Presentación

Este blog está realizado con el objetivo de divulgar conocimientos sobre filosofía, ciencia, sociedad, política y espiritualidad en un intento de unir estas disciplinas que en la actualidad se estudian por separado. Continuar leyendo la presentación

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domingo, 14 de septiembre de 2014

Arte Vs. Ciencia: round 2



En el post Arte vs Ciencia Round 1, expuse cómo Freud creó un método para acercar los misterios del inconsciente al positivismo científico que ha resultado en dogma, el sustituto perfecto a la pérdida de fe en la religión tradicional. 
 
Para entender las ideas y los personajes hay que entender la época en dónde vivieron. Finales del s.XIX y principios del s.XX es una época marcada por el resurgimiento de las fuerzas de la naturaleza, instintos, y pasiones que marcaron el romanticismo, el auge de la ciencia materialista, darwinismo, receso de la influencia de los dogmas judeocristianos en cuanto a las cuestiones humanas, y sustitución de éstos por los recientes éxitos de la ciencia racionalista y materialista. Paralelamente al racionalismo científico, surge una revitalización del esoterismo, ocultismo, espiritismo y paganismo, que se encontraba en estado latente en Alemania. Primera Guerra Mundial, Revolución Comunista en Rusia, pobreza en Europa, y Nacionalsocialismo como la respuesta Alemana al problema humano. ¿Por qué Alemania empieza la caza de los judíos? No es ningún secreto el hecho de que la doctrina filosófica Nazi recibe influencias del paganismo y del hinduísmo. La esvástica como bandera es el elemento indiscutible que demuestra la afición alemana de la época por la filosofía hinduísta o budista.

El Dios todopoderoso judeocristiano recibe estocadas tanto por parte del paganismo-hinduísmo como por parte del racionalismo científico. Europa del Este y Central ruge ante los cambios de mentalidad humana, y un racionalismo planificador basado en el materialismo(comunismo) compite con una mezcla de orgullo racial nórdico y neopaganismo(nazismo).

El nazismo perdió la guerra, y entonces quedaron enfrentados el comunismo ateo con la reválida del pobre “Dios Todopoderoso” judeocristiano, que resurge de sus cenizas ahora refugiado en los Estados Unidos de América.

Entender el concepto de los arquetipos mentales es crucial para no perderse en la complejidad de la lucha en el mundo de las ideas y las ideologías. No es nada nuevo decir que el comunista simplemente cambia una creencia por otra, manteniendo el mismo tipo de estructura mental que funcionaba bajo el cristianismo. Esta afirmación la comparte Jung, un servidor, y numerosos escritores y pensadores que vivieron en primera persona los intentos revolucionarios en España como Hemingway o Orwell.

Dios es bueno y cuida de nosotros.

se cambia a:

El Estado es bueno y cuidará de nosotros.

De la misma manera, la creencia ciega en la verdad de las escrituras religiosas se transforma en la creencia ciega en el materialismo científico, negando firmemente cualquier posibilidad de acción a “fuerzas ocultas” o místicas. Cambia la forma, la expresión verbal, pero no los procedimientos mentales ni la manera de creer y no querer escuchar alternativas. Tanto el monoteísmo dogmático como el racionalismo científico mantienen en común el uso exclusivo de la parte racional del cerebro, negando la validez de la parte emocional, subjetiva, del terreno del arte y los sentimientos. Nos encontramos de forma clara y evidente con el mismo arquetipo mental, que simplemente cambia, muda de piel manteniendo los rasgos más característicos que lo diferencian de otros. El camuflaje de este arquetipo escurridizo fue desubierto por Nietzsche, que lo bautizó como el Ideal Ascético, pues simplemente se basa en el intento del dominio racional de la mente sobre la parte irracional o emocional. En otros términos, el sometimiento del inconsciente por parte de la mente consciente.

Y enmedio del caos de los incios del s.XX surge de entre la bruma un médico con raíces judías que promulga un nuevo método de control del inconsciente: Sigmund Freud. Su teoría de que todos los problemas en la psique humana son causados por la represión del instinto libidinoso causa uno de los múltiples revueltos de aquella época. El instinto primordial, la madre del cordero de la conducta humana pasa de aquella fuerza priomrdial y espontánea que era la Voluntad de Schopenhauer, por la Voluntad de Poder de Nietzsche, y se detiene en la Voluntad de Follar de Freud.

No hay nada de malo en usar una palabra u otra para designar aquello que todos sabemos que juega un rol importante en nuestras vidas: el instinto. El problema de Freud reside en la solución que plantea él ante el problema de la violencia y el instinto humano. Freud cree que la vida civilizada es una mascarada, una imposición, una prisión al instinto animal más básico, que según él, siguiendo con el materialismo darwinista de la época, és lo único auténtico en el hombre. Y entiende que sin las normas de conducta de la vida en sociedad, esto sería una guerra de todos contra todos que terminaría con la destrucción de la cultura. Entonces es cuando realiza una perífrasis, y paradójicamente pasa a justificar la represión sobre los instintos al mismo tiempo que reconoce que son la esencia humana.

La solución racista-neopagana pierde la Segunda Guerra Mundial, y se abre el camino al desarrollo del materialismo como doctrina filosófica. Y entonces Freud juega un rol importante en el asentamiento de la moral judeocristiana en la segunda mitad del s.XX. Proporciona la solución al problema de los instintos humanos con la vieja fórmula juedeocristiana(que él llamaría superego), justificada de esta forma la moral judía sobre las bases del materialismo científico, sustituyendo la Iglesia de los domingos por las charlas con el psicoanalista.

¿Dónde queda entonces la promesa del superhombre de Nietzsche? ¿Qué sucede con la esperada resurrección del espíritu artístico de la antigua Grecia? ¿Dónde están los nuevos valores que necesita el hombre para ser feliz? ¿Cómo integramos armoniosamente nuestros instintos y nuestro interior en la sociedad? ¿Cómo expresamos nuestras emociones?

De momento dejaremos hablar a una persona que conoció muy de cerca a Sigmund Freud:

Jung: Recuerdos, Sueños, Pensamientos (1961), capítulo V: Sigmund Freud

Ya en 1900 leí la obra de Freud Interpretación de los sueños. Dejé el libro a un lado porque no lo comprendía aún. A los veinticinco años carecía de experiencia para poder comprobar las teorías de Freud. Sólo fue más tarde cuando pude hacerlo. En 1903 volví a leerlo y descubrí la relación con mis propias ideas. Lo que me interesó principalmente en esta obra fue la aplicación al campo del sueño del concepto «mecanismo de represión», procedente de la psicología de la neurosis. Esto era importante para mí, porque en mis experimentos de asociación de palabras con frecuencia surgían represiones: a ciertas palabras sugerentes, los pacientes no sabían dar una respuesta asociativa, o se tomaban un tiempo considerablemente largo para reaccionar. Como se comprobó posteriormente, se presentaba este trastorno cada vez que la palabra sugerente afectaba a un dolor o conflicto anímico. Pero ello era en la mayoría de los casos desconocido por el paciente, y a mi pregunta acerca de la causa del trastorno respondían de modo extraño y rebuscado. La lectura de la Interpretación de los sueños de Freud me mostró que aquí actuaba el mecanismo de la represión y que los hechos observados por mí coincidían con su teoría. No podía más que constatar sus conclusiones. Algo distinto sucedió en relación con el tema de la represión. En este aspecto no podía dar la razón a Freud. Él veía como causa de la represión el trauma sexual y ello no me bastaba. En mi consulta conocí numerosos casos de neurosis en los cuales la sexualidad desempeñaba un papel meramente secundario, mientras que había otros factores en primer plano, por ejemplo, el problema de la adaptación social, de la opresión por circunstancias de la vida, las pretensiones de prestigio, etc. Posteriormente le presenté a Freud tales casos, pero él no admitía otros factores que no fueran la sexualidad. Esto me pareció muy poco satisfactorio. “

Nos encontramos a la una del mediodía y hablamos durante trece horas ininterrumpidamente, por así decirlo. Freud era el primer hombre realmente importante que yo conocía. Ningún otro hombre de los que entonces conocía podía equiparársele. En su actitud no había nada de trivial. Le encontré extraordinariamente inteligente, penetrante e interesante en todos los aspectos. Y pese a ello mis primeras impresiones sobre él fueron poco claras y en parte incomprendidas. Lo que me decía acerca de su teoría sexual me impresionó. Sin embargo sus palabras no lograron disipar mis dudas y reflexiones. Se las planteé más de una vez, pero siempre me objetaba mi falta de experiencia. Freud llevaba razón: entonces no poseía yo la experiencia suficiente para fundamentar mis argumentos. Vi que su teoría sexual era extraordinariamente importante para él, tanto en el sentido personal como filosófico. Ello me impresionó, pero no podía explicarme exactamente hasta qué punto esta valoración positiva dependía en él de premisas subjetivas y hasta qué punto de experiencias concluyentes. En especial, la posición de Freud respecto al espíritu me pareció muy cuestionable. Siempre que en un hombre o en una obra de arte se manifestaba el lenguaje de la espiritualidad, le parecía sospechoso y dejaba entrever una «sexualidad reprimida». Lo que no podía explicarse directamente como sexualidad, lo caracterizaba como «psicosexualidad». Yo objetaba que su hipótesis, llevada a sus lógicas conclusiones, conducía a un juicio demoledor sobre la cultura. La cultura aparecía como una mera farsa, como fruto morboso de la sexualidad reprimida. «Ciertamente —concedía él—, así es. Ello es una maldición del destino contra la cual nada podemos.» Yo no estaba dispuesto en absoluto a darle la razón. Sin embargo, no me sentía maduro todavía para entablar una polémica. Hay todavía algo en este primer encuentro que me resultó significativo. Concierne a cosas que, sin embargo, sólo logré comprender y meditar después del fin de nuestra amistad. Era evidente que la teoría sexual de Freud resultaba singularmente sugestiva. Cuando Freud hablaba de ello, su voz se hacía imperiosa, angustiosa casi, y ya no se notaba nada de su actitud crítica y escéptica. Una expresión extrañamente agitada, una causa que no lograba yo aclarar, animaba su rostro. Me impresionó profundamente que la sexualidad significara para él un numinosum. Mi impresión quedó confirmada por una conversación que tuvo lugar unos tres años después (1910), nuevamente en Viena. Recuerdo todavía muy vivamente cómo me dijo Freud: «Mi querido Jung, prométame que nunca desechará la teoría sexual. Es lo más importante de todo. Vea usted, debemos hacer de ello un dogma, un bastión inexpugnable.» Me dijo esto apasionadamente y en un tono como si un padre dijera: «Y prométeme, mi querido hijo, ¡que todos los domingos irás a misa!» Algo extrañado le pregunté: «Un bastión ¿contra qué?» A lo que respondió: «Contra la negra avalancha», aquí vaciló un instante y añadió: «del ocultismo». En primer lugar fueron el «dogma» y el «bastión» lo que me asustó; pues un dogma, es decir, un credo indiscutible, se postula sólo allí donde se quiere reprimir una duda de una vez para siempre. Pero esto ya no tiene nada que ver con una opinión científica, sino sólo con un afán de poder personal. Esto constituyó un rudo golpe para nuestra amistad. Yo sabía que nunca podría aceptar esto. Lo que Freud parecía entender por «ocultismo» era, más o menos, todo lo que la filosofía y la religión, incluyendo la parapsicología, que por entonces estaba de moda, tenían que decir sobre el alma. Para mí la teoría sexual era igualmente «oculta», es decir, indemostrable, pura hipótesis posible, como muchas otras concepciones especulativas. Una verdad científica era para mí una hipótesis satisfactoria por el momento, pero no un artículo de fe para todos los tiempos. Sin poder entonces comprender esto correctamente, había observado en Freud una secuela de factores religiosos inconscientes. Manifiestamente quería alistarme para una defensa común contra amenazadores signos inconscientes. La huella que me dejó esta conversación contribuyó a mi confusión; pues hasta entonces no había atribuido a la sexualidad el alcance de una cuestión indecisa a la que se debe prestar fidelidad porque pudiera perderse. Para Freud la sexualidad significaba, por lo visto, más que para los demás. Era para él una res religiose observanda. Bajo la influencia de tales ideas y cuestiones se incurre, por regla general, en la desconfianza y la reserva. Así, nuestras conversaciones terminaron pronto, tras algunos balbucientes intentos por mi parte. Yo estaba profundamente impresionado, confuso y desconcertado. Tenía la sensación de haber lanzado una ojeada a un país nuevo y desconocido, de donde me llegaban volando bandadas de nuevas ideas. Una cosa estaba clara para mí: Freud, que siempre hacía hincapié en su irreligiosidad, se había construido un dogma, mejor dicho, en lugar del Dios celoso que había perdido, había puesto una imagen forzosa, concretamente a la sexualidad; una imagen que no era menos apremiante, exigente, despótica, amenazadora y ambivalente moralmente. Del mismo modo
que al más fuerte psíquicamente y por lo tanto, terrible, corresponden los atributos de «divino» o «diabólico», la «libido sexual» había adoptado en él el papel de un deus absconditus, de un Dios oculto. La ventaja de esta mutación consistía para Freud en que el nuevo principio numinoso le
parecía irreprochable científicamente y libre de todo lastre religioso. Pero en el fondo subsiste la numi-nosidad como propiedad psicológica de los principios antagónicos inconmensurables racionalmente: Jehová y sexualidad. Sólo había variado la denominación y con ello ciertamente también el punto de vista: no era en lo alto donde había que buscar lo perdido, sino abajo. Pero ¿qué le importa, al fin y al cabo, al más fuerte, si se le define de éste o de otro modo? Si no existiera psicología alguna sino sólo objetos concretos, se habría en efecto destruido a uno, para colocar a otro en su lugar. En la realidad, es decir, en el campo de la experiencia psicológica, no ha desaparecido empero nada en absoluto de la urgencia, angustia, coacción, etc. Como antes, se plantea la cuestión de cómo aparece o desaparece el miedo, el remordimiento, la culpa, la coacción, la inconsistencia y la impulsividad. Si no proviene del lado diáfano, idealista, entonces quizá lo haga del oscuro, del biológico. Como llamas momentáneamente oscilantes pasaron por mi cabeza estos pensamientos. Mucho más tarde, cuando medité sobre el carácter de Freud, se me hicieron importantes y revelaron su significado. Un rasgo de su carácter me preocupaba en especial: la amargura de Freud. Ya me llamó la atención en nuestro primer encuentro. Durante mucho tiempo no logré comprenderlo hasta que pude relacionarlo con su actitud respecto a la sexualidad. Para Freud la sexualidad significaba ciertamente un numinoso, pero en su teoría se expresa exclusivamente como función biológica. Sólo la inquietud con que hablaba de ello permitía deducir que en él resonaba más profundamente. En última instancia quería enseñar —así por lo menos me lo pareció a mí— que, vista desde dentro, la sexualidad implicaba también espiritualidad o tenía sentido. Su terminología concreta era, sin embargo, demasiado limitada para poder expresar esta idea. Así pues, me daba la impresión de que trabajaba contra su propio objetivo y contra sí mismo; y no existe amargura peor que la de un hombre convertido en el más encarnizado enemigo de sí mismo. Según su propia expresión, se sentía amenazado por la «negra avalancha», él, que había propuesto principalmente vaciar las oscuras profundidades. Freud no se preguntó nunca por qué debía hablar constantemente sobre el sexo, por qué este pensamiento le poseía. Nunca tendría consciencia de que en la «monotonía del significado» se expresaba la huida de sí mismo, o de aquella otra parte suya que quizás pudiera definirse como «mística». Sin reconocer esta parte no podía sentirse acorde consigo mismo. Era ciego frente a la paradoja y la ambigüedad de los significados del inconsciente, y no sabía que todo cuanto emerge del inconsciente posee algo superior e inferior, algo interno y externo. Cuando se habla de lo externo —y esto hizo Freud— se considera sólo la mitad de ello y, consiguientemente, surge en el inconsciente una fuerza antagónica. Contra esta parcialidad de Freud no había nada que hacer. Quizás una íntima experiencia personal le hubiera podido abrir los ojos; pero a lo mejor su mente lo hubiera reducido también a «mera sexualidad» o «psicosexualidad». Fue prisionero de un punto de vista y justamente por ello veo en él una figura trágica, pues era un gran hombre.”

“Nietzsche, entregado y supeditado a su destino, tuvo que crearse un «superhombre». Freud, así concluí yo, quedó tan impresionado por el poder del eros que quiso elevarlo a un numen religioso, incluso a dogma —aere perennius. No es ningún secreto que Zaratustra es el heraldo de un evangelio, y Freud compite incluso con la Iglesia en su intención de canonizar los principios. No hizo esto de un modo demasiado ostensible, pero sí, sin embargo, con la intención, sospechosa para mí, de querer pasar por profeta. Levanta la trágica reivindicación y la destruye a la vez. Así sucede casi siempre con las numinosidades, y esto es lógico, pues en cierto aspecto son verdaderas y en otro, inciertas. La vivencia luminosa se eleva y se hunde a la vez. Si Freud hubiera observado mejor la verdad psicológica de que la sexualidad es numinosa —es un Dios y un Diablo— no se hubiera quedado atascado en la estrechez de un concepto biológico. Y Nietzsche, con su entusiasmo, no se hubiera situado al margen del mundo, si hubiera dado más importancia a los fundamentos de la existencia humana.”

“La conversación con Freud me mostró que él temía que la luz numinosa de su teoría sexual pudiera extinguirse por la «negra avalancha». De ello surgió una situación mitológica: la lucha entre luz y tinieblas. Esto explica la numinosidad de esta cuestión y el recurrir inmediatamente a un refugio religioso, a un dogma. En mi próximo libro, que se ocupa de la psicología de la lucha heroica, describo el trasfondo mítico de la extraña actitud de Freud. La interpretación sexual por una parte y las ansias de poder del «dogma» por otra me condujeron, en el transcurso de los años, al problema tipológico, así como a la polaridad y energética del alma. A ello siguió la investigación, durante varios decenios, de la «negra avalancha del ocultismo»; intenté comprender las premisas históricas conscientes e inconscientes de nuestra psicología actual. Me interesaba oír las opiniones de Freud sobre la precognición y sobre parapsicología en general. Cuando le visité en 1909 en Viena le pregunté qué pensaba acerca de ello. De acuerdo con su prejuicio materialista, rechazó radicalmente la cuestión como algo absurdo, basándose en un positivismo tan superficial, que me fue difícil no responderle con acritud. Transcurrieron todavía algunos años hasta que Freud reconoció la importancia de la parapsicología y la autenticidad de los fenómenos «ocultos». Mientras Freud exponía sus argumentos, yo sentí una extraordinaria sensación. Me pareció como si mi diafragma fuera de hierro y se pusiera incandescente —una cavidad diafragmática incandescente. Y en este instante sonó un crujido tal en la biblioteca, que se hallaba inmediatamente junto a nosotros, que los dos nos asustamos. Creímos que el armario caía sobre nosotros. Tan fuerte fue el crujido. Le dije a Freud: «Esto ha sido un fenómeno de exteriorización de los denominados catalíticos.» «¡Bah —dijo él—, esto sí que es un absurdo!» «Pues no», le respondí, «se equivoca usted, señor profesor. Y para probar que llevo razón le predigo ahora que volverá inmediatamente a oírse otro crujido». Y, efectivamente: ¡apenas había pronunciado estas palabras se oyó el mismo crujido en la biblioteca! No sé aún hoy por qué tenía tal certeza. Pero sabía con toda exactitud que el crujido iba a repetirse. Freud me miró horrorizado. No sé qué pensaba o qué miraba. En todo caso, este hecho despertó su desconfianza hacia mí y yo tuve la sensación de haberle hecho algo. Nunca más volví a hablarle de esto.”

“Mi interés irritó a Freud. «Pues ¿qué le pasa a usted con estos cadáveres?», me preguntó varias veces. Se disgustó mucho y durante una conversación sobre ello en la mesa sufrió un mareo. Después me dijo que estaba convencido de que esta charla sobre cadáveres significaba que yo le deseaba la muerte. Quedé más asombrado por esta opinión suya. Quedé asustado y ciertamente por el poder de sus fantasías que podían llegar a ocasionarle un desmayo.”

“Con anterioridad, Freud había formulado ante mí repetidas alusiones a que me consideraba su sucesor. Estas predicciones me resultaban penosas, pues yo sabía que no sería capaz de patrocinar correctamente sus opiniones, es decir, con el significado que él les daba. Además, tampoco había logrado exponer mis objeciones de tal modo que él pudiera aceptarlas, y sentía demasiado respeto por él para poder exigir una explicación definitiva. La idea de que debía encargarme de la dirección de un grupo me resultaba desagradable por muchos motivos. No me interesaba una cosa así. No podía sacrificar mi independencia espiritual y este aumento de prestigio me resultaba incómodo porque no
significaba otra cosa que un abandono de mis verdaderos fines. Para mí se trataba de la investigación de la verdad y no de una cuestión de prestigio personal.”

“Nuestro viaje a los Estados Unidos, que emprendimos en 1909 en Bremen, duró siete semanas. Estuvimos juntos todos los días y analizábamos nuestros sueños. Tuve entonces sueños importantes, con los que Freud no supo qué hacer. No le hice por ello censura alguna, pues al mejor analista le puede suceder que no pueda descifrar el acertijo de un sueño. Era un fallo humano y nunca me hubiera inclinado a interrumpir nuestros análisis y nuestra relación me resultaba sobremanera valiosa. Consideraba a Freud una personalidad de más edad, más madura y de mayor experiencia, y a mí como a un hijo. Sin embargo, sucedió algo que supuso un duro golpe a nuestras relaciones. Freud tuvo un sueño cuyo contenido no estoy autorizado a exponer. Lo interpreté lo mejor que supe, pero añadí que se podían deducir muchas más cosas si quería comunicarme algunos detalles de su vida privada. A estas palabras, Freud me miró extrañado —su mirada estaba llena de desconfianza— y dijo: «El caso es que no puedo arriesgar mi autoridad.» En este instante la perdió. Esta frase se me grabó en la memoria. En ella estaba escrito el final de nuestra relación. Freud colocaba la autoridad personal por encima de la verdad.”

“Bajo la influencia de la personalidad de Freud me había privado en lo posible de mi propio juicio y reprimido mi sentido crítico. Esto constituía la condición previa bajo la que podía colaborar. Me decía a mí mismo: «Freud es mucho más experimentado y más hábil que tú. Ahora escucha simplemente lo que él dice y aprende de él.» Y entonces, para mi asombro, soñé que él era un funcionario amargado de la monarquía austríaca, le soñé muerto, pero como inspector de aduanas aún «en activo». ¿Significaba esto el deseo de muerte que Freud mencionaba?”

“Naturalmente, los hombres que nada saben de la naturaleza son neuróticos, pues no se adaptan a la realidad. Son demasiado ingenuos, como niños, y se les debe explicar, por así decirlo, que son hombres corno los demás. Es verdad que con ello los neuróticos no están todavía curados y sólo pueden conseguir recuperar la salud si se desprenden del cieno de cada día. Pero sólo se encuentran a gusto en su situación de represión, y ¿cómo podrían librarse de ella, si el psicoanálisis no les revela algo mejor y distinto, si incluso la teoría los aprisiona y sólo les deja como posibilidad de solución la decisión «razonable» o «racional» de renunciar definitivamente a sus chiquilladas? Pero esto es precisamente lo que, por lo visto, no pueden hacer. ¿Y cómo podrían hacerlo si no se les descubre algo en que poder apoyarse? No se puede rechazar ninguna forma de vida sin sustituirla por otra. Un modo de vivir totalmente razonable es en la práctica generalmente imposible, máxime cuando, en principio, se es un neurótico. Ahora comprendía por qué me resultaba del mayor interés la psicología personal de Freud. Debía saber a toda costa cómo surgió su «solución razonable». Ello era para mí una cuestión vital por cuya respuesta estaba yo dispuesto a sacrificar mucho. Ahora lo veía claro. Él mismo tenía una neurosis y concretamente fácil de diagnosticar por sus síntomas bastante desagradables, como descubrí en nuestro viaje a América. Me descubrió entonces que todo el mundo es algo neurótico y que, por lo tanto, hay que ser tolerante. Pero no me sentía dispuesto a quedar satisfecho con esto, sino que quería saber mucho más, es decir, cómo se puede evitar una neurosis. Había visto que ni Freud ni sus discípulos podían comprender qué significaba el psicoanálisis en la teoría y en la práctica, puesto que ni siquiera el maestro había logrado resolver su propia neurosis. Cuando anunció su intención de identificar y dogmatizar la teoría y el método, ya no pude cooperar más con él, y no me quedó más opción que retrotraerme a mí.”

Ahora vamos a leer la opinión de Salvador Dalí sobre el creador del psicoanálisis.

Salvador Dalí, Diario de un genio, 11 de Mayo de 1957

“Ésta es, en una única imagen visual, la prueba que aporto a mi tesis, todavía no sostenida, según la cual Freud no sería otra cosa que un «gran místico al revés». Ya que si su cerebro, pesado y condimentado con todas las viscosidades del materialismo, en lugar de colgar depresivamente, estirado por la fuerza de la gravedad de las cloacas más subterráneas de las profundidades de la tierra, se hubiera estirado, por el contrario, hacia el otro vértice, el de los abismos celestiales, su propio cerebro, repito, en vez de parecerse al caracol casi amoniacal de la muerte, se habría asemejado a la gloriosa Asunción pintada por el Greco, de la que he hablado unas líneas más arriba.

El cerebro de Freud, uno de los más saborosos e importantes de nuestra época, es, por excelencia, el caracol de la muerte terrestre. En eso, por otra parte, reside la esencia de la constante tragedia del pueblo judío, siempre privado de ese elemento primordial: la Belleza, condición necesaria para alcanzar el pleno conocimiento de Dios, que ha de ser de una belleza suprema.

Al parecer, sin darme cuenta, dibujé la muerte terrestre de Freud en el retrato al carbón que hice de él un año antes de su muerte. Pretendía, especialmente, realizar un dibujo puramente morfológico del genio del psicoanálisis, en lugar de intentar hacer de una forma evidente, el retrato de un psicólogo.”

“Encasillo a Freud sin la mayor vacilación en la categoría de los héroes. Ha desplazado, en el aprecio del pueblo judío, al más grande de sus héroes, el que hasta ahora gozaba de mayor prestigio: Moisés. Freud ha demostrado que Moisés era egipcio y, en el prólogo de su libro sobre Moisés —el mejor y el más trágico de todos sus libros—, advertía a sus lectores que esta demostración había sido su tarea más ambiciosa y más ardua, ¡pero también la más corrosivamente amarga!”


Que le pregunten a una ninfómana o a un adicto al sexo, si la represión sexual es el único origen de todos sus problemas...

 
 
 







lunes, 23 de septiembre de 2013

La Supermujer


Siguiendo la terminologia del Superhombre de Nietzsche, vamos a indagar en el equivalente en mujer, la Supermujer.

Se dice de Nietzsche que era un machista. Otra vez, es la propaganda con la que nos comen la cabeza desde pequeños. Nietzsche es el cuco, el diablo, el malo de la película... y vale de todo con tal de criticarlo y que la gente ni se atreva a leerlo.

Muchos conocen la frase atribuida a él:
-¿Vas con mujeres? ¡No te olvides el látigo!-

Bien. Hay que explicar, incluso a los profesores de filosofia, pues esta frase entró por primera vez a través de mis oídos por parte del profesor de filosofía del instituto donde yo estudiaba, que esta frase está sacada del libro Así Habló Zaratustra, que es una parábola poética en donde intervienen muchos personajes, una historia. Y en todas las historias, los personajes se relacionan entre ellos, y no todos los diálogos en ella expuestos tienen que ser fieles al pensamiento de su autor. Nietzsche habla en estos diálogos a través del personaje de Zaratustra.

Pues esta frase, si leeis el libro, os vais a dar cuenta que ¡oh! Misterios de la cultura actual, sale de boca de una mujer vieja que Zaratustra se encuentra por el camino...

Evidentemente que Nietzsche tiene algun tic machista. ¿Y quién no en el S.XIX? ¿Tenemos que quemar toda la cultura que había antes de la revolución feminista de mediados del S.XX? Aristóteles defendía la esclavitud y la inferioridad de la mujer. ¿Y por eso su lógica matemática está equivocada?

Lo que aquí se intenta hacer evidentemente es atacar a la persona, porque no se la puede atacar refutando sus argumentaciones. Algo que nuestra sociedad actual que venera el ego personal antes que el diálogo está acostumbrada a hacer, y que Aristóteles ya sabía que es una manera para modificar la opinión de una audiencia acerca de algo, en el año 2300 Antes De Freud, y antes de las técnicas que se usan ahora en la televisión...

Pero es que además, resulta ser que Nietzsche era de los más avanzados en su época en la defensa de los derechos de la mujer, y se sabe que abogó por la aceptacion de mujeres en las Universidades, algo que estaba prohibido en su tiempo...

Nietzsche fue un navegador solitario, pues su manera de pensar no tenía cabida en su tiempo. Y su aislamiento le provocó un distanciamiento también en la forma de usar el lenguaje, inventando nuevas estructuras gramaticales y formas de expresión que después de 100 años de su muerte, todavía crean confusión. Se necesitan 100 años más... aunque si la cultura continua involucionando con la televisión, quizás se van a necesitar unos 500...

Pero por suerte todavia hay personas que piensan un poco dentro del campo de la Ciencia, y como he mencionado en algúna vez en otros posts, ahora se sabe que nuestro cerebro está dividido en dos hemisferios, el izquierdo racional y el derecho intuitivo-emocional. Y también se sabe que la mujer le da más al derecho, haciéndola más contradictória, más emotiva, intuitiva...

Y si a alguien en este punto le pica la curiosidad de leer a Nietzsche, pues se va a llevar una sorpresa de la gordas, porque.... -rumtum tumtum cha!- ¡Éste es el tipo de pensamiento que defendía Nietzsche!

Pero claro... en la tele y en las aulas nos dicen que aquel hombre estaba loco... ¡Oh! ¡Espera! ¡Lo que nos quieren decir es que las mujeres están locas por no ser tan racionales como los hombres!

La mujer tiene que tomar de una vez por todas las riendas de su destino, y no dejarse engañar con una falsa libertad asintiendo a los valores masculinos de la actualidad. Sacarse una carrera es algo que la mayoria pueden hacer, pero el verdadero cambio es ir más allá, y atreverse a cuestionar de una vez por todas los contenidos que se estudian, y las maneras de organización en las estructuras sociales actuales.

Prostituirse para ganar dinero es algo que todos sabemos hacer, tanto hombres como mujeres, pero la prostitución no lleva a la felicidad... y la prostitución se puede dar en las universidades, en las empresas, en los partidos políticos...

Nietzsche daba mucha importancia al arte y al artista en su sociedad ideal de hombres superiores, recuperando viejos valores de la Grecia antigua.*

Uno de los artistas post-nietzscheanos es sin lugar a dudas, Dalí. Vamos a ver lo que decía en el segundo volumen de su autobiografia, Diario de un genio:

Cuando descubrí a Nietzsche me quedé atónito. Vi que tenía la audacia de afirmar en letras de molde: “¡Dios ha muerto!” ¿Cómo se explicaba eso? ¡Llevaba yo tiempo aprendiendo que Dios no existía, y ahora alguien me comunicaba su defunción! Zaratustra se me antojaba un héroe fabuloso, cuya grandeza del alma yo admiraba, pero al mismo tiempo se daba a conocer con unas puerilades que yo, Dalí, hacía mucho que había superado. ¡Llegaría un día en que yo habría de ser más grande que él! El día en que empecé a leer Así hablaba Zaratustra, me formé ya mi concepto de Nietzsche. ¡Era un hombre débil, que había tenido la debilidad de volverse loco! Estas reflexiones me proporcionaron los elementos de mi primera consigna, aquella que, andando el tiempo, acabaría por convertirse en el lema de mi vida: “¡La única diferencia entre un loco y yo es que yo no estoy loco!” . En tres días terminé de asimilar y digerir a Nietzsche. Finalizada tan opípara comida, sólo me faltaba abordar un detalle de la personalidad del filósofo, un último hueso que roer: ¡sus bigotes!


Dalí, antes de ser famoso, conoció a una mujer, Gala. La autobiografía está repleta de admiración a su amada. Incluso reconoce que le debe a Gala su éxito como artista, y que sin ella, Dalí se hubiese vuelto loco. Gala, segun los escritos de Dalí, es una mujer con mucha intuición que ayuda al pintor en aspectos prácticos de su proceso creativo. Es una pareja que se complementa, y el éxito de Dalí se debe a aquella unión. Lo que sentía Dalí por ella es tan grande, que la hace coautora de sus obras.


Mi superhombre estaba destinado a ser nada más y nada menos que una mujer, la supermujer Gala.
S. Dalí

Pues si, lectores y lectoras. Éste puede llegar a ser el poder de una mujer con valentía.





* Mucho ojo con el estudio de la Grecia Clásica desde la perspectiva actual post-platónica, pues Sócrates y Platón significaron un cambio de valores. La República de Platón no dejaba sitio a los artistas...



lunes, 24 de junio de 2013

Arte Vs. Ciencia: round 1

Reconozco que cuando era pequeño me sentí atraído por el pensamiento de este hombre, aunque no hubiese leído nada de él. Sus teorías eran ya vox populi en el mundo entero, gracias en parte a muchas películas de cine.

Pero cada vez que indago en su pensamiento y sus teorías, me doy cuenta de que hay muchas, demasiadas, zonas oscuras en su persona y obra.

Freud era un machista, un obseso sexual, fue víctima del positivismo, la corriente de pensamiento de su época, y no creó nada. Simplemente adaptó al error positivista unas teorías que llevaban milenios en el campo del arte, y que habían resurgido en la literatura romántica del S.XIX, para no mencionar ahora la filosofía oriental o el misticismo.

Y para guinda, actuó con desprecio hacía el genio Salvador Dalí, que admiraba sus trabajos sobre el subconsciente, y luchó reiteradas veces para poderlo conocer en persona. Al final tuvieron una entrevista en Londres. Freud no sólo no quería ver para nada a Dalí, sino que al terminar su corta entrevista, hizo el siguiente comentario:

-Nunca vi un ejemplo más completo de español. ¡Qué fanático!

Además, racista, despreciando una tierra llena de artistas, en un claro insulto a los catalanes, a los españoles, y a todos los artistas del mundo entero.

Érase una vez un hombre a un Superego pegado, la fama del cual se debía exclusivamente a una concepción mecanicista-reduccionista que regía en las universidades. Una concepción que se está resquebrajando ahora desde múltiples disciplinas en dónde los principios cartesianos están mostrándose ser limitados.

No voy a hablar más del Superego que la Historia se encargará algún día de poner en su lugar. 

Web en donde explican el encuentro entre Salvador Dalí y el Superego:


Por suerte, alguien desde la psicología-medicina-psiquiatría trata también temas filosóficos, aunque como se podrá ver en el siguiente link, es incapaz de desembarazarse todavía de la concepción positivista de la realidad.

Demos la bienvenida a las mentes que se hacen preguntas desde dentro del sistema, aunque el artículo contiene los siguientes errores:

-Deja claro que el objetivo para él de la filosofía es la epistemología, negando la validez de la necesaria teorización metafísica previa a cualquier estudio, cuando la epistemología no es otra cosa que una abstración metafísica encubierta.

-Es altamente influenciado por la visión racionalista-mecanicista-cientifista-objetivista que arranca desde Sócrates, Platón, Aristóteles, Descartes, Newton, olvidando mencionar que la mecánica Newtoniana fue superada por la relativista, y aceptando la separación mente/cuerpo, eligiendo la “pureza” de la mente-alma sobre el cuerpo a la manera socrática, que trajo posteriormente la consecuente aberración conocida como cristianismo.

-Se evidencia el culto de los psicoanalistas a la persona de Freud como si fuese un mesías.

Aunque hay puntos esclarecedores, como por ejemplo,

-La comparación del psicoanalista con el sacerdote que tiene que purificarse de la subjetividad de su cuerpo para poder analizar de forma objetiva los problemas del paciente(el mismo autor muestra serias dudas a que esto sea posible...).

-Se agradece la alusión a los filósofos-poetas como Nietzsche o Kafka, aunque yo dudaría en el hecho de meter a estos dos en el mismo saco...

-Critica la tendencia de los psiquiatras a resolver los problemas con fármacos, apuntando sutilmente a los intereses más o menos ocultos de la Industria.

Un artículo como éste es un primer paso en volver a unir la filosofía con la ciencia, y se agradecen los planteamientos y explicaciones, así como el despertar del debate crucial del S.XXI dentro de los círculos académicos.  



Arte

El arte sirve para expresar cosas que con el uso ordinario de la palabra no podemos expresar. Vamos a hablar sobre el cuadro El Gran Masturbador de Salvador Dalí, con el que hice una broma en el post anterior sobre las matemáticas.

Salvador Dalí era un hombre avanzado en su tiempo que estaba por encima de las concepciones ordinarias de la gente de su momento y lugar. De hecho, se creó un personaje de cara al público: El Payaso. Al buscar las posibles interpretaciones de este cuadro, me he encontrado con un comentario hecho por el propio Dalí al respecto, en este link de la wikipedia en inglés: http://en.wikipedia.org/wiki/The_Great_Masturbator 

En donde decía de forma sutil, que únicamente quería demostrar su afecto a Cadaqués pintando esta “roca”. Dalí se debería de descojonar por dentro al ver que los estudiosos de arte y periodistas apuntaban su frase. ¿Pero habéis visto el cuadro? ¿Y el nombre inequívocamente explícito? Dalí se reía de la manía que impera en nuestra sociedad de tener que darle a todo una explicación racional. Dalí se expresaba pintando, y pedir a un pintor que explique sus cuadros es como pedir a un pájaro que te preste sus alas. Yo era un niño cuando ví este cuadro por primera vez en el museo de Figueras, y lo entendí perfectamente. Porque salvando alguna sutileza específica del inconsciente daliniano, es más que evidente aquello sobre lo que trata el cuadro. A ver, dejadme pensar... un cuadro que se llama El Gran Masturbador, y que en él hay una imagen de unos genitales masculinos con una especie de nube con cara de mujer que se acerca en posición de deseo hacia esos genitales... no sé sobre que temática quería hablar Dalí... espera... ¡Claro! ¡Ahora lo veo! ¡Está hablando sobre... ¡la masturbación! Está hablando sobre ¡SEXO! Hay... si suerte que uno tiene un master en historia del arte y otro en psicología, porque si no...

Pero es que claro... aquí había el problema social del tabú que todavía hoy se tiene en el momento de hablar de sexo. Un sexo, que está siendo hoy en día, víctima también del positivismo o cientifismo racional que impera en los centros académicos de nuestra sociedad de principios del S.XXI. Y resulta ser, que el sexo es algo espontáneo, instintivo, e irracional, y no se puede aprender en una aula.

Dos frase de Dalí que muestran su pensamiento:

“Que yo no conozca el significado de mi arte, no significa que éste no lo tenga”. 

“La diferencia entre un loco y un genio solo está en el grado de éxito”. 

Ah amigos... hablar abiertamente de sexo en nuestra sociedad todavía sigue siendo tabú, aunque la Iglesia Católica ya no tenga potestad sobre las cuestiones morales. Pero resulta ser que hemos delegado la formulación de los valores morales a una superestructura que se llama Ciencia. No importa de que campo hablemos. La Ciencia se basa en la objectividad y universalidad, omitiendo la subjetividad y especificidad, incluso en el ámbito de la psicología, desde Freud.

Hablar de sexo sigue siendo tabú, y ¡oh! ¡Qué casualidad! ¡hablar sobre la locura también!


Nietzsche: El nacimiento de la tragedia, Ensayo de autocrítica, 5

En verdad, no existe antítesis más grande de la interpretación y justificación puramente estéticas del mundo, tal como en este libro se las enseña, que la doctrina cristiana, la cual es y quiere ser sólo moral, y con sus normas absolutas, ya con su veracidad de Dios por ejemplo, relega el arte, todo arte, al reino de la mentira, - es decir, lo niega, lo reprueba, lo condena. Detrás de semejante modo de pensar y valorar, el cual, mientras sea de alguna manera auténtico, tiene que ser hostil al arte, percibía yo también desde siempre lo hostil a la vida, la rencorosa, vengativa aversión contra la vida misma: pues toda vida se basa en la apariencia, en el arte, en el engaño, en la óptica, en la necesidad de lo perspectivístico y del error. El cristianismo fue desde el comienzo, de manera esencial y básica, náusea y fastidio contra la vida sentidos por la vida, náusea y fastidio que no hacían más que disfrazarse, ocultarse, ataviarse con la creencia en «otra» vida distinta o «mejor». El odio al «mundo», la maldición de los afectos, el miedo a la belleza y a la sensualidad, un más allá inventado para calumniar mejor el más acá, en el fondo un anhelo de hundirse en la nada, en el final, en el reposo, hasta llegar al «sábado de los sábados» - todo esto, así como la incondicional voluntad del cristianismo de admitir valores sólo morales me pareció siempre la forma más peligrosa y siniestra de todas las formas posibles de una «voluntad de ocaso»; al menos, un signo de enfermedad, fatiga, desaliento, agotamiento, empobrecimiento hondísimos de la vida, - pues ante la moral (especialmente ante la moral cristiana, es decir, incondicional) la vida tiene que carecer de razón de manera constante e inevitable, ya que la vida es algo esencialmente amoral, - la vida, finalmente, oprimida bajo el peso del desprecio y del eterno «no», tiene que ser sentida como indigna de ser apetecida, como lo no-válido en sí.

Nietzsche: Genealogia de la moral, cap. 25

¡No! No se me venga con la ciencia cuando yo busco el antagonista natural del ideal ascético, cuando pregunto: «¿dónde está la voluntad opuesta, en la que se exprese su ideal opuesto?» Ni de lejos se apoya en sí misma la ciencia lo suficiente como para poder ser esto, ella necesita primero, en todos los sentidos, un ideal del valor, un poder creador de valores, al servicio del cual le es lícito a ella creer en sí misma, .. ella como tal no es nunca creadora de valores. Su relación con el ideal ascético no es ya en sí, de ningún modo, una relación antagonística; incluso representa más bien, en lo principal, la fuerza propulsora en la configuración interna de aquél. Su contradicción y su lucha, examinadas de modo más sutil, no apuntan de ningún modo al ideal mismo, sino sólo a las avanzadas de éste, a su disfraz, a su juego de máscaras, a sus ocasionales endurecimiento, desecación, dogmatización ..la ciencia devuelve la libertad a la vida que hay en el ideal ascético, negando lo exotérico en él. Ambos, ciencia e ideal ascético, se apoyan, en efecto, sobre el mismo terreno ..ya di a entender esto..: a saber, sobre la misma fe en la inestimabilidad, incriticabilidad de la verdad, y por esto mismo son necesariamente aliados, .. de modo que, en el supuesto de que se los combata, no se los puede combatir y poner en entredicho nunca más que de manera conjunta. Una apreciación del valor del ideal ascético trae consigo inevitablemente también una apreciación del valor de la ciencia: ¡ábranse los ojos y agúcense los oídos para percibir tal cosa en todos los tiempos! (El arte, dicho sea de manera anticipada, pues alguna vez volveré sobre el tema con más detenimiento, ..el arte, en el cual precisamente la mentira se santifica, y la voluntad de engaño tiene a su favor la buena conciencia, se opone al ideal ascético mucho más radicalmente que la ciencia: así lo advirtió el instinto de Platón, el más grande enemigo del arte producido hasta ahora por Europa. Platón contra Homero: éste es el antagonismo total, genuino .. de un lado el «allendista» con la mejor voluntad, el gran calumniador de la vida, de otro el involuntario divinizador de ésta, la áurea naturaleza. Una sujeción del artista al servicio del ideal ascético es por ello la más propia corrupción de aquel que pueda haber, y, por desgracia, una de las más frecuentes: pues nada es más corruptible que un artista. También consideradas las cosas desde un punto de vista fisiológico descansa la ciencia sobre el mismo terreno que el ideal ascético: un cierto empobrecimiento de la vida constituye, tanto en un caso como en otro, su presupuesto, .. los afectos enfriados, el tempo retardado, la dialéctica ocupando el lugar del instinto, la seriedad grabada en los rostros y los gestos (la seriedad, ese inequívoco indicio de un metabolismo más trabajoso, de una vida que lucha, que trabaja con más dificultad). Examinense las épocas de un pueblo en las que el hombre docto aparece en el primer plano: son épocas de cansancio, a menudo de crepúsculo, de decadencia, .. la fuerza desbordante, la certeza vital, la certeza de futuro, han desaparecido. (...) La ciencia concebida como problema; ¿qué significa ciencia? ..véase sobre esto el prólogo a El nacimiento de la tragedia. –– ¡No!, esta «ciencia moderna» ..¡basta abrir los ojos!.. es por el momento la mejor aliada del ideal ascético, ¡y lo es justo por ser la ciencia más inconsciente, más involuntaria, más secreta y más subterránea! Hasta ahora han jugado un mismo juego los «pobres de espíritu» y los adversarios científicos de aquel ideal (guardémonos de pensar, dicho sea de paso, que éstos sean la antítesis de aquéllos, algo así como los ricos de espíritu: ..no lo son, yo los he denominado hécticos del espíritu). Esas famosas victorias de los últimos: indudablemente son victorias, .. ¿pero sobre qué? El ideal ascético no fue vencido de ningún modo en ellas, antes bien se volvió más fuerte, es decir, más inaprensible, más espiritual, más capcioso, por el hecho de que, una y otra vez, la ciencia eliminó, derribó sin compasión un muro, un bastión que se había adosado a aquél y que había vuelto más grosero su aspecto. ¿Se piensa en serio que, por ejemplo, la derrota de la astronomía teológica fue una derrota de tal ideal?... ¿Es que acaso el hombre se ha vuelto menos necesitado de una solución allendista de su enigma del existir, por el hecho de que, a partir de entonces, ese existir aparezca ahora más gratuito aún, más arrinconado, más superfluo en el orden visible de las cosas? ¿No se encuentra en un indetenible avance, a partir de Copérnico, precisamente el autoempequeñecimiento del hombre, su voluntad de autoempequeñecimiento? Ay, ha desaparecido la fe en la dignidad, singularidad, insustituibilidad humanas dentro de la escala jerárquica de los seres, .. el hombre se ha convertido en un animal, animal sin metáforas, restricciones ni reservas, él, que en su fe anterior era casi Dios («hijo de Dios», «hombre Dios»)... A partir de Copérnico el hombre parece haber caído en un plano inclinado, .. rueda cada vez más rápido, alejándose del punto central .. ¿hacia dónde?, ¿hacia la nada?, ¿hacia el «horadante sentimiento de su nada»?... ¡Bien!, éste precisamente sería el camino derecho ..¿hacia el antiguo ideal?... Toda ciencia (y no sólo la astronomía, sobre cuyo humillante y degradador influjo hizo Kant una notable confesión, «ella aniquila mi importancia ...»), toda ciencia, tanto la natural como la innatural ..así llamo yo a la autocrítica del conocimiento.. tiende hoy a disuadir al hombre del aprecio en que hasta ahora se tenía a sí mismo, como si tal aprecio no hubiera sido otra cosa que una extravagante presunción; incluso podría decirse que la ciencia pone su propio orgullo, su propia áspera forma de ataraxia estoica en mantener en pie en sí misma ese difícilmente conseguido autodesprecio del hombre, como su última y más seria reivindicación de aprecio (con razón, de hecho: pues quien desprecia es siempre todavía alguien que «no ha olvidado el apreciar...»). ¿Se trabaja en verdad así en contra del ideal ascé- tico? ¿Acaso se piensa aún, con toda seriedad (como se imaginaron algún tiempo los teólogos), que, por ejemplo, la victoria de Kant sobre la dogmática de los conceptos teológicos («Dios», «alma», «libertad», «inmortalidad») ha demolido aquel ideal? ..a este respecto nada debe importarnos por el momento si Kant mismo tuvo siquiera el propósito de hacer algo de ese tipo. Lo cierto es que, a partir de Kant, los trascendentalistas de toda especie han tenido de nuevo ganada la partida, ..se han emancipado de los teólogos: ¡qué felicidad! ..Kant les ha descubierto un camino secreto en el que ahora les es lícito entregarse, con sus propios medios y con el mejor decoro científico, a los «deseos de su corazón». Asimismo: ¿quién podría tomar a mal ya a los agnósticos el que éstos, en cuanto veneradores de lo desconocido y misterioso en sí, adoren ahora como Dios el signo mismo de interrogación? (Xaver Doudan habla en una ocasión de los ravages [estragos] producidos por 1’habitude d’admirer 1’inintelligible au lieu de rester tout simplement dans I’inconnu [el hábito de admirar lo ininteligible en lugar de quedarse simplemente en lo desconocido]; él piensa que los antiguos habrían prescindido de ello). Suponiendo que nada de lo que el hombre «conoce» satisfaga sus deseos, sino que más bien los contradiga y espante, ¡qué divina escapatoria el que sea lícito buscar la culpa de ello no en el «desear», sino en el «conocer»!... «No existe ningún conocer: en consecuencia –– existe Dios»: ¡qué nueva elegantia syllogismi [elegancia del silogismo], ¡qué triunfo del ideal ascético! ..

Nietzsche: Así habló Zaratustra, Libro 4 

Levantad vuestros corazones, hermanos míos, ¡arriba! ¡más arriba!, ¡y no me olvidéis tampoco las piernas! Levantad también vuestras piernas, vosotros buenos bailarines, y aún mejor: ¡sosteneos incluso sobre la cabeza! Esta corona del que ríe, esta corona de rosas: yo mismo me he puesto sobre mi cabeza esta corona, yo mismo he santificado mis risas. A ningún otro he encontrado suficientemente fuerte hoy para hacer esto. Zaratustra el bailarín, Zaratustra el ligero, el que hace señas con las alas, uno dispuesto a volar, haciendo señas a todos los pájaros, preparado y listo, bienaventurado en su ligereza: -Zaratustra el que dice verdad, Zaratustra el que ríe verdad, no un impaciente, no un incondicional, sí uno que ama los saltos y las piruetas: ¡yo mismo me he puesto esa corona sobre mi cabeza! Esta corona del que ríe, esta corona de rosas: ¡a vosotros, hermanos míos, os arrojo esta corona! Yo he santificado el reír; vosotros hombres superiores, aprendedme - ¡a reír!

Nietzsche: Genealogía de la moral, cap. 27

..¡Basta! ¡Basta! Dejemos estas curiosidades y complejidades del espíritu más moderno, en las que hay igual número de cosas de que reír y de que enfadarse. Precisamente nuestro problema, el problema del significado del ideal ascético, puede prescindir de ellas. .. ¡Qué tiene él que ver con el ayer y con el hoy! Esas cosas las abordaré con mayor profundidad y dureza en otro contexto (bajo el título Historia del nihilismo europeo; remito para ello a una obra que estoy preparando: La voluntad de poder. Ensayo de una transvaloración de todos los valores). Lo único que me interesa haber señalado aquí es esto: incluso en la esfera más espiritual el ideal ascético continúa teniendo por el momento una sola especie de verdaderos enemigos y damnificadores: los comediantes de ese ideal, .. pues provocan desconfianza. En todos los demás lugares en que el espíritu trabaja hoy con rigor, con energía y sin falsedades, se abstiene ahora en todos ellos por completo del ideal ..la expresión popular de esa abstinencia es «ateísmo»: descontada su voluntad de verdad. Pero esta voluntad, este resto de ideal, es, si se quiere creerme, aquel ideal mismo en su formulación más rigurosa, más espiritual, aquel ideal vuelto total y completamente exotérico, despojado de todo aparejo exterior, y, en consecuencia, no es tanto el resto de aquel ideal cuanto su núcleo. El ateísmo incondicional y sincero (.. y su aire es lo único que respiramos nosotros, los hombres más espirituales de esta época) no se encuentra, según esto, en contraposición a aquel ideal, como a primera vista parece; antes bien, es tan sólo una de sus últimas fases de desarrollo, una de sus formas finales y de sus consecuencias lógicas internas, .. es la catástrofe, que impone respeto, de una bimilenaria educación para la verdad, educación que, al final, se prohibe a sí misma la mentira que hay en el creer en Dios. (Este mismo proceso evolutivo se ha dado en la India, con total independencia, y, por tanto, demuestra algo: el mismo ideal forzando a la misma conclusión; el punto decisivo alcanzado cinco siglos antes de la era europea, con Buda, o, más exactamente: ya con la filosofía sankhya que luego Buda popularizó y convirtió en religión.) ¿Qué es aquello que, si preguntamos con todo rigor, ha alcanzado propiamente la victoria sobre el Dios cristiano? La respuesta se encuentra en mi libro La gaya ciencia «La moralidad cristiana misma, el concepto de veracidad tomado en un sentido cada vez más riguroso, la sutilidad, propia de padres confesores, de la conciencia cristiana, traducida y sublimada en conciencia científica, en limpieza intelectual a cualquier precio. Considerar la naturaleza como si fuera una prueba de la bondad y de la protección de un Dios; interpretar la historia a honra de la razón divina, como permanente testimonio de un orden ético del mundo y de intenciones éticas últimas; interpretar las propias vivencias cual las han venido interpretando desde hace tanto tiempo los hombres piadosos, como si todo fuera una disposición, todo fuese un signo, todo estuviese pensado y dispuesto para la salvación del alma: ahora esto ha pasado ya, tiene en contra suya la conciencia, todos los espíritus más finos consideran esto indecoroso, deshonesto, lo consideran mentira, debilidad, cobardía, ..y precisamente en virtud de este rigor somos, si lo somos en virtud de algo, buenos europeos y herederos de la autosuperación más prolongada y más valerosa de Europa... » Todas las grandes cosas perecen a sus propias manos, por un acto de autosupresión: así lo quiere la ley de la vida, la ley de la «autosuperación» necesaria que existe en la esencia de la vida, .. en el último momento siempre se le dice al legislador mismo: patere legem, quam ipse tulisti [sufre la ley que tú mismo promulgaste]. Así es como pereció el cristianismo, en cuanto dogma, a manos de su propia moral; y así es como ahora también el cristianismo en cuanto moral tiene que perecer, .. nosotros nos encontramos en el umbral de este acontecimiento. Después de que la veracidad cristiana ha sacado una tras otra sus conclusiones, saca al final su conclusión más fuerte, su conclusión contra sí misma; y esto sucede cuando plantea la pregunta «¿qué significa toda voluntad de verdad?»... Y aquí toco yo de nuevo mi problema, nuestro problema, amigos míos desconocidos: ¿qué sentido tendría nuestro ser todo, a no ser el de que en nosotros aquella voluntad de verdad cobre conciencia de sí misma como problema?... Este hecho de que la voluntad de verdad cobre consciencia de sí hace perecer de ahora en adelante.. no cabe ninguna duda.. la moral: ese gran espectáculo en cien actos, que permanece reservado a los dos próximos siglos de Europa, el más terrible, el más problemático, y acaso también el más esperanzador de todos los espectáculos...


Salvador Dalí, sobre Le Grand Masturbateur: 

En este lugar privilegiado, la realidad y la sublime dimensión casi se funden. Mi paraíso místico empieza en las planícies del Empordá, está envuelto en las colinas de Alberes, y alcanza plenitud en la badía de Cadaqués. Esta tierra es mi permanente inspiración. El único sitio en el mundo, también, en dónde me siento querido. Cuando pinté la roca que titulé El Gran Masturbador, no hice nada más que rendir homenaje a uno de los promontorios de mi reino, y mi pintura era un himno a una de las joyas de mi corona.

La mejor poesía de Dalí fue legar en su muerte, este cuadro al Museo Reina Sofía de Madrid.


PS: Dedico este post a Audal, una nueva persona en este mundo.