Presentación

Este blog está realizado con el objetivo de divulgar conocimientos sobre filosofía, ciencia, sociedad, política y espiritualidad en un intento de unir estas disciplinas que en la actualidad se estudian por separado. Continuar leyendo la presentación

domingo, 28 de diciembre de 2014

La educación sexual


Todos en el instituto recibimos la clase de educación sexual. Gracias a Freud, el sexo empezó a tratarse desde la perspectiva científica racional, y entonces se pudo introducir en el aula para que los adolescentes se hiciesen una idea acerca de su mecanismo...




jueves, 11 de diciembre de 2014

El multiverso


No son nuevas las teorías que postulan la existencia de distintos planos de realidad, de universos paralelos, o de múltiples dimensiones. Como ya apunté en el anterior post, la “realidad” del día a día puede separarse, para que nos entendamos, entre el plano físico, y el plano mental-espiritual. La teoría Jungiana de los arquetipos y el inconsciente colectivo se situaría en el el plano mental-espiritual, y podríamos dejar el resto para la ciencia que nos enseñan en la universidad. Para familiarizarnos con el concepto del multiverso, qué mejor que unas historias fantásticas de un anime japonés llamado Urotsukidoji. Como veremos en la presentación, según la película existen tres mundos, el de los hombre-bestia o superhombres, el de los humanos que todos conocemos, y luego está el de los demonios. 



Las historias o fábulas de elfos, vampiros... están muy extendidas en el folklore universal, pero esta saga de anime es especial porque recoge elementos filosóficos muy profundos de distintas culturas. Se podría decir que Japón a lo largo de los siglos ha sido una esponja absorbiendo e interpretando a su manera todas las corrientes de pensamiento que llegaban a sus costas. Hinduísmo, budísmo, taoísmo, y recientemente cristianismo, han nutrido las islas del sol naciente, y podemos apreciarlo en el arte que exportan con el formato de dibujos animados para adultos. La palabra manga es asociada habitualmente al friquismo puro y duro en nuestras tierras, provocando la consternación a aquellos espectadores ocasionales que por error topan con alguno de estos films. Y es que desde nuestra cultura occidental bienpensante, simplemente, no se entiende. No es mi tarea en este post explicar el manga para neófitos, pero sí que voy a usar la saga Urotsukidoji para explicar los siguientes elementos filosóficos:

a) De la misma manera que en el budismo y el hinduísmo, según la leyenda de la película, la historia es cíclica. En contreto, cada tres mil años aparece el Chojin, una criatura misteriosa que tiene la curiosa tarea de destrozar los tres mundos o universos paralelos para crear otros de nuevos. Encontramos el paralelismo con la danza de Shiva del hinduísmo, y los ciclos creación-destrucción que simboliza. La destrucción de hecho no es el concepto que tenemos en occidente para esta palabra, sinó que significa también regeneración. En la película hay constantes referencias a este ciclo vital desarrollo-muerte-resurrección.

b) Se podrían interpretar los mundos paralelos como Cielo, el de los superhumanos, y como Infierno el de los demonios, para buscar la analogía cristiana, pero nos damos cuenta que esta asociación no termina de encajar. ¿Por qué? Porque la película juega en todo momento con la arbitrariedad sobre el bien y el mal. En el cristianismo ya sabemos que en el infierno están los malos y en el cielo están los buenos, pero en Urotsukidoji no se sabe muy bien quién es quíen. Eso sí, los demonios son un poco más tontos y feos... y también están siempre follando... aunque los del cielo... no os creáis... también se lo pasan de maravilla... Cualquiera en la película arrima la ceboyeta a la primera ocasión... porque... ¿qué significa el sexo sinó la unión de los opuestos? Los tres mundos están unidos por la energía sexual; el prana, kundalini, ki... la fuente de la vida y de la generación.

c) Quien gobierna el Cielo es un anciano, y quien gobierna el Infierno es una mujer. Los dos mundos se unen en contra del Chojin en un intento desesperado de mantener las cosas tal y como estaban. Evidentemente, fracasan. Las cosas no duran para siempre. Ni los imperios, ni las naciones, ni las ideologías, ni la religiones... todo está en un perpetuo cambio o evolución, como explicaba la visión taoísta, una idea también de Heráclito, que se había olvidado en occidente hasta la teoría de la evolución de las especies...





jueves, 9 de octubre de 2014

Entre el Cielo y la Tierra


En este post introduje el concepto del velo de Maya que separa el mundo visible del oculto: La Matrix, como se le ha denominado en las novelas y películas de ciencia ficción a esta red invisible que une a los seres humanos. En posts anteriores hice referencia al estado actual de la ciencia, que se encuentra en estos momentos rasgando con incontestables preguntas precisamente este velo que delimita el espacio-tiempo de las dimensiones superiores. Evidentemente la ciencia es neófita en estas dimensiones porque precisamente su razón de ser y los principios que la fundamentan residen en las cuatro dimensiones espacio-temporales. ¿Sin aceptar la posibilidad de la exploración submarina, podrás algún día conocer los fondos marinos que permanecen ocultos bajo el mar? Evidentemente que no. O se reformulan los principios que sostienen la ciencia hoy en día, o ésta quedará como una de las múltiples religiones del pasado de la humanidad que no supieron adaptarse a los cambios sociales o de pensamiento, restringiéndose su aplicación a un simple dogma con zonas “oscuras” prohibidas como era el arbol del conocimiento de Adán y Eva.

Como apunté en este post, las dimensiones superiores tienen que ver con la información, con la mente. Necesitamos ahora rescatar algunas de las ideas de la cultura de la humanidad que han mantenido muchas filosofías antiguas. Usando la terminología arcaica, los dos mundos que estamos considerando no son otros que El Cielo(dimensiones superiores) y La Tierra(espacio-tiempo). Todas las culturas del pasado de la humanidad han diferenciado estos dos mundos para interpretar el conjunto de la realidad que experimentaban. En el Cielo nos encontramos dioses, espíritus, ángeles, elfos, gnomos, demonios, dragones, o extraterrestres, según la cultura que estudiemos; y en la Tierra nos encontramos los cinco elementos, plantas, animales, seres humanos, planetas, estrellas, átomos, radiaciones electromagnéticas, moléculas, protones, electrones, plasma...

Como ya hemos visto en algún que otro post, la lógica racional sirve únicamente para tratar asuntos de la Tierra(espacio-tiempo), y desde que el hombre es hombre, se ha usado el arte y la poesía para tratar los asuntos del Cielo. Todas las mitologías nacen de alegorías o expresiones artísticas, que más tarde con el uso, puede que se queden como dogmas religiosos. Pero ha quedado constancia en la Historia, que las religiones paganas como la de la antigüedad clásica greco-romana y egipcia, se reservaban la comprensión completa de la cosmología que representaban para las iniciaciones místicas, separando el culto en dos fases:
a) Las historias aptas para niños y para el público en general.
b) Comprensión a un nivel más profundo de la realidad mediante un proceso guiado de “revelación”.

Evidentemente la mitología que ha llegado hasta nuestro tiempo en la cultura occidental son las historias para los niños, pues las religiones monoteístas que se impusieron al principio de nuestra era ejercieron una represión brutal contra de las iniciaciones místicas paganas, la clave para comprender las expresiones artísticas que subyacen en el mito, llevando de esta manera el pensamiento de occidente hacia la fe ciega en la palabra de Dios, a la interpretación literal y no artística del mito, que como hemos visto con anterioridad, resta comprensión al Cielo, pues las palabras literales son precisamente lógica racional que únicamente sirve para comprender la Tierra en sus relaciones causa-efecto.

De esta manera descubrimos que el monoteísmo se basa precisamente en la total ignorancia del ser humano respecto a las dimensiones superiores o la mente, en la prohibición, por medio al castigo después de la muerte, de obtener el fruto del árbol del conocimiento; se exige del adepto obediencia sin discusión a la autoridad religiosa.

Y normalmente esta autoridad religiosa exige al ser humano una vida alejada de los placeres terrenales y que se consuele con la vida después de la muerte. Hay muchos debates sobre la posibilidad de la vida del más allá, sobre el concepto de la reencarnación, pero ahora me desviaría del punto al que quiero llegar(si sabéis leer entre líneas ya sabréis mi opinión al respecto). Muchas religiones en la actualidad, incluído el hinduísmo y ciertos tipos de budismo, predican el ascetismo: la renuncia a los asuntos terrenales, a la Tierra, en beneficio de lo que ellos consideran como Cielo o realidad dimensional superior. En el enjambre cultural de la actualidad, con la mezcla de cultos de todo tipo que la nueva religión new age adopta engullendo sin compasión ni comprensión, el ascetismo sigue como norma en lo que se considera la conducta “espiritual correcta”. Según la religión hindú, la realidad terrenal no es más que una apariencia, es decir, que es falsa, no existe, y lo único verdadero es el Cielo o la realidad dimensional superior. Por eso se conoce Maya como el velo de las apariencias, de la misma manera que el platonismo consideró el mundo de las ideas(realidad dimensional superior) como lo auténtico y verdadero, y lo que nos muestran los sentidos son burdas copias de aquellas; ascetismo. Más ascetismo, incluyendo una norma moral que premiaba a las almas virtuosas(ascéticas), con una mejor reencarnación en la proxima vida del alma... Ascetismo, más ascetismo.

Por contra el taoísmo, que contiene una directa transmisión de los conocimientos místicos siempre lo ha tenido muy claro; lo que conlleva la comprensión es la unión entre el Cielo y la Tierra en una fuerte comunión, en donde puedes comprender el funcionamiento de la mente al mismo tiempo que eres activo en la Tierra en el período de tiempo que dura tu vida, usando los conocimientos que te brinda El Cielo para mejorar tu satisfacción terrenal, de la misma manera que el juego diario de la vida(poniendo de tu parte) puede hacerte comprender mejor El Cielo, porque NO SON MUNDOS SEPARADOS, sino que se necesitan mútuamente, y la comunicación entre ellos da FUERZA al ser humano que aprende a funcionar en los dos mundos, y el mundo de las ideas NO ES UN MUNDO ESTÁTICO, como defendía Platón, sino que ES DINÁMICO, y de la misma manera que los asuntos terrenales y las especies EVOLUCIONAN, también lo hacen los MUNDOS MENTALES, influenciados por las decisiones LIBRES DE LOS INDIVIDUOS QUE HAN APRENDIDO A CONTROLAR SU MENTE SIN ESTAR INFLUENCIADOS POR LO QUE SE CONOCE COMO KARMA(conducta grupal, arquetipos de comportamento que influencian al individuo desde el exterior).

Ala, ahí queda eso...

Para que nos quede claro: ni el materialismo(positivismo científico, marxismo...) ni las religiones ascéticas(cristianismo, judaísmo, rastafarismo, islam, budismo tibetano...) pueden dar respuesta a los problemas que enfrenta actualmente la humanidad, que no tiene más remedio que empezar a comprender que el problema está en la separación tajante de los opuestos. En este post he usado Cielo-Tierra, Materialismo-Espiritualismo, pero... a buen entendedor pocas palabras bastan...










domingo, 14 de septiembre de 2014

Arte Vs. Ciencia: round 2



En el post Arte vs Ciencia Round 1, expuse cómo Freud creó un método para acercar los misterios del inconsciente al positivismo científico que ha resultado en dogma, el sustituto perfecto a la pérdida de fe en la religión tradicional. 
 
Para entender las ideas y los personajes hay que entender la época en dónde vivieron. Finales del s.XIX y principios del s.XX es una época marcada por el resurgimiento de las fuerzas de la naturaleza, instintos, y pasiones que marcaron el romanticismo, el auge de la ciencia materialista, darwinismo, receso de la influencia de los dogmas judeocristianos en cuanto a las cuestiones humanas, y sustitución de éstos por los recientes éxitos de la ciencia racionalista y materialista. Paralelamente al racionalismo científico, surge una revitalización del esoterismo, ocultismo, espiritismo y paganismo, que se encontraba en estado latente en Alemania. Primera Guerra Mundial, Revolución Comunista en Rusia, pobreza en Europa, y Nacionalsocialismo como la respuesta Alemana al problema humano. ¿Por qué Alemania empieza la caza de los judíos? No es ningún secreto el hecho de que la doctrina filosófica Nazi recibe influencias del paganismo y del hinduísmo. La esvástica como bandera es el elemento indiscutible que demuestra la afición alemana de la época por la filosofía hinduísta o budista.

El Dios todopoderoso judeocristiano recibe estocadas tanto por parte del paganismo-hinduísmo como por parte del racionalismo científico. Europa del Este y Central ruge ante los cambios de mentalidad humana, y un racionalismo planificador basado en el materialismo(comunismo) compite con una mezcla de orgullo racial nórdico y neopaganismo(nazismo).

El nazismo perdió la guerra, y entonces quedaron enfrentados el comunismo ateo con la reválida del pobre “Dios Todopoderoso” judeocristiano, que resurge de sus cenizas ahora refugiado en los Estados Unidos de América.

Entender el concepto de los arquetipos mentales es crucial para no perderse en la complejidad de la lucha en el mundo de las ideas y las ideologías. No es nada nuevo decir que el comunista simplemente cambia una creencia por otra, manteniendo el mismo tipo de estructura mental que funcionaba bajo el cristianismo. Esta afirmación la comparte Jung, un servidor, y numerosos escritores y pensadores que vivieron en primera persona los intentos revolucionarios en España como Hemingway o Orwell.

Dios es bueno y cuida de nosotros.

se cambia a:

El Estado es bueno y cuidará de nosotros.

De la misma manera, la creencia ciega en la verdad de las escrituras religiosas se transforma en la creencia ciega en el materialismo científico, negando firmemente cualquier posibilidad de acción a “fuerzas ocultas” o místicas. Cambia la forma, la expresión verbal, pero no los procedimientos mentales ni la manera de creer y no querer escuchar alternativas. Tanto el monoteísmo dogmático como el racionalismo científico mantienen en común el uso exclusivo de la parte racional del cerebro, negando la validez de la parte emocional, subjetiva, del terreno del arte y los sentimientos. Nos encontramos de forma clara y evidente con el mismo arquetipo mental, que simplemente cambia, muda de piel manteniendo los rasgos más característicos que lo diferencian de otros. El camuflaje de este arquetipo escurridizo fue desubierto por Nietzsche, que lo bautizó como el Ideal Ascético, pues simplemente se basa en el intento del dominio racional de la mente sobre la parte irracional o emocional. En otros términos, el sometimiento del inconsciente por parte de la mente consciente.

Y enmedio del caos de los incios del s.XX surge de entre la bruma un médico con raíces judías que promulga un nuevo método de control del inconsciente: Sigmund Freud. Su teoría de que todos los problemas en la psique humana son causados por la represión del instinto libidinoso causa uno de los múltiples revueltos de aquella época. El instinto primordial, la madre del cordero de la conducta humana pasa de aquella fuerza priomrdial y espontánea que era la Voluntad de Schopenhauer, por la Voluntad de Poder de Nietzsche, y se detiene en la Voluntad de Follar de Freud.

No hay nada de malo en usar una palabra u otra para designar aquello que todos sabemos que juega un rol importante en nuestras vidas: el instinto. El problema de Freud reside en la solución que plantea él ante el problema de la violencia y el instinto humano. Freud cree que la vida civilizada es una mascarada, una imposición, una prisión al instinto animal más básico, que según él, siguiendo con el materialismo darwinista de la época, és lo único auténtico en el hombre. Y entiende que sin las normas de conducta de la vida en sociedad, esto sería una guerra de todos contra todos que terminaría con la destrucción de la cultura. Entonces es cuando realiza una perífrasis, y paradójicamente pasa a justificar la represión sobre los instintos al mismo tiempo que reconoce que son la esencia humana.

La solución racista-neopagana pierde la Segunda Guerra Mundial, y se abre el camino al desarrollo del materialismo como doctrina filosófica. Y entonces Freud juega un rol importante en el asentamiento de la moral judeocristiana en la segunda mitad del s.XX. Proporciona la solución al problema de los instintos humanos con la vieja fórmula juedeocristiana(que él llamaría superego), justificada de esta forma la moral judía sobre las bases del materialismo científico, sustituyendo la Iglesia de los domingos por las charlas con el psicoanalista.

¿Dónde queda entonces la promesa del superhombre de Nietzsche? ¿Qué sucede con la esperada resurrección del espíritu artístico de la antigua Grecia? ¿Dónde están los nuevos valores que necesita el hombre para ser feliz? ¿Cómo integramos armoniosamente nuestros instintos y nuestro interior en la sociedad? ¿Cómo expresamos nuestras emociones?

De momento dejaremos hablar a una persona que conoció muy de cerca a Sigmund Freud:

Jung: Recuerdos, Sueños, Pensamientos (1961), capítulo V: Sigmund Freud

Ya en 1900 leí la obra de Freud Interpretación de los sueños. Dejé el libro a un lado porque no lo comprendía aún. A los veinticinco años carecía de experiencia para poder comprobar las teorías de Freud. Sólo fue más tarde cuando pude hacerlo. En 1903 volví a leerlo y descubrí la relación con mis propias ideas. Lo que me interesó principalmente en esta obra fue la aplicación al campo del sueño del concepto «mecanismo de represión», procedente de la psicología de la neurosis. Esto era importante para mí, porque en mis experimentos de asociación de palabras con frecuencia surgían represiones: a ciertas palabras sugerentes, los pacientes no sabían dar una respuesta asociativa, o se tomaban un tiempo considerablemente largo para reaccionar. Como se comprobó posteriormente, se presentaba este trastorno cada vez que la palabra sugerente afectaba a un dolor o conflicto anímico. Pero ello era en la mayoría de los casos desconocido por el paciente, y a mi pregunta acerca de la causa del trastorno respondían de modo extraño y rebuscado. La lectura de la Interpretación de los sueños de Freud me mostró que aquí actuaba el mecanismo de la represión y que los hechos observados por mí coincidían con su teoría. No podía más que constatar sus conclusiones. Algo distinto sucedió en relación con el tema de la represión. En este aspecto no podía dar la razón a Freud. Él veía como causa de la represión el trauma sexual y ello no me bastaba. En mi consulta conocí numerosos casos de neurosis en los cuales la sexualidad desempeñaba un papel meramente secundario, mientras que había otros factores en primer plano, por ejemplo, el problema de la adaptación social, de la opresión por circunstancias de la vida, las pretensiones de prestigio, etc. Posteriormente le presenté a Freud tales casos, pero él no admitía otros factores que no fueran la sexualidad. Esto me pareció muy poco satisfactorio. “

Nos encontramos a la una del mediodía y hablamos durante trece horas ininterrumpidamente, por así decirlo. Freud era el primer hombre realmente importante que yo conocía. Ningún otro hombre de los que entonces conocía podía equiparársele. En su actitud no había nada de trivial. Le encontré extraordinariamente inteligente, penetrante e interesante en todos los aspectos. Y pese a ello mis primeras impresiones sobre él fueron poco claras y en parte incomprendidas. Lo que me decía acerca de su teoría sexual me impresionó. Sin embargo sus palabras no lograron disipar mis dudas y reflexiones. Se las planteé más de una vez, pero siempre me objetaba mi falta de experiencia. Freud llevaba razón: entonces no poseía yo la experiencia suficiente para fundamentar mis argumentos. Vi que su teoría sexual era extraordinariamente importante para él, tanto en el sentido personal como filosófico. Ello me impresionó, pero no podía explicarme exactamente hasta qué punto esta valoración positiva dependía en él de premisas subjetivas y hasta qué punto de experiencias concluyentes. En especial, la posición de Freud respecto al espíritu me pareció muy cuestionable. Siempre que en un hombre o en una obra de arte se manifestaba el lenguaje de la espiritualidad, le parecía sospechoso y dejaba entrever una «sexualidad reprimida». Lo que no podía explicarse directamente como sexualidad, lo caracterizaba como «psicosexualidad». Yo objetaba que su hipótesis, llevada a sus lógicas conclusiones, conducía a un juicio demoledor sobre la cultura. La cultura aparecía como una mera farsa, como fruto morboso de la sexualidad reprimida. «Ciertamente —concedía él—, así es. Ello es una maldición del destino contra la cual nada podemos.» Yo no estaba dispuesto en absoluto a darle la razón. Sin embargo, no me sentía maduro todavía para entablar una polémica. Hay todavía algo en este primer encuentro que me resultó significativo. Concierne a cosas que, sin embargo, sólo logré comprender y meditar después del fin de nuestra amistad. Era evidente que la teoría sexual de Freud resultaba singularmente sugestiva. Cuando Freud hablaba de ello, su voz se hacía imperiosa, angustiosa casi, y ya no se notaba nada de su actitud crítica y escéptica. Una expresión extrañamente agitada, una causa que no lograba yo aclarar, animaba su rostro. Me impresionó profundamente que la sexualidad significara para él un numinosum. Mi impresión quedó confirmada por una conversación que tuvo lugar unos tres años después (1910), nuevamente en Viena. Recuerdo todavía muy vivamente cómo me dijo Freud: «Mi querido Jung, prométame que nunca desechará la teoría sexual. Es lo más importante de todo. Vea usted, debemos hacer de ello un dogma, un bastión inexpugnable.» Me dijo esto apasionadamente y en un tono como si un padre dijera: «Y prométeme, mi querido hijo, ¡que todos los domingos irás a misa!» Algo extrañado le pregunté: «Un bastión ¿contra qué?» A lo que respondió: «Contra la negra avalancha», aquí vaciló un instante y añadió: «del ocultismo». En primer lugar fueron el «dogma» y el «bastión» lo que me asustó; pues un dogma, es decir, un credo indiscutible, se postula sólo allí donde se quiere reprimir una duda de una vez para siempre. Pero esto ya no tiene nada que ver con una opinión científica, sino sólo con un afán de poder personal. Esto constituyó un rudo golpe para nuestra amistad. Yo sabía que nunca podría aceptar esto. Lo que Freud parecía entender por «ocultismo» era, más o menos, todo lo que la filosofía y la religión, incluyendo la parapsicología, que por entonces estaba de moda, tenían que decir sobre el alma. Para mí la teoría sexual era igualmente «oculta», es decir, indemostrable, pura hipótesis posible, como muchas otras concepciones especulativas. Una verdad científica era para mí una hipótesis satisfactoria por el momento, pero no un artículo de fe para todos los tiempos. Sin poder entonces comprender esto correctamente, había observado en Freud una secuela de factores religiosos inconscientes. Manifiestamente quería alistarme para una defensa común contra amenazadores signos inconscientes. La huella que me dejó esta conversación contribuyó a mi confusión; pues hasta entonces no había atribuido a la sexualidad el alcance de una cuestión indecisa a la que se debe prestar fidelidad porque pudiera perderse. Para Freud la sexualidad significaba, por lo visto, más que para los demás. Era para él una res religiose observanda. Bajo la influencia de tales ideas y cuestiones se incurre, por regla general, en la desconfianza y la reserva. Así, nuestras conversaciones terminaron pronto, tras algunos balbucientes intentos por mi parte. Yo estaba profundamente impresionado, confuso y desconcertado. Tenía la sensación de haber lanzado una ojeada a un país nuevo y desconocido, de donde me llegaban volando bandadas de nuevas ideas. Una cosa estaba clara para mí: Freud, que siempre hacía hincapié en su irreligiosidad, se había construido un dogma, mejor dicho, en lugar del Dios celoso que había perdido, había puesto una imagen forzosa, concretamente a la sexualidad; una imagen que no era menos apremiante, exigente, despótica, amenazadora y ambivalente moralmente. Del mismo modo
que al más fuerte psíquicamente y por lo tanto, terrible, corresponden los atributos de «divino» o «diabólico», la «libido sexual» había adoptado en él el papel de un deus absconditus, de un Dios oculto. La ventaja de esta mutación consistía para Freud en que el nuevo principio numinoso le
parecía irreprochable científicamente y libre de todo lastre religioso. Pero en el fondo subsiste la numi-nosidad como propiedad psicológica de los principios antagónicos inconmensurables racionalmente: Jehová y sexualidad. Sólo había variado la denominación y con ello ciertamente también el punto de vista: no era en lo alto donde había que buscar lo perdido, sino abajo. Pero ¿qué le importa, al fin y al cabo, al más fuerte, si se le define de éste o de otro modo? Si no existiera psicología alguna sino sólo objetos concretos, se habría en efecto destruido a uno, para colocar a otro en su lugar. En la realidad, es decir, en el campo de la experiencia psicológica, no ha desaparecido empero nada en absoluto de la urgencia, angustia, coacción, etc. Como antes, se plantea la cuestión de cómo aparece o desaparece el miedo, el remordimiento, la culpa, la coacción, la inconsistencia y la impulsividad. Si no proviene del lado diáfano, idealista, entonces quizá lo haga del oscuro, del biológico. Como llamas momentáneamente oscilantes pasaron por mi cabeza estos pensamientos. Mucho más tarde, cuando medité sobre el carácter de Freud, se me hicieron importantes y revelaron su significado. Un rasgo de su carácter me preocupaba en especial: la amargura de Freud. Ya me llamó la atención en nuestro primer encuentro. Durante mucho tiempo no logré comprenderlo hasta que pude relacionarlo con su actitud respecto a la sexualidad. Para Freud la sexualidad significaba ciertamente un numinoso, pero en su teoría se expresa exclusivamente como función biológica. Sólo la inquietud con que hablaba de ello permitía deducir que en él resonaba más profundamente. En última instancia quería enseñar —así por lo menos me lo pareció a mí— que, vista desde dentro, la sexualidad implicaba también espiritualidad o tenía sentido. Su terminología concreta era, sin embargo, demasiado limitada para poder expresar esta idea. Así pues, me daba la impresión de que trabajaba contra su propio objetivo y contra sí mismo; y no existe amargura peor que la de un hombre convertido en el más encarnizado enemigo de sí mismo. Según su propia expresión, se sentía amenazado por la «negra avalancha», él, que había propuesto principalmente vaciar las oscuras profundidades. Freud no se preguntó nunca por qué debía hablar constantemente sobre el sexo, por qué este pensamiento le poseía. Nunca tendría consciencia de que en la «monotonía del significado» se expresaba la huida de sí mismo, o de aquella otra parte suya que quizás pudiera definirse como «mística». Sin reconocer esta parte no podía sentirse acorde consigo mismo. Era ciego frente a la paradoja y la ambigüedad de los significados del inconsciente, y no sabía que todo cuanto emerge del inconsciente posee algo superior e inferior, algo interno y externo. Cuando se habla de lo externo —y esto hizo Freud— se considera sólo la mitad de ello y, consiguientemente, surge en el inconsciente una fuerza antagónica. Contra esta parcialidad de Freud no había nada que hacer. Quizás una íntima experiencia personal le hubiera podido abrir los ojos; pero a lo mejor su mente lo hubiera reducido también a «mera sexualidad» o «psicosexualidad». Fue prisionero de un punto de vista y justamente por ello veo en él una figura trágica, pues era un gran hombre.”

“Nietzsche, entregado y supeditado a su destino, tuvo que crearse un «superhombre». Freud, así concluí yo, quedó tan impresionado por el poder del eros que quiso elevarlo a un numen religioso, incluso a dogma —aere perennius. No es ningún secreto que Zaratustra es el heraldo de un evangelio, y Freud compite incluso con la Iglesia en su intención de canonizar los principios. No hizo esto de un modo demasiado ostensible, pero sí, sin embargo, con la intención, sospechosa para mí, de querer pasar por profeta. Levanta la trágica reivindicación y la destruye a la vez. Así sucede casi siempre con las numinosidades, y esto es lógico, pues en cierto aspecto son verdaderas y en otro, inciertas. La vivencia luminosa se eleva y se hunde a la vez. Si Freud hubiera observado mejor la verdad psicológica de que la sexualidad es numinosa —es un Dios y un Diablo— no se hubiera quedado atascado en la estrechez de un concepto biológico. Y Nietzsche, con su entusiasmo, no se hubiera situado al margen del mundo, si hubiera dado más importancia a los fundamentos de la existencia humana.”

“La conversación con Freud me mostró que él temía que la luz numinosa de su teoría sexual pudiera extinguirse por la «negra avalancha». De ello surgió una situación mitológica: la lucha entre luz y tinieblas. Esto explica la numinosidad de esta cuestión y el recurrir inmediatamente a un refugio religioso, a un dogma. En mi próximo libro, que se ocupa de la psicología de la lucha heroica, describo el trasfondo mítico de la extraña actitud de Freud. La interpretación sexual por una parte y las ansias de poder del «dogma» por otra me condujeron, en el transcurso de los años, al problema tipológico, así como a la polaridad y energética del alma. A ello siguió la investigación, durante varios decenios, de la «negra avalancha del ocultismo»; intenté comprender las premisas históricas conscientes e inconscientes de nuestra psicología actual. Me interesaba oír las opiniones de Freud sobre la precognición y sobre parapsicología en general. Cuando le visité en 1909 en Viena le pregunté qué pensaba acerca de ello. De acuerdo con su prejuicio materialista, rechazó radicalmente la cuestión como algo absurdo, basándose en un positivismo tan superficial, que me fue difícil no responderle con acritud. Transcurrieron todavía algunos años hasta que Freud reconoció la importancia de la parapsicología y la autenticidad de los fenómenos «ocultos». Mientras Freud exponía sus argumentos, yo sentí una extraordinaria sensación. Me pareció como si mi diafragma fuera de hierro y se pusiera incandescente —una cavidad diafragmática incandescente. Y en este instante sonó un crujido tal en la biblioteca, que se hallaba inmediatamente junto a nosotros, que los dos nos asustamos. Creímos que el armario caía sobre nosotros. Tan fuerte fue el crujido. Le dije a Freud: «Esto ha sido un fenómeno de exteriorización de los denominados catalíticos.» «¡Bah —dijo él—, esto sí que es un absurdo!» «Pues no», le respondí, «se equivoca usted, señor profesor. Y para probar que llevo razón le predigo ahora que volverá inmediatamente a oírse otro crujido». Y, efectivamente: ¡apenas había pronunciado estas palabras se oyó el mismo crujido en la biblioteca! No sé aún hoy por qué tenía tal certeza. Pero sabía con toda exactitud que el crujido iba a repetirse. Freud me miró horrorizado. No sé qué pensaba o qué miraba. En todo caso, este hecho despertó su desconfianza hacia mí y yo tuve la sensación de haberle hecho algo. Nunca más volví a hablarle de esto.”

“Mi interés irritó a Freud. «Pues ¿qué le pasa a usted con estos cadáveres?», me preguntó varias veces. Se disgustó mucho y durante una conversación sobre ello en la mesa sufrió un mareo. Después me dijo que estaba convencido de que esta charla sobre cadáveres significaba que yo le deseaba la muerte. Quedé más asombrado por esta opinión suya. Quedé asustado y ciertamente por el poder de sus fantasías que podían llegar a ocasionarle un desmayo.”

“Con anterioridad, Freud había formulado ante mí repetidas alusiones a que me consideraba su sucesor. Estas predicciones me resultaban penosas, pues yo sabía que no sería capaz de patrocinar correctamente sus opiniones, es decir, con el significado que él les daba. Además, tampoco había logrado exponer mis objeciones de tal modo que él pudiera aceptarlas, y sentía demasiado respeto por él para poder exigir una explicación definitiva. La idea de que debía encargarme de la dirección de un grupo me resultaba desagradable por muchos motivos. No me interesaba una cosa así. No podía sacrificar mi independencia espiritual y este aumento de prestigio me resultaba incómodo porque no
significaba otra cosa que un abandono de mis verdaderos fines. Para mí se trataba de la investigación de la verdad y no de una cuestión de prestigio personal.”

“Nuestro viaje a los Estados Unidos, que emprendimos en 1909 en Bremen, duró siete semanas. Estuvimos juntos todos los días y analizábamos nuestros sueños. Tuve entonces sueños importantes, con los que Freud no supo qué hacer. No le hice por ello censura alguna, pues al mejor analista le puede suceder que no pueda descifrar el acertijo de un sueño. Era un fallo humano y nunca me hubiera inclinado a interrumpir nuestros análisis y nuestra relación me resultaba sobremanera valiosa. Consideraba a Freud una personalidad de más edad, más madura y de mayor experiencia, y a mí como a un hijo. Sin embargo, sucedió algo que supuso un duro golpe a nuestras relaciones. Freud tuvo un sueño cuyo contenido no estoy autorizado a exponer. Lo interpreté lo mejor que supe, pero añadí que se podían deducir muchas más cosas si quería comunicarme algunos detalles de su vida privada. A estas palabras, Freud me miró extrañado —su mirada estaba llena de desconfianza— y dijo: «El caso es que no puedo arriesgar mi autoridad.» En este instante la perdió. Esta frase se me grabó en la memoria. En ella estaba escrito el final de nuestra relación. Freud colocaba la autoridad personal por encima de la verdad.”

“Bajo la influencia de la personalidad de Freud me había privado en lo posible de mi propio juicio y reprimido mi sentido crítico. Esto constituía la condición previa bajo la que podía colaborar. Me decía a mí mismo: «Freud es mucho más experimentado y más hábil que tú. Ahora escucha simplemente lo que él dice y aprende de él.» Y entonces, para mi asombro, soñé que él era un funcionario amargado de la monarquía austríaca, le soñé muerto, pero como inspector de aduanas aún «en activo». ¿Significaba esto el deseo de muerte que Freud mencionaba?”

“Naturalmente, los hombres que nada saben de la naturaleza son neuróticos, pues no se adaptan a la realidad. Son demasiado ingenuos, como niños, y se les debe explicar, por así decirlo, que son hombres corno los demás. Es verdad que con ello los neuróticos no están todavía curados y sólo pueden conseguir recuperar la salud si se desprenden del cieno de cada día. Pero sólo se encuentran a gusto en su situación de represión, y ¿cómo podrían librarse de ella, si el psicoanálisis no les revela algo mejor y distinto, si incluso la teoría los aprisiona y sólo les deja como posibilidad de solución la decisión «razonable» o «racional» de renunciar definitivamente a sus chiquilladas? Pero esto es precisamente lo que, por lo visto, no pueden hacer. ¿Y cómo podrían hacerlo si no se les descubre algo en que poder apoyarse? No se puede rechazar ninguna forma de vida sin sustituirla por otra. Un modo de vivir totalmente razonable es en la práctica generalmente imposible, máxime cuando, en principio, se es un neurótico. Ahora comprendía por qué me resultaba del mayor interés la psicología personal de Freud. Debía saber a toda costa cómo surgió su «solución razonable». Ello era para mí una cuestión vital por cuya respuesta estaba yo dispuesto a sacrificar mucho. Ahora lo veía claro. Él mismo tenía una neurosis y concretamente fácil de diagnosticar por sus síntomas bastante desagradables, como descubrí en nuestro viaje a América. Me descubrió entonces que todo el mundo es algo neurótico y que, por lo tanto, hay que ser tolerante. Pero no me sentía dispuesto a quedar satisfecho con esto, sino que quería saber mucho más, es decir, cómo se puede evitar una neurosis. Había visto que ni Freud ni sus discípulos podían comprender qué significaba el psicoanálisis en la teoría y en la práctica, puesto que ni siquiera el maestro había logrado resolver su propia neurosis. Cuando anunció su intención de identificar y dogmatizar la teoría y el método, ya no pude cooperar más con él, y no me quedó más opción que retrotraerme a mí.”

Ahora vamos a leer la opinión de Salvador Dalí sobre el creador del psicoanálisis.

Salvador Dalí, Diario de un genio, 11 de Mayo de 1957

“Ésta es, en una única imagen visual, la prueba que aporto a mi tesis, todavía no sostenida, según la cual Freud no sería otra cosa que un «gran místico al revés». Ya que si su cerebro, pesado y condimentado con todas las viscosidades del materialismo, en lugar de colgar depresivamente, estirado por la fuerza de la gravedad de las cloacas más subterráneas de las profundidades de la tierra, se hubiera estirado, por el contrario, hacia el otro vértice, el de los abismos celestiales, su propio cerebro, repito, en vez de parecerse al caracol casi amoniacal de la muerte, se habría asemejado a la gloriosa Asunción pintada por el Greco, de la que he hablado unas líneas más arriba.

El cerebro de Freud, uno de los más saborosos e importantes de nuestra época, es, por excelencia, el caracol de la muerte terrestre. En eso, por otra parte, reside la esencia de la constante tragedia del pueblo judío, siempre privado de ese elemento primordial: la Belleza, condición necesaria para alcanzar el pleno conocimiento de Dios, que ha de ser de una belleza suprema.

Al parecer, sin darme cuenta, dibujé la muerte terrestre de Freud en el retrato al carbón que hice de él un año antes de su muerte. Pretendía, especialmente, realizar un dibujo puramente morfológico del genio del psicoanálisis, en lugar de intentar hacer de una forma evidente, el retrato de un psicólogo.”

“Encasillo a Freud sin la mayor vacilación en la categoría de los héroes. Ha desplazado, en el aprecio del pueblo judío, al más grande de sus héroes, el que hasta ahora gozaba de mayor prestigio: Moisés. Freud ha demostrado que Moisés era egipcio y, en el prólogo de su libro sobre Moisés —el mejor y el más trágico de todos sus libros—, advertía a sus lectores que esta demostración había sido su tarea más ambiciosa y más ardua, ¡pero también la más corrosivamente amarga!”


Que le pregunten a una ninfómana o a un adicto al sexo, si la represión sexual es el único origen de todos sus problemas...

 
 
 







jueves, 11 de septiembre de 2014

¿Quién era Carl Jung?


Carl G. Jung, médico y psicólogo, formó parte del círculo de Sigmund Freud que crearía el método del psicoanálisis, pero llega un punto en que se distancia de las teorías freudianas. Freud defendía que todos los porblemas de personalidad en los adultos eran fruto de traumas de infancia no resueltos que se quedaban latentes en el inconsciente. Por su parte Jung pensaba que el comportamiento humano era demasiado complejo como para recluirlo y atribuirlo en exclusividad a la “memoria de la infancia”, y entonces crea su teoría del inconsciente colectivo; una parte de la mente humana inconsciente que nos conecta de alguna manera con los demás individuos, en donde residen unos patrones de comportamiento universales llamados arquetipos. Los arquetipos pueden mostrarse en forma de símbolos en los sueños, son la fuente de la imaginación colectiva que creó la mitología en épocas pasadas. Dioses, espíritus, demonios, ángeles, extraterrestres... son la parte reconocible en nuestro pensamiento racional, de “cosas” que superan la comprensión lógica de la mente humana, que residen en lo incognoscible. No voy a posicionarme en si estas “cosas” son realidad o fruto de la imaginación humana, pues este es un debate filosófico fútil para el tema que nos ocupa. Son realidad en la mente humana, pues son pensamientos, y con esta apreciación nos bastará por el momento.

Según Jung, el arquetipo tiene una esencia y una apariencia, siguiendo con la filosofía Kantiana del noumen y el fenoumen. Según la cultura o la educación(parte racional y visible de la mente humana) que hayamos recibido, un mismo arquetipo o principio de comportamiento puede manifestarse de una forma u otra. Por ejemplo, si somos cristianos podemos soñar con ángeles y demonios, y quizás aquel sueño tenga el mismo significado profundo que el de un ateo que sueñe con distintas figuras extraterrestres. Un arquetipo X puede tomar una forma u otra en nuestra mente simbólica de los sueños o del lenguaje según la cultura en donde se encuentre la persona.

Pero las teorías de Carl Jung han sido ampliamente abandonadas tanto por la ciencia, como por la medicina y los estudios reglados de psicología. ¿Por qué? Enlazo ahora con la creencia oficial de lo que es “real”. Defender que las imágenes de un sueño son algo así como “reales” supone a día de hoy tener en contra a toda la estructura de los estudios universitarios, con sus becarios, profesores interinos, profesores titulares, catedráticos, y rectores que conforman este sistema de transmisión de “conocimiento” con raíces en el sistema feudal, que en la época de Internet y de las nuevas tecnologías todavía no ha encontrado la oportunidad de modernizarse. Estamos hablando de un sistema de “conocimiento” en donde para conseguir una plaza hay que rendir pleitesía a tu superior, y hay que enseñar a los jóvenes alumnos lo que diga el catedrático del departamento que lleva viviendo como un rey desde hace cuarenta años y que desde que consiguió la plaza no ha abierto ni una revista científica ni un libro para informarse de las nuevas tendencias socioculturales. Pero trabajan la mitad que un trabajador normal, y cobran cuatro veces más.

Después de quedarme a gusto criticando el sistema feudal-universitario, volvamos al estudio de la psicología humana. Jung es defenestrado del sistema. Es un “hereje” porque no comparte la visión materialista de la “ciencia”. Y digo la palabra “hereje” porque Jung realiza una investigación exhaustiva precisamente de los gnósticos, los acusados de herejía durante la edad media, declarándose él mismo algo muy próximo a “gnóstico”. La persona “gnósitca” es aquella que “conoce”. El gnosticismo es un sistema de pensamiento enfocado a la realización personal, a obtener el equilibrio entre las distintas facetas que componen la vida humana, libre de obediencias externas como podrían ser la de un estado opresor o la de una religión como la del vaticano. El gnóstico ve por él mismo, y elige su propio camino.

Jung llegó a sus conclusiones después de una vida dedicada el estudio de la mente humana, tanto mirando hacia su interior, como analizando a sus pacientes. En la carrera de psicología actual se enseñan, por contra, las teorías de Lacan, una persona que realizó sus estudios con perros. Sí, con perros. Esto no es ninguna metáfora despreciativa hacia ningún colectivo humano. La psicología “humana” que se enseña en la universidad está basada en la psicología del perro. Entonces me pregunto yo, porque tengo una mente inquieta y a menudo me hago preguntas subversivas: ¿no será que hay alguien en cierta posición de poder a quien le interesa que el ser humano sea visto como un perro? ¿No será que interesa que el ser humano funcione con estímulos premio-castigo, y acate obedientemente las normas de su amo? ¿En dónde quedan entonces los coneptos de conciencia, libertad, responsabilidad, libre albedrío, si la psicología universitaria es la del perro? Y si obedeciendo a tu amo llega un punto en que encuentras que falta algo en tu vida, estás cansado de la monotonía, sueñas cosas fantásticas que no tienen nada que ver con tu realidad diaria, y te deprimes, entonces para eso están las compañías farmacéuticas, que nos suministrarán inmediatamente antidepresivos para que dejemos de hacernos estas preguntas “raras”.






Carl Jung: Recuerdos, sueños y pensamientos(1961). Extracto del capítulo 12: Últimos Pensamientos.
 
A la luz siguen las tinieblas, la otra cara del Creador. Este desarrollo alcanza su punto culminante en el siglo XX. Ahora el mundo cristiano se enfrenta realmente con el principio del mal, concretamente con la franca injusticia, tiranía, mentira, esclavitud y coacción de conciencia. Esta manifestación del mal sin disimulo ha adoptado en el pueblo ruso figura permanente al parecer, aunque el primer brote de incendio se produjo en los alemanes. De este modo se ha evidenciado hasta qué grado está socavado el cristianismo del siglo XX. Frente a esto el mal ya no se deja equiparar con el eufemismo de la inofensiva privatio boni. El mal se ha convertido en realidad determinante. Ya no se puede eliminar del mundo una perífrasis. Debemos aprender a contar con él, pues quiere vivir con nosotros. Cómo sería ello posible: sin grandes desgracias no es de momento concebible. En todo caso, necesitamos una reorientación, es decir una metanoia. Si se habla del mal existe el peligro de caer en él. Y ya no está permitido «caer», ni siquiera en el bien. Un supuesto bien en el que se cae pierde su carácter moral. No se trata de que se convirtiera en mal, pero desencadenaría malas consecuencias por haber caído en él. Toda adicción es mala, independientemente de si el narcótico es el alcohol, morfina o idealismo. Tenemos que estar prevenidos de pensar sobre el bien y el mal como opuestos absolutos. El criterio sobre la acción ética ya no puede consistir en la simple visión que el bien tiene la fuerza de un imperativo categórico, mientras que el llamado mal puede resolutivamente ser evitado. El reconocimiento de la realidad del mal necesariamente relativiza tanto al bien como al mal, convirtiendo a las dos mitades en un todo paradójico. En la práctica esto significa que el bien y el mal pierden su carácter absoluto y nosotros nos vemos forzados a reflexionar que representan juicios. La imperfección de todo juicio humano nos sugiere siempre la duda de si nuestra opinión es siempre acertada.

También podemos encontrarnos sometidos a un juicio falso. Por ello el problema ético se capta solamente cuando nos sentimos inseguros respecto a nuestra calificación moral. Con todo, debemos decidirnos éticamente. La relatividad de lo «bueno» y lo «malo» no significa en absoluto que estas categorías queden invalidadas o no existan. El juicio moral se encuentra presente siempre y en todas partes con sus consecuencias psicológicas características. Tal como he subrayado en otro lugar, el error cometido, planeado y pensado se vengará en nuestras aulas en el futuro igual que ha hecho hasta el presente, independientemente de que el mundo haya cambiado o no para nosotros. Son solamente los contenidos del juicio los que sucumben a las condiciones de lugar y tiempo, y varían paralelamente. La valoración moral se fundamenta siempre en nuestro código de costumbres, que nos parece seguro, que pretende saber lo que es bueno y malo. Pero ahora que sabemos lo inseguro que es el fundamento, la decisión ética se convierte en una acto creador subjetivo que sólo podemos asegurarnos concedente Deo, es decir, necesitamos un impulso espontáneo y decisivo por parte del inconsciente. La ética, es decir, la decisión entre Bien y Mal, no es afectada por esto, sólo se dificulta. Nada puede ahorrarnos la tortura de la decisión ética. Por esta razón, por duro que pueda sonar, debemos de tener la libertad en algunas circunstancias de evitar el conocido bien moral y realizar lo que es considerado como malo, si nuestra decisión ética lo requiere. En otras palabras: no hay que caer en los extremos. Frente a una parcialidad de ese tipo disponemos del modelo del netineti de la filosofía India. En ella el código de la moral, si el caso lo exige, se suprime sin falta y se deja a la decisión ética del individuo. Esto no es en sí nada nuevo, sino que se ha conocido ya desde la época prepsicológica como «colisión de deberes».

El individuo, sin embargo, es generalmente tan ignorante que desconoce en absoluto sus propias posibilidades de elección y por esta razón busca siempre angustiadamente las reglas y leyes externas en que poder confiar en su desorientación. Visto desde la insuficiencia humana general, una gran parte de culpa reside en la educación, que promulga las antiguas generalizaciones y no dice nada sobre los secretos de la experiencia personal. Además, todos los esfuerzos se realizan en enseñar creencias idealizadas o conductas que la gente sabe en sus corazones que nunca las podrán poner en práctica y estos ideales son predicados por docentes que saben perfectamente que nunca han vivido en estos altos estándares y nunca lo harán. Esta manera de enseñar es aceptada sin reparos.
Así pues, quien desee obtener una respuesta al actualmente planteado problema del mal necesita en primera instancia un autoconocimiento básico, es decir, el mejor conocimiento posible de su totalidad. Debe saber sin paliativos hasta qué punto es capaz de hacer el bien y qué crímenes puede cometer, y debe cuidarse de considerar a uno como real y al otro como ilusorio. Ambas cosas son ciertas como posibilidad y ni una cosa ni la otra se eludirán completamente, si quiere —como debe— vivir sin autoengaño ni autodecepción. Sin embargo, en general, se está desesperantemente lejos de un tal grado de conocimiento, pese a que en muchos hombres de hoy sería perfectamente posible un autoconocimiento más profundo. Tales autoconocimientos son necesarios porque sólo en virtud de ellos resulta posible aproximarse al aspecto básico o al núcleo de la esencia humana, donde choca con los instintos. Los instintos son, a priori, factores dinámicos de los que dependen en última instancia las decisiones éticas de nuestra consciencia. Se trata del inconsciente y sus contenidos, acerca de lo cual no existe ningún juicio definitivo. Sólo se pueden tener prejuicios, pues no resulta posible captar su esencia y fijarle límites racionales. Sólo se alcanza conocimiento de la naturaleza mediante la ciencia que amplía el campo de la consciencia, y por ello también la ciencia necesita autoconocimiento profundo, es decir, necesita de la psicología. Nadie construye un telescopio o microscopio, por así decirlo, a pulso y con buena voluntad, sin conocimientos de óptica.

Hoy necesitamos la psicología por razones vitales. Nos encontramos perplejos, confusos y desorientados frente al fenómeno del nazismo y del bolchevismo, porque no se sabe nada de los hombres o sólo se tiene de ellos una imagen parcial y desfigurada. Si tuviéramos autoconocimiento no sucedería esto. Ante nosotros se alza la terrible cuestión del mal y no se sabe siquiera dar una respuesta. Y si se supiera darla no se podría concebir «cómo pudo suceder todo esto». Con genial ingenuidad un estadista explica que no tiene «imaginación para el mal». Completamente correcto: no se tiene imaginación para el mal, pero él nos tiene a nosotros. Unos no quieren saber esto, otros se sienten identificados con el mal. Tal es la actual situación psicológica del mundo: unos se imaginan aún cristianos y creen que pueden aplastar el llamado mal bajo sus pies; otros han caído en él y ya no ven el bien. El mal se ha convertido actualmente en un Gran Poder: una mitad de la humanidad se apoya en una doctrina fabricada por la racionalización humana; la otra mitad enferma por falta de un mito apropiado a la situación. En lo que respecta al pueblo cristiano, su cristianismo está dormido y ha olvidado en el transcurso de los siglos construir nuevamente su mito. No se ha prestado atención a aquellos que expresaron los oscuros movimientos de crecimiento en las concepciones míticas.

Un Gioacchino da Fiore, un Maestro Eckhart, un Jakob Boehme y tantos otros siguen siendo para las masas hombres oscuros. Un único rayo de luz es Pío XII y su dogma. Pero ni siquiera se sabe de qué hablo cuando digo esto. No se comprende que haya muerto un mito, si ya no vive ni se desarrolla.

Nota: sube el volumen y los graves de tu reproductor ;) 



miércoles, 20 de agosto de 2014

El Libermaxismo, la nueva ideología política


Bueno, me he cansado de estar en la ambigüedad entre el liberalismo y el comunismo. En nuestra sociedad la gente necesita de etiquetas, adoptar ideologías prefabricadas por gente hace muchos años, y declararse de izquierdas, de derechas, liberal, o socialista. En este post voy a unir de una vez por todas el liberalismo puro con la lucha de clases marxista, porque aunque nadie sea capaz de pensar más allá de los simples clichés y etiquetas, las dos ideologías políticas tienen cosas en común, y las dos están en contra del sistema corrupto actual. La unión hace la fuerza, y no se va a poder cambiar el sistema hasta que estas dos corrientes encuentren la manera de juntar esfuerzos para derrocar al sistema bancario-estatal-corporativo que nos gobierna, nos roba, y nos priva de libertad.

Lo primero que hay que hacer es definir los términos, porque a menudo los malentedidos radican en el lenguaje. Primero voy a definir los conceptos que se usan en el mundo de la política:

Neoliberalismo: Política reaccionaria iniciada en los años ochenta por Ronald Reagan y Margaret Thatcher. Se basa en la defensa del libre mercado pero con un fuerte gasto militar y el privilegio de la banca en la creación del dinero, que se encuentra más allá del libre mercado, incluso del estado. Acostumbran a defender la moral cristiana.

Socialdemocracia: Defensa tanto del libre mercado como del privilegio de la banca, pero defienden que el estado tiene que proveer de manera gratuita ciertos servicios como son la educación, la sanidad, transporte... los recursos para el gasto público necesario en teoría se obtendrían con el aumento de impuestos a la clase rica, pero en la práctica se obtienen con créditos a la banca con interés. En teoría defienden la laicidad del estado, aunque en la práctica esto se convierte en un tipo de creencia materialista, quizás heredada del materialismo dialéctico de Marx. Al ser la educación controlada por el poder del estado, no se enseña a respetar ni la libertad ni el libre albedrío, y no hay alternativa posible. 

Capitalismo: Alternancia entre Neoliberalismo y Socialdemocracia, cada cuatro u ocho años en un teatro mediático del nivel intelectual de un niño de siete llamado Democracia. La banca controla tanto a los medios de comunicación como a los partidos Neoliberales y Socialdemócratas, así que no llega al votante la información sobre otras alternativas reales al sistema.

Las alternativas reales que suponen un cambio son precisamente el comunismo y el liberalismo extremo.

Comunismo: tiene el inconveniente que el estado pasa a controlarlo todo. En teoría las necesidades básicas de la población se pueden cubrir, pero se suprime la libertad como pequeño hándicap sin importancia, y siguiendo con la dialéctica marxista, surge una nueva clase parasitaria del poder que se llama Partido Comunista. Nunca se ha podido llegar al fin de las clases sociales o de la historia, como había pronosticado erróneamente Marx...

Libertarianismo: sólo con presencia en los países con fuerte tradición liberal(Inglaterra y Estados Unidos), defienden una casi anarquía con un estado en mínimas funciones(minarquía). La educación y la sanidad la pagan los individuos, los impuestos son mínimos, nula burocracia, y defensa a ultranza de la libertad individual. Defienden el libre mercado incluso en la creación del dinero, lo que inhabilitaría el monopolio bancario actual junto con sus privilegios. Para que nos entendamos, esto significa que tú como ciudadano podrías pagar con yenes aquí en España, con rublos, garbanzos, participaciones en empresas, fichas de dominó... Eliminar el Banco Central obligaría a los bancos a jugar con las reglas del libre mercado en vez de funcionar como parásitos que cobran del contribuyente. El pequeño inconveniente de la política libertariana tal y como está planteada hoy en día, es que si llegan al poder, dejarían de una tacada a más de la mitad de la población sin los servicios básicos que les permite la subsistencia, lo que no solo no va a suceder porque las clases bajas no son tan imbéciles como para votarlos, sino que si por aquella casualidad de la vida llegasen al poder, inmediatamente se originaría una revuelta social. Defienden la libertad también en el consumo de drogas, abogando por la legalización del comercio con cualquier sustancia: cocaína, heroína, crack, DMT, LSD...

Ahora vamos a realizar una pirueta intelectual y vamos a unir Comunismo con Libertariansimo. Lo voy a llamar libermaxismo.

Libermaxismo: La finalidad del libermaxismo es llegar al fin de la lucha de clases con un programa diseñado para conseguir al cabo de pocos años la minarquía que defienden los libertarios, pero con un poco de suavidad y una reestructuración previa de la riqueza(ojo, no confundir con capital, ya he comentado que ya no hay exclusividad en la concepción del medio de intercambio o dinero). Para el libermaxismo, la primera medida a tomar al llegar al poder sería el cierre de los Bancos Centrales.

Esto provocaría la quiebra masiva de bancos, corralitos como el de Argentina de hace unos años, así que la población tendría que prepararse para funcionar con intercambio de bienes o servicios hasta que las aguas de los bancos se calmasen un poco y pudiesen hacer frente a la nueva manera de funcionar más justa y digna para el ciudadano.

Liberalización de todos los servicios públicos, pero con una diferencia respecto las liberalizaciones que acostumbran a realizar los neoliberales. En vez de dar la empresa pública al compañero de pupitre del presidente, se daría a los trabajadores mediante participaciones en ella según el cargo que ocupen, responsabilidad, o antigüedad. La tierra es de quien la trabaja, como defendían los comunistas hace siglos. Una parte de los hospitales y las escuelas que en la actualidad son de propiedad pública se entregaría en forma de participaciones a los ciudadanos empadronados según proximidad o área de influencia. Los servicios básicos como la educación o la sanidad tendrían de esta manera que competir para vender sus servicios en el libre mercado. Terminaríamos así de una tacada con la doctrinalización en la enseñanza y con los beneficios de la industria farmacéutica, pues dejarían de estar pagados a fondo perdido por el sistema público corrupto actual, y tendrían que competir con la visión alternativa tanto de la educación como de la salud humana, que en la actualidad quedan fuera del sistema. La elección de un método u otro radicaría en el consumidor y en la conciencia o creencia de cada uno.

Evidentemente que se defiende la propiedad privada. La negación del concepto de propiedad es una utopía que ha llevado las bonitas teorías marxistas hasta el autoritarismo stalinista sin ningún respeto por la diferencia ni el individuo. La propiedad otorga responsabilidad, algo que evidentemente se pierde cuando manejas el llamado “dinero público”, que se ha demostrado que siempre termina en los bolsillos de los “amiguetes del gobierno de turno”. Las cooperativas evidentemente que pueden existir en este sistema, cada una según los estatutos que decidan sus miembros en su ejercicio de la libertad y la propiedad.

La finalidad del gobierno, una vez realizada la transición, será velar contra los monopolios y mantener unas leyes simples y entenedoras en defensa de la integridad física, la libertad, la libre asociación, y la propiedad de los ciudadanos.

Se eliminarían los impuestos IVA e IRPF. El estado reducido en funciones se mantendría con las herencias(impuesto de sucesiones). Habrá que ganar dinero para vivir, no para morir...

Cierre del espacio radioeléctrico. A parte del peligro para la salud que supone la saturación de ondas electromagnéticas actual, éstas se han usado en el siglo XX para monopolizar, orientar, y/o guiar la opinión publica a través de la radio y la televisión con técnicas goebbelianas(nazis). Con la tecnología informática y la fibra óptica se evitan las radiaciones electromagnéticas, y permiten la bidireccionalidad de la información, un hecho que per se democratiza, descentraliza la cultura favoreciendo el diálogo y la interacción entre los ciudadanos.

Evidentemente que la ideología política del libermaxismo es internacionalista y no racista. Los estados libermaxistas pomoverán la libertad y el respeto hacia los demás estados aunque todavía sean capitalistas.

En el siguiente vídeo vemos al libertario americano Ron Paul argumentando y exigiendo en el congreso el fin del Banco Central Americano(Reserva Federal).


Y aquí Natalie Cardone nos recuerda una de las víctimas del colonialismo Neoliberal americano.

 

El libermaxismo es la síntesis hegeliana que necesita la actualidad.


lunes, 18 de agosto de 2014

El malentendido en la "ciencia"

La gente acostumbra a separar la ciencia de la religión, a enfrentar lo que se puede probar empíricamente a la creencia ciega o fe. Esto es así porque en los albores de la ciencia, en el s.XVII, los primeros científicos como Copérnico o Galilei tuvieron que afrontar una dura resistencia del poder eclesiástico. Aquella confrontación llevó a una especie de pacto en donde los científicos pasarían a estudiar exclusivamente aquello observable y medible, y la fe religiosa seguiría con exclusividad en materias como la moral, el alma, la vida después de la muerte, es decir; los puntos claves de cualquier religión.

No hay que decir que los primeros filósofos griegos trataban indistintamente de cuestiones metafísicas como de físicas. Es después de la edad media en donde se separa la ciencia observable y medible de la metafísica. Y he aquí donde radica el malentendido que arrastramos hasta la actualidad. Para poder sobrevivir y crecer al margen del poder del Vaticano, la ciencia adoptó un principio filosófico que no se ha vuelto a replantear nunca jamás; sólo existe lo que puede observar y medir el ojo humano.

Pero no se engañen ustedes. La frase anterior no tiene nada de científica, pues no se puede ni demostrar ni rebatir. Y a lo largo de los siglos ha pasado de ser un acuerdo tácito en el método científico, a una verdad indiscutible, a ser una creencia. Y éste es el problema de la ciencia de hoy en día. Hemos comprendido muchas cosas del funcionamiento del cuerpo humano, podemos fabricar cohetes, aviones, ordenadores, pero estamos viviendo alrededor de una ciencia totalmente vacía de cualquier moral o principio ético, y por omisión, acaba triunfando la moral del máximo rendimiento econòmico por encima de otros valores como el libre albedrío y la libertad de culto sobre las cuestiones metafísicas. Hoy en día defender que el ser humano tiene algo como alma supone el ostracismo en los círculos académicos. 


El funcionamiento de la mente es el tema más peliagudo del dogma materialista, pues los científicos a día de hoy no han podido esclarecer dónde se encuentra la mente. Evidentemente que no es un microchip que almacena unos y ceros como los ordenadores. Experimentos con ratas han dado la conclusión de que la memoria no se puede localizar en ningún lugar determinado del cerebro. Por otro lado, los sorprendentes experimentos en física cuántica revelan una misteriosa conexión entre la conciencia de los observadores y la manifestación visible de la materia, y se ha demostrado al mismo tiempo que la información(mente) viaja más allá del espacio-tiempo.

Ver post sobre física cuántica


Pero en el dogma universitario actual, no existe absolutamente nada más allá del mundo físico. La doctrina científica niega la metafísica, y la iglesia cristiana impide todavía realizar nuevas teorías al respecto, aferrándose a su ingente poder. Si le añadimos al desaguisado el interés mercantil de la industria farmacéutica para que toda la población del mundo consuma sus productos químicos “milagrosos” aprovechando la filosofía materialista en la que se basa la ciencia, entonces la humanidad se convierte en una masa de borregos que intenta sin éxito obtener satisfacción consumiendo bienes materiales, y drogas cuando seguimos sin encontrar nuestra felicidad. 
 
Aldous Huxley y Orwell no pudieron visionar mejor la época en la que nos encontramos...

jueves, 31 de julio de 2014

¡Novela al canto! (2)

Extracto de la segunda parte de la autobiografía de Salvador Dalí: Diario de un genio.
Septiembre de 1958:

Al día siguiente, mientras en la cubierta del United States comienzo mi viaje de vuelta a Europa, me digo: «Me gustaría saber quién, en la actualidad, es capaz de, en un solo día (día contenido ya en el espacio de tiempo del huevo excremencial de mi sueño matutino), conseguir transmutar en creación preciosa todo el tiempo sin forma y en bruto de mi material delirante. ¿Quién, con el estallido de un huevo único, hubiera podido pegar en su bigote toda la historia del pasado y el futuro del marxismo? ¿Quién hubiera podido encontrar el número 77.758.469.312, la cifra mágica capaz de extraviar en su posible camino toda la pintura abstracta y el arte moderno en general? ¿Quién hubiera podido conseguir introducir mi cuadro El sueño cósmico de Cristóbal Colón en el interior de un museo de mármol, tres años antes de que se construyera el museo? ¿Quién, repito, en un solo día hubiera podido cosechar, con los jazmines eróticos de Gala, tanta perfecta pureza de huevos blanquísimos, que superan todo lo visto y lo que queda por ver, y mezclarlos con las ideas más impecables de Dalí? ¿Quién, en efecto, sería capaz de vivir tanto y de agonizar tanto, de abstenerse tanto de comer y de vomitar tanto, y de transmutar tanto casi nada? ¡Quién sea capaz de hacerlo, que me arroje la primera piedra! ¡Dalí está ya de rodillas para recibirla en pleno pecho, pues esta piedra no puede ser otra que la piedra filosofal!»

¡Ya está a la venta!

http://ernestcatala.com/lapiedrafilosofal/


martes, 24 de junio de 2014

¿Qué es la Matrix?


Todos hemos visto la película de ciencia ficción protagonizada por Keanu Reeves, Matrix.



Y se habla en muchos foros sobre el significado poético de la película, a menudo ligado con las teorías de la conspiración, que vivimos en una mentira programada, etc.

Pero, ¿eso es todo? ¿El concepto de la Matrix o mundo de las apariencias es nuevo en la película?

No.

¿Qué tiene que ver la realidad virtual que se podría crear con la tecnología informática con el mundo que ven nuestro ojos?

Matrix es Maya, el velo de la realidad tridimensional de la cultura hinduísta. La mayoría de los mortales vive atrapado en Maya, y solo los que han alcanzado la iluminación espiritual son capaces de rasgar su velo para ver más allá, alcanzar las dimensiones superiores, conectarse con el mundo onírico y del inconsciente humano.

¿Pero por qué se usa en la ciencia ficción la metáfora de los ordenadores, cuando estamos hablando de un concepto tan antiguo como el hinduísmo?

Para entender la película Matrix hay que tener en cuenta que no es la primera película en tratar este tema. El concepto de la Maya unido a la realidad virtual de los ordenadores lo inicia el escritor de ciencia ficción William Gibson en su novela Neuromante en el año 84.

Y hay que ver la película de anime japonesa Ghost in the Shell realizada diez años antes de Matrix para entender ciertos conceptos cruciales. La impresionante robot de última generación nos sorprende con unos misteriosos diálogos filosóficos sobre la materia...


Pero de momento volvamos a Neuromante... La novela está escrita en la época de resaca del auge de los alucinógenos que caracterizaron los años sesenta y setenta. De hecho, el programador informático protagonista se mete de todo...

Aquí enlazo con el post sobre psicodélicos, y también con la teoría de los campos morfogenéticos de este post, con la teoría de los arquetipos mentales de Carl Gustav Jung, y con el concepto de las dimensiones superiores que explicarían los misterios en la física cuántica que trato en este post.

¿Y por qué la realidad virtual, si estamos hablando de algo tan antiguo como los estados alterados de conciencia, hinduísmo o misticismo? ¿Qué tiene que ver esto con las nuevas tecnologías de la información?

Nada.

¿Y entonces por qué se usa la realidad virtual para hablar sobre el más allá? Vayamos por partes:

Como he dicho, estamos hablando de campos mentales, de información, de inconsciente colectivo.

INFORMACIÓN

La realidad virtual de los computadores es una metáfora para referirse a la red mental(no informática) que interconecta a todos los seres humanos.

¿Matrix es Internet?
No.

Pero aquí viene el punto complicado, amigos, pues la red de información de Internet puede servir de puente entre la mente consciente de los humanos y la que se esconde tras el velo de Maya... ;) stay tunned...


Cuando el miedo llegó, fue como un amigo a medias olvidado. No el frío y rápido mecanismo paranoico de la dextroamfetamina, sino, simple miedo animal. Hacía tanto tiempo que vivía en un filo de constante ansiedad que casi había olvidado lo que era el miedo verdadero.

Neuromante, pag 29

Creo que estás jodido, Case. Aparezco y directamente me encajas en tu visión de la realidad.

Neuromante, pag 38



Friedrich Nietzsche, El Nacimiento de la Tragedia, capítulo uno:

Mucho es lo que habremos ganado para la ciencia estética cuando hayamos llegado no sólo a la intelección lógica, sino a la seguridad inmediata de la intuición de que el desarrollo del arte está ligado a la duplicidad de lo apolíneo y de lo dionisíaco: de modo similar a como la generación depende de la dualidad de los sexos, entre los cuales la lucha es constante y la reconciliación se efectúa sólo periódicamente. Esos nombres se los tomamos en préstamo a los griegos, los cuales hacen perceptibles al hombre inteligente las profundas doctrinas secretas de su visión del arte, no, ciertamente, con conceptos, sino con las figuras incisivamente claras del mundo de sus dioses. Con sus dos divinidades artísticas, Apolo y Dioniso, se enlaza nuestro conocimiento de que en el mundo griego subsiste una antítesis enorme, en cuanto a origen y metas, entre el arte del escultor, arte apolíneo, y el arte no-escultórico de la música, que es el arte de Dioniso: esos dos instintos tan diferentes marchan uno al lado de otro, casi siempre en abierta discordia entre sí y excitándose mutuamente a dar a luz frutos nuevos y cada vez más vigorosos, para perpetuar en ellos la lucha de aquella antítesis, sobre la cual sólo en apariencia tiende un puente la común palabra «arte»: hasta que, finalmente, por un milagroso acto metafísico de la «voluntad» helénica, se muestran apareados entre sí, y en ese apareamiento acaban engendrando la obra de arte a la vez dionisíaca y apolínea de la tragedia ática.

Para poner más a nuestro alcance esos dos instintos imaginémonoslos, por el momento, como los mundos artísticos separados del sueño y de la embriaguez; entre los cuales fenómenos fisiológicos puede advertirse una antítesis correspondiente a la que se da entre lo apolíneo y lo dionisíaco. En el sueño fue donde, según Lucrecio, por vez primera se presentaron ante las almas de los hombres las espléndidas figuras de los dioses, en el sueño era donde el gran escultor veía la fascinante estructura corporal de seres sobrehumanos, y el poeta helénico, interrogado acerca de los secretos de la procreación poética, habría mencionado asimismo el sueño y habría dado una instrucción similar a la que da Hans Sachs en Los maestros cantores:

Amigo mío, ésa es precisamente la obra del poeta,
el interpretar y observar sus sueños.
Creedme, la ilusión más verdadera del hombre
se le manifiesta en el sueño:
todo arte poético y toda poesía
no es más que interpretación de sueños que dicen la verdad.

La bella apariencia de los mundos oníricos, en cuya producción cada hombre es artista completo, es el presupuesto de todo arte figurativo, más aún, también, como veremos de una mitad importante de la poesía. Gozamos en la comprensión inmediata de la figura, todas las formas nos hablan, no existe nada indiferente ni innecesario. En la vida suprema de esa realidad onírica tenemos, sin embargo, el sentimiento traslúcido de su apariencia: al menos ésta es mi experiencia, en favor de cuya reiteración, más aún, normalidad, yo podría aducir varios testimonios y las declaraciones de los poetas. El hombre filosófico tiene incluso el presentimiento de que también por debajo de esta realidad en que nosotros vivimos y somos yace oculta una realidad del todo distinta, esto es, que también aquélla es una apariencia: y Schopenhauer llega a decir que el signo distintivo de la aptitud filosófica es ese don gracias al Cual los seres humanos y todas las cosas se nos presentan a veces como meros fantasmas o imágenes oníricas. La relación que el filósofo mantiene con la realidad de la existencia es la que el hombre sensible al arte mantiene con la realidad del sueño; la contempla con minuciosidad y con gusto: pues de esas imágenes saca él su interpretación de la vida, mediante esos sucesos se ejercita para la vida. Y no son sólo acaso las imágenes agradables y amistosas las que él experimenta en sí con aquella inteligibilidad total: también las cosas serias, oscuras, tristes, tenebrosas, los obstáculos súbitos, las bromas del azar, las esperas medrosas, en suma, toda la «divina comedia» de la vida, con su Inferno, desfila ante él, no sólo como un juego de sombras - pues también él vive y sufre en esas escenas - y, sin embargo, tampoco sin aquella fugaz sensación de apariencia; y tal vez más de uno recuerde, como yo, haberse gritado a veces en los peligros y horrores del sueño, animándose a sí mismo, y con éxito: «¡Es un sueño! ¡Quiero seguir soñándolo!». Así me lo han contado también personas que fueron capaces de prolongar durante tres y más noches consecutivas la causalidad de uno y el mismo sueño: hechos estos que dan claramente testimonio de que nuestro ser más íntimo, el substrato común de todos nosotros, experimenta el sueño en sí con profundo placer y con alegre necesidad.

Esta alegre necesidad propia de la experiencia onírica fue expresada asimismo por los griegos en su Apolo: Apolo, en cuanto dios de todas las fuerzas figurativas, es a la vez el dios vaticinador. Él, que es, según su raíz, «el Resplandeciente», la divinidad de la luz, domina también la bella apariencia del mundo interno de la fantasía. La verdad superior, la perfección propia de estos estados, que contrasta con la sólo fragmentariamente inteligible realidad diurna, y además la profunda consciencia de que en el dormir y el soñar la naturaleza produce unos efectos salvadores y auxiliadores, todo eso es a la vez el analogon simbólico de la capacidad vaticinadora y, en general, de las artes, que son las que hacen posible y digna de vivirse la vida. Pero esa delicada línea que a la imagen onírica no le es lícito sobrepasar para no producir un efecto patológico, ya que, en caso contrario, la apariencia nos engañaría presentándose como burda realidad - no es lícito que falte tampoco en la imagen de Apolo: esa mesurada limitación, ese estar libre de las emociones más salvajes, ese sabio sosiego del dios-escultor. Su ojo tiene que ser «solar», en conformidad con su origen; aun cuando esté encolerizado y mire con malhumor, se halla bañado en la solemnidad de la bella apariencia. Y así podría aplicarse a Apolo, en un sentido excéntrico, lo que Schopenhauer dice del hombre cogido en el velo de Maya. El mundo como voluntad y representación, I, p. 416: «Como sobre el mar embravecido, que, ilimitado por todos lados, levanta y abate rugiendo montañas de olas, un navegante está en una barca, confiando en la débil embarcación; así está tranquilo, en medio de un mundo de tormentos, el hombre individual, apoyado y confiando en el principium individuationis [principio de individuación] ». Más aún, de Apolo habría que decir que en él han alcanzado su expresión más sublime la confianza inconclusa en ese principium y el tranquilo estar allí de quien se halla cogido en él, e incluso se podría designar a Apolo como la magnífica imagen divina del principium individuationis, por cuyos gestos y miradas nos hablan todo el placer y sabiduría de la «apariencia», junto con su belleza. En ese mismo pasaje nos ha descrito Schopenhauer el enorme espanto que se apodera del ser humano cuando a éste le dejan súbitamente perplejo las formas de conocimiento de la apariencia, por parecer que el principio de razón sufre, en alguna de sus configuraciones, una excepción. Si a ese espanto le añadimos el éxtasis delicioso que, cuando se produce esa misma infracción del principium individuationis, asciende desde el fondo más íntimo del ser humano, y aun de la misma naturaleza, habremos echado una mirada a la esencia de lo dionisíaco, a lo cual la analogía de la embriaguez es la que más lo aproxima a nosotros. Bien por el influjo de la bebida narcótica, de la que todos los hombres y pueblos originarios hablan con himnos, bien con la aproximación poderosa de la primavera, que impregna placenteramente la naturaleza toda, despiértanse aquellas emociones dionisíacas en cuya intensificación lo subjetivo desaparece hasta llegar al completo olvido de sí. También en la Edad Media alemana iban rodando de un lugar para otro, cantando y bailando bajo el influjo de esa misma violencia dionisíaca, muchedumbres cada vez mayores: en esos danzantes de san Juan y san Vito reconocemos nosotros los coros báquicos de los griegos, con su prehistoria en Asia Menor, que se remontan hasta Babilonia y hasta los saces orgiásticos. Hay hombres que, por falta de experiencia o por embotamiento de espíritu, se apartan de esos fenómenos como de «enfermedades populares», burlándose de ellos o lamentándolos, apoyados en el sentimiento de su propia salud: los pobres no sospechan, desde luego, qué color cadavérico y qué aire fantasmal ostenta precisamente esa «salud» suya cuando a su lado pasa rugiendo la vida ardiente de los entusiastas dionisíacos.

Bajo la magia de lo dionisíaco no sólo se renueva la alianza entre los seres humanos: también la naturaleza enajenada, hostil o subyugada celebra su fiesta de reconciliación con su hijo perdido, el hombre. De manera espontánea ofrece la tierra sus dones, y pacíficamente se acercan los animales rapaces de las rocas y del desierto. De flores y guirnaldas está recubierto el carro de Dioniso: bajo su yugo avanzan la pantera y el tigre. Transfórmese el himno A la alegría de Beethoven en una pintura y no se quede nadie rezagado con la imaginación cuando los millones se postran estremecidos en el polvo: así será posible aproximarse a lo dionisíaco. Ahora el esclavo es hombre libre, ahora quedan rotas todas las rígidas, hostiles delimitaciones que la necesidad, la arbitrariedad o la «moda insolente» han establecido entre los hombres.

Ahora, en el evangelio de la armonía universal, cada uno se siente no sólo reunido, reconciliado, fundido con su prójimo, sino uno con él, cual si el velo de Maya estuviese desgarrado y ahora sólo ondease de un lado para otro, en jirones, ante lo misterioso Uno primordial. Cantando y bailando manifiéstase el ser humano como miembro de una comunidad superior: ha desaprendido a andar y a hablar y está en camino de echar a volar por los aires bailando. Por sus gestos habla la transformación mágica. Al igual que ahora los animales hablan y la tierra da leche y miel, también en él resuena algo sobrenatural: se siente dios, él mismo camina ahora tan estático y erguido como en sueños veía caminar a los dioses. El ser humano no es ya un artista, se ha convertido en una obra de arte: para suprema satisfacción deleitable de lo Uno primordial, la potencia artística de la naturaleza entera se revela aquí bajo los estremecimientos de la embriaguez. El barro más noble, el mármol más precioso son aquí amasados y tallados, el ser humano, y a los golpes de cincel del artista dionisíaco de los mundos resuena la llamada de los misterios eleusinos: «¿Os postráis, millones? ¿Presientes tú al creador, oh mundo?». -