Nietzsche hizo tres metáforas sobre los tres diferentes tipos de estructura mental que impera hoy en día en nuestra sociedad. Estas son:
El Camello: carga sobre sí mismo con toda la carga de la conciencia, culpabilidad y pesadez. Es la persona creyente en un dios todopoderoso, capaz de castigar, ante el cual nos tenemos que arrodillar, y aceptar los valores impuestos por la doctrina religiosa al uso.
El León: La furia del león libera en parte la pesadez que carga el Camello, destruye la imposición de un dios todopoderoso, pero todavía no sabe crear por sí mismo nuevos valores. Recoge los valores Religiosos como la bondad, ayudar al prójimo como algo universal y permanente. Una estructura religiosa sin ser religión, cambiar el título sin cambiar el contenido. No hace falta decir que en este estadio se encuentra la gran mayoría de nuestra sociedad actual, negándose a sí mismo, y sin creer en ningún dios.
El Niño: representa la inocencia. El crear nuevos valores, aceptar que estamos vivos, que somos un motor por nosotros mismos sin tener que rendir cuentas a nadie, ni a Dios ni a nuestro prójimo.
Sí, han leído bien el título. He dicho cuatro. ¿Falta una no? Introduzco una cuarta transformación, que en realidad la incluiría en la fase de niño, pues no quiero desmontar las tres bellas y magníficas metáforas que hizo Nietzsche. Ésta pero, se encontraría en un estadio superior y más desarrollado en la conciencia del ser. Antes os pediría que leyeseis el texto original para que cada uno interprete a su manera y disfrute...
Tres transformaciones del espíritu os menciono: cómo el espíritu se convierte en camello, y el camello en león, y el león, por fin en niño. Hay muchas cosas pesadas para el espíritu, para el espíritu fuerte, paciente, en el que habita la veneración: su fortaleza demanda cosas pesadas, e incluso las más pesadas de todas. ¿Qué es pesado? así pregunta el espíritu paciente, y se arrodilla, igual que el camello, y quiere que se le cargue bien. ¿Qué es lo más pesado héroes? así pregunta el espíritu paciente, para que yo cargue con ello y mi fortaleza se regocije. ¿Acaso no es: humillarse para hacer daño a la propia soberbia? ¿Hacer brillar la propia tontería para burlarse de la propia sabiduría?
¿O acaso es: apartarnos de nuestra causa cuando ella celebra su victoria? ¿Subir a altas montañas para tentar al tentador ?
¿O acaso es: alimentarse de las bellotas y de la hierba del conocimiento y sufrir hambre en el alma por amor a la verdad? ¿O acaso es: estar enfermo y enviar a paseo a los consoladores, y hacer amistad con sordos, que nunca oyen lo que tú quieres? ¿O acaso es: sumergirse en agua sucia cuando ella es el agua de la verdad, y no apartar de si las frías ranas y los calientes sapos? ¿O acaso es: amar a quienes nos desprecian y tender la mano al fantasma cuando quiere causarnos miedo? Con todas estas cosas, las más pesadas de todas, carga el espíritu paciente: semejante al camello que corre al desierto con su carga, así corre él a su desierto. Pero en lo más solitario del desierto tiene lugar la segunda transformación: en león se transforma aquí el espíritu, quiere conquistar su libertad como se conquista una presa, y ser señor en su propio desierto. Aquí busca a su último señor: quiere convertirse en enemigo de él y de su último dios, con el gran dragón quiere pelear para conseguir la victoria. ¿Quién es el gran dragón, al que el espíritu no quiere seguir llamando señor ni dios? “Tú debes” se llama el gran dragón. Pero el espíritu del león dice “yo quiero”.
“Tú debes” le cierra el paso, brilla como el oro, es un animal escamoso, y en cada una de sus escamas brilla áureamente el “¡Tú debes!”. Valores milenarios brillan en esas escamas, y el más poderoso de todos los dragones habla así: “todos los valores de las cosas -brillan en mí”. “Todos los valores han sido ya creados, y yo soy -todos los valores creados. ¡En verdad, no debe seguir habiendo ningún 'Yo quiero!'”. Así habla el dragón. Hermanos míos, ¿para qué se precisa que haya el león en el espíritu? ¿Por qué no basta la bestia de carga, que renuncia a todo y es respetuosa? Crear valores nuevos -tampoco el león es aún capaz de hacerlo: mas crearse libertad para un nuevo crear- eso sí es capaz de hacerlo el poder del león. Crearse libertad y un no santo incluso frente al deber: para ello, hermanos míos, es preciso el león. Tomarse el derecho de nuevos valores -ése es el tomar más horrible para un espíritu paciente y respetuoso. En verdad, eso es para él robar, y cosa propia de un animal de rapiña. En otro tiempo el espíritu amó el “tú debes” como su cosa más santa: ahora tiene que encontrar ilusión y capricho incluso en lo más santo, de modo que robe el quedar libre de su amor: para ese robo se precisa el león. Pero decidme, hermanos míos, ¿qué es capaz de hacer el niño que ni siquiera el león ha podido hacerlo? ¿Por qué el león rapaz tiene que convertirse todavía en niño? Inocencia es el niño, y olvido, un nuevo comienzo, un juego, una rueda que se mueve por sí misma, un primer movimiento, un santo decir sí. Sí, hermanos míos, para el juego del crear se precisa un santo decir sí: el espíritu quiere ahora su voluntad, el retirado del mundo conquista ahora su mundo. Tres transformaciones del espíritu os he mencionado: cómo el espíritu se convirtió en camello, y el camello en león, y el león, por fin, en niño. --
Antes de entender que significa la cuarta transformación, hay que pasar por la tercera... no puedes pensar en el segundo paso cuando todavía estás haciendo el primero. Vas a tropezar.
Ahora dime, ¿has querido volver a ser niño alguna vez? ¿Has intentado crear nuevos valores por ti mismo, aunque esto te costara soledad y el rechazo de quienes te rodeaban? ¿Has tenido el valor de ser tú mismo aunque hicieses daño a algún ser querido? ¿Has hablado de corazón sin que te importasen las consecuencias? ¿Has intentado conocerte a fondo? ¿Has preferido el amor a la verdad, que a las farsas sociales? ¿Has preferido que te digan la cruda verdad en la cara a que te digan suaves mentiras? ¿Has perdido el miedo al fracaso? ¿Has experimentado el fuego de la creación en tu propio cuerpo? ¿Has dado tu corazón porque amabas, sin pedir nada a cambio?
Si tu respuesta es mayoritariamente no, por favor, no vuelvas a entrar en este blog antes de intentarlo. Solamente que hayas respondido a dos preguntas Sí, estás en buen camino para entender el significado de La cuarta transformación.
Esto pero, en la siguiente entrega del blog... o en la de tu apasionante vida...
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