El extracto que hay a
continuación, amigos míos, és filosofía, y lo otro es poca cosa más que pajas
mentales, justificaciones de los status quo al uso, dogmas... Filosofar
con el martillo, como Nietzsche decía que se tenía que filosofar, no es
filosofar con el uso de la violencia, como sus detractores no tardaron en
criticarle. Sólo gente que buscaba una mínima oportunidad para atacar a
posiciones contrarias a las suyas, sin escuchar por el miedo a lo desconocido,
o a perder el fundamento de sus creencias, podía sostener aquella
afirmación. Filosofar con el martillo, es crear una teoría, para
inmediatamente luego someterla a la verificacion de la realidad, machacándola,
buscando posibles fallos, contraargumentos que la invaliden. Sólo después de martillear
dicha teoría por todos los lados con toda nuestra fuerza, en caso de que aquella
siga manteniendo su unidad y coherencia,
podrá considerarse válida. ¿Les suena eso? Sí. Claro que les suena. Se
trata nada más y nada menos que de los fundamentos teóricos del Racionalismo
Crítico que crearía Popper unos 50 años más tarde, bajo la calificación de Filosofía
de la Ciencia.
Extracto del libro Genealogía
de la Moral, Tratado Primero, Capítulo 13:
Un quantum de fuerza es justo un tal quantum de pulsión, de voluntad, de actividad ..más aún, no es nada más que ese mismo
pulsionar, ese mismo querer, ese mismo actuar, y, si puede parecer otra cosa,
ello se debe tan sólo a la seducción del lenguaje (y de los errores radicales
de la razón petrificados en el lenguaje), el cual entiende y mal entiende que
todo hacer está condicionado por un agente, por un «sujeto». Es decir, del
mismo modo que el pueblo separa el rayo de su resplandor y concibe al segundo
como un hacer, como la acción de un sujeto
que se llama rayo, así la moral del pueblo separa también la fortaleza de las
exteriorizaciones de la misma, como si detrás del fuerte hubiera un sustrato
indiferente, que fuera dueño de exteriorizar y, también, de no exteriorizar
fortaleza. Pero
tal sustrato no existe; no hay ningún «ser» detrás del hacer, del actuar, del
devenir; «el agente» ha sido ficticiamente añadido al hacer, el hacer es todo.
En el fondo el pueblo duplica el hacer; cuando piensa que el rayo lanza un
resplandor, esto equivale a un hacer..hacer: el mismo acontecimiento lo pone
primero como causa y luego, una vez más, como efecto de aquélla. Los
investigadores de la naturaleza no lo hacen mejor cuando dicen «la fuerza
mueve, la fuerza causa» y cosas parecidas, .. nuestra ciencia entera, a pesar
de toda su frialdad, de su desapasionamiento, se encuentra sometida aún a la
seducción del lenguaje y no se ha desprendido de los hijos falsos que se le han infiltrado, de los «sujetos»
(el átomo, por ejemplo, es uno de esos hijos falsos, y lo mismo ocurre con la
kantiana «cosa en sí»): nada tiene de extraño el que las reprimidas y
ocultamente encendidas pasiones de la venganza y del odio aprovechen en favor
suyo esa creencia e incluso, en el fondo, ninguna otra sostengan con mayor
fervor que la de que el fuerte es
libre de
ser débil, y el ave de rapiña, libre de ser cordero: .. con ello conquistan, en
efecto, para sí el derecho de imputar al ave de rapiña ser ave de
rapiña... Cuando los oprimidos, los pisoteados, los violentados se dicen,
movidos por la vengativa astucia propia de la impotencia: «¡Seamos distintos de los
malvados, es decir, seamos buenos! Y bueno es todo el que no violenta, el que
no ofende a nadie, el que no ataca, el que no salda cuentas, el que remite la
venganza a Dios, el cual se mantiene en lo oculto igual que nosotros, y evita
todo lo malvado, y exige poco de la vida, lo mismo que nosotros los pacientes,
los humildes, los justos» .. esto, escuchado con frialdad y sin ninguna
prevención, no significa en realidad más que lo siguiente: «Nosotros los
débiles somos desde luego débiles; conviene que no hagamos nada para lo cual no somos bastante fuertes» –– pero esta amarga realidad de
los hechos, esta inteligencia de ínfimo rango, poseída incluso por los insectos
(los cuales, cuando el peligro es grande, se fingen muertos para no
hacer nada «de más»), se ha vestido, gracias a ese arte de falsificación y a
esa automendacidad propias de la impotencia, con el esplendor de la virtud
renunciadora, callada, expectante, como si la debilidad misma del débil ..es
decir, su esencia, su obrar, su entera, única,
inevitable, indeleble realidad.. fuese un logro voluntario, algo querido,
elegido, una acción, un mérito. Por un instinto de autoconservación, de
autoafirmación, en el que toda mentira suele santificarse, esa especie de
hombre necesita creer en el «sujeto»
indiferente, libre para elegir. El sujeto (o, hablando de un modo más popular, el alma) ha sido hasta ahora en la tierra el mejor dogma, tal
vez porque a toda la ingente muchedumbre de los mortales, a los débiles y oprimidos de
toda índole, les permitía aquel sublime autoengaño de interpretar la debilidad
misma como libertad, interpretar su ser..así..y..así como mérito.
No hay comentarios:
Publicar un comentario