueño; la contempla con minuciosidad y con gusto: pues de esas imágenes saca él su interpretación de la vida, mediante esos sucesos se ejercita para la vida. Y no son sólo acaso las imágenes agradables y amistosas las que él experimenta en sí con aquella inteligibilidad total: también las cosas serias, oscuras, tristes, tenebrosas, los obstáculos súbitos, las bromas del azar, las esperas medrosas, en suma, toda la «divina comedia» de la vida, con su Inferno, desfila ante él, no sólo como un juego de sombras - pues también él vive y sufre en esas escenas - y, sin embargo, tampoco sin aquella fugaz sensación de apariencia; y tal vez más de uno recuerde, como yo, haberse gritado a veces en los peligros y horrores del sueño, animándose a sí mismo, y con éxito: «¡Es un sueño! ¡Quiero seguir soñándolo!». Así me lo han contado también personas que fueron capaces de prolongar durante tres y más noches consecutivas la causalidad de uno y el mismo sueño: hechos estos que dan claramente testimonio de que nuestro ser más íntimo, el substrato común de todos nosotros, experimenta el sueño en sí con profundo placer y con alegre necesidad.

Esta alegre necesidad propia de la experiencia onírica fue expresada asimismo por los griegos en su Apolo: Apolo, en cuanto dios de todas las fuerzas figurativas, es a la vez el dios vaticinador. Él, que es, según su raíz, «el Resplandeciente», la divinidad de la luz, domina también la bella apariencia del mundo interno de la fantasía. La verdad superior, la perfección propia de estos estados, que contrasta con la sólo fragmentariamente inteligible realidad diurna, y además la profunda consciencia de que en el dormir y el soñar la naturaleza produce unos efectos salvadores y auxiliadores, todo eso es a la vez el analogon simbólico de la capacidad vaticinadora y, en general, de las artes, que son las que hacen posible y digna de vivirse la vida. Pero esa delicada línea que a la imagen onírica no le es lícito sobrepasar para no producir un efecto patológico, ya que, en caso contrario, la apariencia nos engañaría presentándose como burda realidad - no es lícito que falte tampoco en la imagen de Apolo: esa mesurada limitación, ese estar libre de las emociones más salvajes, ese sabio sosiego del dios-escultor. Su ojo tiene que ser «solar», en conformidad con su origen; aun cuando esté encolerizado y mire con malhumor, se halla bañado en la solemnidad de la bella apariencia. Y así podría aplicarse a Apolo, en un sentido excéntrico, lo que Schopenhauer dice del hombre cogido en el velo de Maya. El mundo como voluntad y representación, I, p. 416: «Como sobre el mar embravecido, que, ilimitado por todos lados, levanta y abate rugiendo montañas de olas, un navegante está en una barca, confiando en la débil embarcación; así está tranquilo, en medio de un mundo de tormentos, el hombre individual, apoyado y confiando en el principium individuationis [principio de individuación] ». Más aún, de Apolo habría que decir que en él han alcanzado su expresión más sublime la confianza inconclusa en ese principium y el tranquilo estar allí de quien se halla cogido en él, e incluso se podría designar a Apolo como la magnífica imagen divina del principium individuationis, por cuyos gestos y miradas nos hablan todo el placer y sabiduría de la «apariencia», junto con su belleza. En ese mismo pasaje nos ha descrito Schopenhauer el enorme espanto que se apodera del ser humano cuando a éste le dejan súbitamente perplejo las formas de conocimiento de la apariencia, por parecer que el principio de razón sufre, en alguna de sus configuraciones, una excepción. Si a ese espanto le añadimos el éxtasis delicioso que, cuando se produce esa misma infracción del principium individuationis, asciende desde el fondo más íntimo del ser humano, y aun de la misma naturaleza, habremos echado una mirada a la esencia de lo dionisíaco, a lo cual la analogía de la embriaguez es la que más lo aproxima a nosotros. Bien por el influjo de la bebida narcótica, de la que todos los hombres y pueblos originarios hablan con himnos, bien con la aproximación poderosa de la primavera, que impregna placenteramente la naturaleza toda, despiértanse aquellas emociones dionisíacas en cuya intensificación lo subjetivo desaparece hasta llegar al completo olvido de sí. También en la Edad Media alemana iban rodando de un lugar para otro, cantando y bailando bajo el influjo de esa misma violencia dionisíaca, muchedumbres cada vez mayores: en esos danzantes de san Juan y san Vito reconocemos nosotros los coros báquicos de los griegos, con su prehistoria en Asia Menor, que se remontan hasta Babilonia y hasta los saces orgiásticos. Hay hombres que, por falta de experiencia o por embotamiento de espíritu, se apartan de esos fenómenos como de «enfermedades populares», burlándose de ellos o lamentándolos, apoyados en el sentimiento de su propia salud: los pobres no sospechan, desde luego, qué color cadavérico y qué aire fantasmal ostenta precisamente esa «salud» suya cuando a su lado pasa rugiendo la vida ardiente de los entusiastas dionisíacos.

Bajo la magia de lo dionisíaco no sólo se renueva la alianza entre los seres humanos: también la naturaleza enajenada, hostil o subyugada celebra su fiesta de reconciliación con su hijo perdido, el hombre. De manera espontánea ofrece la tierra sus dones, y pacíficamente se acercan los animales rapaces de las rocas y del desierto. De flores y guirnaldas está recubierto el carro de Dioniso: bajo su yugo avanzan la pantera y el tigre. Transfórmese el himno A la alegría de Beethoven en una pintura y no se quede nadie rezagado con la imaginación cuando los millones se postran estremecidos en el polvo: así será posible aproximarse a lo dionisíaco. Ahora el esclavo es hombre libre, ahora quedan rotas todas las rígidas, hostiles delimitaciones que la necesidad, la arbitrariedad o la «moda insolente» han establecido entre los hombres.

Ahora, en el evangelio de la armonía universal, cada uno se siente no sólo reunido, reconciliado, fundido con su prójimo, sino uno con él, cual si el velo de Maya estuviese desgarrado y ahora sólo ondease de un lado para otro, en jirones, ante lo misterioso Uno primordial. Cantando y bailando manifiéstase el ser humano como miembro de una comunidad superior: ha desaprendido a andar y a hablar y está en camino de echar a volar por los aires bailando. Por sus gestos habla la transformación mágica. Al igual que ahora los animales hablan y la tierra da leche y miel, también en él resuena algo sobrenatural: se siente dios, él mismo camina ahora tan estático y erguido como en sueños veía caminar a los dioses. El ser humano no es ya un artista, se ha convertido en una obra de arte: para suprema satisfacción deleitable de lo Uno primordial, la potencia artística de la naturaleza entera se revela aquí bajo los estremecimientos de la embriaguez. El barro más noble, el mármol más precioso son aquí amasados y tallados, el ser humano, y a los golpes de cincel del artista dionisíaco de los mundos resuena la llamada de los misterios eleusinos: «¿Os postráis, millones? ¿Presientes tú al creador, oh mundo?». -








lunes, 5 de mayo de 2014

¿Cuándo haremos caso a los artistas?

Está en la manera en que lo usas
Viene y va...

Nadie acierta hasta que alguien se equivoca
Nadie es débil hasta alguien es fuerte
Nadie tiene suerte hasta que le llega
Nadie está solo hasta que alguien se va


Estas son algunas líneas de la canción de Eric Clapton It's in the way that you use it, que apunta a la relatividad de los juicios, una manera de comprender la "realidad" que sobrepasa el estudio racionalista habitual con que hemos sido educados. Algo que los artistas de TODOS los tiempos siempre han tenido en cuenta, de la misma manera que los místicos, pues este concepto es el de la dualidad ying-yang, sol-luna, cielo-infierno, vida-muerte...

Y a ver si nos replanteamos ya de una vez por todas la moral judeocristiana, que se basa precisamente en negar la interrelación de los opuestos, es decir, en una burda mentira...

La clave está en cómo lo usas.


It's in the way that you use it,
It comes and it goes.
It's in the way that you use it,
Boy don't you know.

And if you lie you will lose it,
Feelings will show.
So don't you ever abuse it,
Don't let it go.

Nobody's right till somebody's wrong.
Nobody's weak till somebody's strong.
No one gets lucky till luck comes along.
Nobody's lonely till somebody's gone.

And if you lie you will lose it,
Feelings will show.
So don't you ever abuse it,
Don't let it go.

I've seen dark skies, never like this.
Walked on some thin ice, never like this.
I've told you white lies, never like this.
Looked into true eyes, never like this.

martes, 28 de enero de 2014

La Guerra Mental


Voy a usar la conocida saga de Star Wars para hablar sobre los conceptos del bien y el mal. Como todo el mundo sabe, en la serie hay unos jedis que se supone tienen poderes “extranormales”, y que hay los buenos, y los malos, como en toda película con pretensiones de ser comercial. Pero hay en la trama, sobretodo en los capítulos V y VI, la segunda y la tercera en orden cronológico de estreno... ciertas claves de conocimiento oculto, pistas sobre la llamada iluminación espiritual. En el primer video, vemos cómo Yoda explica a su discípulo Luke que tenga cuidado con el lado oscuro(rabia, miedo...), y que la fuerza solo se debe usar para obtener conocimiento, y para la defensa. Luego le dice que entre en una especie de caverna en donde prevalece el lado oscuro.
—¿Qué hay allí? —pregunta el inocente Luke.
—Solo lo que lleves contigo —responde el solícito jedi. —Tus armas. No las necesitas. —Continúa el maestro.
Evidentemente, Luke es joven y orgulloso, y se pasa el consejo del pequeño hombre verde por sus mismísimos c***


Lo siento por la repepetición de la escena... no encontré otro video mejor...

La entrada en la caverna del lado oscuro es la bajada a los infiernos de la antiguedad clásica. Hércules, Eneas, Ulises, o Teseo también pasan por esta prueva iniciática en los mitos. http://revistareplicante.com/el-descenso-a-los-infiernos/

¿Y qué encuentra Luke allí? Pues encuentra un espejo de sus miedos. Encuentra la proyección mental de aquello que teme (Vader). Pero el cachondo guionista de la película nos pone un acertijo no fácil de descifrar. Cuando Luke derrota a la imagen de Vader, la máscara se abre en el suelo, y muestra el rostro de quién Luke acababa de decapitar: él mismo.

Evidentemente, esta bajada en los infiernos no es nada más que un ejercicio de autoconocimiento. El lado oscuro de Luke es, Luke.

Y voy a poner la batalla final de la peli, en donde su padre quiere tentarlo para que se pase al lado oscuro con él, y reine la família Skywalker en la galaxia. ¿Y cómo lo hace? Pues de una manera sutil... Le dice que libere su rabia, que descarge el odio contra él. En estas peleas, Luke siempre se debate entre la rabia y el control emocional.




Ahora vamos a ver la escena final de la última película. Aquí es el emperador que seduce a Luke para que descarge el odio irracional y la rabia. Al pequeño Luke realmente le entra un ataque de violencia tal, que se carga al Vader. Pero luego es capaz de volver en sí, y calma sus nervios. Aquí demuestra su plenitud como Jedi, y de paso el guionista se carga la teoría freudiana del complejo de Edipo, une el bien con el mal, y padre e hijo acaban con el emperador. Final feliz...



Y creo que todo el mundo sabe que la fuerza es el chi, prana, kundalini, ki, o energía. Algo que está más allá del bien y el mal. No existe una energía positiva y otra de negativa. Usando la analogía con la electricidad, lo que hay son dos polos(positivo y negativo), pero la descarga por la unión de los dos polos es simplemente, energía...







lunes, 16 de diciembre de 2013

¡Hiperespacio!


En este post expliqué el concepto de la proyección de una figura tridimensional en un plano bidimensional, con el objetivo de promover el hemisferio derecho del cerebro, el pensamiento 3D; imágenes, arte, poesía...

Ahora vamos a dejar ya de una vez por todas la realidad física tridimensional, y vamos a descubrir qué son las dimensiones superiores. Agarrate a la silla, y sigue leyendo pausadamente. Nos va a introducir en las dimensiones superiores nada más y nada menos que David Bohm, el físico nuclear discípulo del mismísimo Einstein:

Bohm, La Totalidad y el Orden Implicado, pg. 116

La teoría cuántica tiene una relación no local fundamentalmente nueva, que puede describirse como una conexión no causal de elementos mutuamente distantes, y que nos ha aportado el experimento de Einstein, Podolsky y Rosen. No es necesario para nuestros propósitos que entremos en detalles técnicos sobre esta relación no local. Todo lo que nos importa aquí es que, si estudiamos las implicaciones de la teoría cuántica, nos encontraremos con que el análisis de un sistema total según un conjunto de partículas independientes pero interactuantes, se viene abajo de un modo radicalmente nuevo. En su lugar se descubre, tanto por la interpretación de las ecuaciones matemáticas como por los resultados de experimentos reales, que las diferentes partículas se deben considerar literalmente como proyecciones de una realidad con más de tres dimensiones que no puede justificarse si consideramos cualquier fuerza que interactúe con ellas.”

Ya se que no habéis entendido nada del párrafo anterior, pero tranquilos, que de esto se trata ;) Lo que nos tiene que quedar claro es que la realidad tridimensional que percibe la vista es tan sólo una pequeña parte de cosas mucho más complejas. La realidad tridimensional es en el fondo, una mera ilusión que se construye nuestra mente con el objetivo de que nuestro organismo pueda tener éxito en sus quehaceres diarios. Y bien, ¿qué es lo que hay más allá? Pues más allá está la propia mente, la memoria, las emociones... Algo que no puede estudiarse en el marco científico actual, porque éste parte de un supuesto erróneo: el marco cartesiano. Ahora volvamos a Bohm; que los mismos científicos nos iluminen...

Bohm, La Totalidad y el Orden Implicado, pg. 15

La tendencia predominante en la física moderna está en contra de cualquier actitud abierta a una actividad formativa sobre la totalidad no dividida del movimiento fluyente. De hecho, se les está quitando importancia a los aspectos de la teoría de la relatividad y de la teoría cuántica que sugieren la necesidad de tal modo de ver las cosas, y, en realidad, pocas veces dan cuenta de ello la mayoría de los físicos, porque generalmente se considera que estos aspectos no son más que aspectos del cálculo matemático, y no indicios de la naturaleza real de las cosas. Cuando esto llega al lenguaje informal y al modo de pensar en física, que influye en la imaginación y provoca el sentimiento de lo que es real y sustancial, la mayoría de los físicos todavía hablan y piensan, con un absoluto convencimiento de que poseen la verdad, según el criterio tradicional atomístico de que el universo está constituido por partículas elementales que son los «ladrillos básicos» con lo que está hecho todo. En otras ciencias, como la biología, la fuerza de sus convicciones es todavía mayor, porque, entre los investigadores de estos campos, existe un leve conocimiento del carácter revolucionario del desarrollo de la física moderna. Por ejemplo, los biólogos moleculares modernos creen generalmente que, en última instancia, la totalidad de la vida y del pensamiento podrá comprenderse en términos más o menos mecánicos cuando se haga una especie de ampliación del trabajo que se ha realizado ya con la estructura y la función de las moléculas del ADN. Una tendencia similar ha comenzado ya a dominar la psicología. Así llegamos al estrambótico resultado de que, en el estudio de la vida y la mente, que son precisamente los campos en los que es más evidente para la experiencia y la observación que la causa formativa actúa en un movimiento fluyente no dividido ni fragmentado, se da ahora la creencia más amplia en el sistema fragmentario atomista de acercamiento a la realidad.
Desde luego, la tendencia predominante de la ciencia, la de pensar y percibir según una propia idea fragmentaria del mundo, forma parte de un movimiento más amplio que se ha ido desarrollando a lo largo de las épocas y que hoy abarca casi toda nuestra sociedad, pero, a su vez, esta manera de pensar y de observar en la investigación científica tiende a reforzar el concepto fragmentario en general, porque ofrece al hombre una representación del mundo entero no constituido por nada más que por un conjunto de «ladrillos atómicos» existentes por separado, y le proporciona la evidencia experimental que le lleva a concluir que esta idea del mundo es necesaria e inevitable. Así, la gente llega a sentir que esta fragmentación no es más que una expresión del «modo en que es realmente todo», y que cualquier otra cosa es imposible. Hay poca disposición para buscar evidencias de lo contrario. Como ya hemos apuntado, incluso cuando surge esta evidencia, como en la física moderna, la tendencia general es la de minimizar su significado, o incluso ignorarla por completo. En efecto, se puede llegar a decir que, en el actual estado de nuestra sociedad, y con el modo actual de enseñar la ciencia en general (que es una manifestación del estado de esta sociedad), se apoya y se transmite una especie de prejuicio favorable a una concepción fragmentaria del propio mundo. Algunos lo propagan explícita y  conscientemente, pero la mayoría lo hace de una manera implícita e inconsciente."


Más claro el agua... Ojalá algun día se modifique el sistema educativo y se escuche de una vez a las mentes más eminentes...

No es que el modelo cartesiano-atomista-mecanicista de los centros educativos tenga errores. Es que simplemente, es una mentira, una herencia de una concepción primitiva sobre la realidad. Muchos científicos defienden la interpretación del universo no como una máquina, sino más bien como un organismo vivo que contiene más dimensiones que las tres que observamos a simple vista. Es decir, contiene mente, contiene emoción. Y para poder expresar mejor esta realidad multidimensional, el lenguaje ordinario es incompleto. Se necesita de un modo de pensar enfocado en el verbo, en el fluir, y de otro tipo de lógica distinta que la de Aristóteles, que se basa en el sujeto. Por contra, hay la lógica del verbo y del objeto, que es la metáfora:

Silogismo metafórico:

Proposición 1: Los hombres ríen a menudo
Proposición 2: Las mujeres ríen a menudo

Por lo tanto, los hombres son mujeres.

Desde el punto de vista de la lógica aristotélica, este silogismo es claramente erróneo. Pero en un sentido poético, es válido como metáfora.

Proposición 1: Los pensamientos del hombre se elevan al cielo.
Proposición 2: El pájaro se eleva al cielo.

Por lo tanto, el hombre es un pájaro.

En este otro ejemplo, el silogismo es correcto otra vez en un sentido metafórico, poético.

Y ahora, otra vez David Bohm, hablando sobre el lenguaje:

Bohm, La Totalidad y el Orden Implicado, pg. 4

Mi sugerencia es que cada etapa del propio orden con el que opera la mente requiere una comprensión global de todo lo que se conoce, no sólo en términos formales, lógicos ni matemáticos, sino también intuitivamente, en imágenes, sensaciones, uso poético del lenguaje, etcétera. (Quizá podríamos decir que esto es lo que relaciona armónicamente el «lóbulo izquierdo» con el «lóbulo derecho».) Esta forma global de pensar no es solamente una fuente caudalosa de nuevas ideas teóricas: la mente humana necesita funcionar por lo general de una manera armoniosa, lo que revertiría en beneficio de una sociedad ordenada y estable. No obstante, como se señala en los primeros capítulos, esto requiere un flujo y desarrollo continuos de nuestras ideas generales acerca del mundo real.”

Y para que quede claro que ni el Bohm ni este humilde servidor que escribe son hippies que se han tomado un tripi y no saben ni lo que dicen, el experimento al que hace referencia Bohm en el primer extracto que pongo, el experimento de Einstein, Podolsky y Rosen, que también se conoce como entrelazamiento cuántico, es la demostración científica de que hay “cosas” que se encuentran más allà del espacio-tiempo: http://es.wikipedia.org/wiki/Paradoja_EPR

Libro en pdf de Bohm en donde se encuentran los extractos de este post.








viernes, 8 de noviembre de 2013

Los Miedos de la Luna


Ya introduje en el anterior post los trabajos de Robert Graves sobre la mitología griega. Se sabe que en las culturas primitivas, la sociedad era matriarcal, es decir, la mujer ostentaba el poder.

La explicación a este fenómeno cultural por parte de la ciencia racionalista, positivista y machista, es la supuesta ignorancia sobre la paternidad de los hijos. Se supone que los primeros humanos no relacionaban copulación con embarazo, y atribuían el nacimiento de los hijos al viento, a los dioses...

Me estoy aguantando la risa al escribir esto. ¿Qué va a decir una ciencia, unas universidades con valores masculinos racionalistas sobre esta evidencia? En la universidad no se sabe qué es una mujer. Ni en psicología, en donde veneran a una persona, Freud, que argumenta toda la psicología humana entorno al complejo de Edipo, en el supuesto instinto del niño de matar a su padre y ocupar su lugar...

¿Qué van a decir las universidades entonces, sobre ésto?




Incluso las mujeres que llegan a profesoras de universidad en el fondo saben que aquello es una inmensa bola de mierda pinchada en un palo, pero són listas. Saben dónde está el poder, y se lo callan.

Que el hombre no sepa distinguir su descendencia es una cosa. Pero esto no quiere decir que la mujer no sepa perfectamente la identidad del padre.

En la antigua Grecia sucedió algo único que marcó la antiguedad. Los pueblos arios del norte invadieron el territorio griego. Los pueblos del norte eran patriarcales, y en la Grecia primitiva tadavía tenían mucho poder las estructuras matriarcales. Se impuso el patriarcado, Zeus por encima de todos los dioses, peró se permitió seguir funcionando los cultos de las divinidades matriarcales. Véase sinó el mito de Atenea, que según Robert Graves es el resultado de la invasión de las culturas patrarcales.

Zeus se come a Metis y luego siente un agudo dolor de cabeza. De ella sale Atenea.

Metis Representa el culto matriarcal, que después de la invasión se convierte en Atenea que, siendo todavía una diosa muy poderosa, ahora es hija del padre Zeus.

De esta forma vemos como en la Grecia clásica conviven matriarcado con patriarcado, aunque el primero esté ya bajo la tutela del segundo. Pero la mujer conserva su poder femenino; ver sinó todas las esculturas venerando la belleza de la figura de la mujer. También mantiene un rol muy importante en los cultos mistéricos y religiosos, conservando el papel de sacerdotisa.

Podría citar aquí la Ilíada, en donde se genera una guerra entre los argivos y troyanos por culpa de la belleza de una mujer adúltera, Helena, y como Aquiles, el gran Aquiles El Homicida, el aniquilador de hombres, se niega a luchar con los suyos por culpa de los celos que contrae con el rey Agamenón que usa su poder para arrebatarle una bellísma mujer de la que él se enamora: Briseida. Sólo la muerte de su pulpilo Patroclo hará volver al Aniquilador de hombres a las arenas del combate. Hay que leer el libro, hombre, no mirar la película de Brad Pitt. Pues leyendo te das cuenta de muchas claves que no se entienden desde la perspectiva maschista actual. Por ejemplo, el Prototipo de Hombre. Para quien no haya leído el libro, voy a informar que Aquiles, el masculino y casi invencible Aquiles, pasa toda una noche llorando desconsolado como un bebé tras la muerte de su pupilo y mejor amigo, Patroclo. Luego sí, coje una lanza y se carga a todo dios en su cólera...




Pero como todos sabemos, hay un momento, que no recuerdo muy bien en qué año empieza... en que la historia cambia.

Roma ha conquistado todo el mediterráneo, y el territorio de los judíos también. Nietzsche argumenta en su libro Genealogía de la Moral, que la moral judía es fruto de la esclavitud de su pueblo, en la contraposición moral de esclavo — moral de señor. La moral judía; una moralidad del resentimiento, de la renuncia a los placeres de la vida, y el buscar un más allá que justifique el sufrimiento de la vida. Esta es una moral que por naturaleza, lleva consigo el odio y el resentimiento. El cristianismo adoptó el judaísmo, y le antepuso la palabra amor, aunque evidentemente solo podía quedarse en la palabra.

El último cristiano murió en la cruz—Nietzsche.

Cristo debería de ser un hombre fascinante con un gran corazón, pero lo que hizo luego La Iglesia en su nombre es quizá el horror más grande que haya sufrido la humanidad hasta el momento.

Pero volvamos a la mujer: con el cristianismo, la mujer es vilipendiada ya en todo el territorio del mediterráneo, pues los emperadores romanos obligan al culto monoteísta de La Iglesia prohibiendo los cultos ancestrales. Ahora la mujer deja de estar subordinada al poder del patriarcado para ser una esclava del patriarcado. ¿Y qué sucede cuando alguien es sometido con la dureza que fué sometida la mujer con el judaísmo-cristianismo? Al igual que los judíos, desarrollaron una moral del resentimiento y del odio, la mujer adoptó también unas actitudes similares.

Me podría explaiar un poco aquí introduciendo conceptos nietzscheanos como la voluntad de poder, el instinto de superviciencia o impulso vital que es la fuente de toda actitud humana, tanto en el hombre como en la mujer, en los pueblos tanto arios como judíos, africanos, y asiáticos. Según las circunstancias culturales, ésta voluntad de poder se desarrolla de una manera o de otra. La moral de esclavo del judaísmo no la extrae a sí misma de la lucha por el poder, lo que ésta se desarrolla de otra forma. Vemos de esta manera cómo el judaísmo venció en Roma con el nombre de cristianismo, y obtenido el poder desde la capital, se impuso fácilmente por todo occidente.

De la misma manera, la mujer desarrolló por su parte su particular moral de esclava, sin renunciar nunca a su poder innato: sus armas pasaron a ser el engaño, la sensualidad, hacerse la enigmática, conspirar en la sombra...

Pero resulta ser que los tiempos ahora vuelven a cambiar. Se le están viendo sus puntos flacos e inconguencias a la moral judeo-cristiana desde múltiples ángulos; ciencia, filosofía, arte...

Y la Luna, mi querida Luna, no sabe qué hacer. ¿Mantener el poder en la sombra dentro de una sociedad en apariencia patriarcal y machista? o ¿salir de la oscuridad para tratar de tú a tú con un nuevo tipo de hombre más evolucionado que la haga sentirse bien como mujer?

La primera opción es la fácil, porque lleva milenios de inercia en nuestra sociedad, pero lleva al odio, y al deseo inconsciente de matar a este nuevo tipo de hombre para que ella pueda seguir con el poder en la sombra. Es la opción cobarde que muchas mujeres están eligiendo en la actualidad.

¿Y qué las hará cambiar? ¿Qué hay que hacer para que las profesoras de Universidad se atrevan a decir que los estudios que ellas representan son en realidad, una auténtica mierda?

¿Qué hay que hacer para que las mujeres trabajen conjuntamente con los hombres para cambiar las estructuras corruptas del sistema actual que nos estan empobreciendo a todos?

¿Comprenderá la mujer que ya no sirve ser una prostituta del sistema, pues su descendencia va a pasar hambre y guerras?

Los hombres que queremos un cambio tenemos que ser fuertes y mirar más allá de la belleza fotográfica del culto actual, y aprender a admirar también la belleza interior. Y usar el poder sexual que hasta ahora sólo ellas conocían: dominar el sexo tántrico.

Controlar la eyaculación, y volverlas locas en la cama  ;)